01 septiembre 2015

10-08-15. La Bella (o no) Maputo.

Hay quien puede decir que Maputo es sucia, que no tiene nada que ver, y posiblemente tenga razón. Pero no obstante tiene su encanto, basado en la vida que hay en sus calles, en el caos circulatorio, la mezcla de edificios coloniales con otros de época soviética y ahora más modernos. Todo esto mientras es de día. Cuando cae la noche la cosa cambiar, y da algo de miedito.
Nuestro alojamiento, Residencial Palmeiras, estaba muy bien situado. Lo primero que hicimos fue cambiar dinero, para a continuación dirigirnos ya a la pomada. En nuestra misma calle, un poco más adelante, se encontraba la Igreja Catedral, pero a estas horas estaba cerrada. 

Un poquito más adelante, la estatua de Samora Machel, el líder de la independencia de Mozambique.

Y justo a la vuelta de la esquina, el Centro Cultural Franco-Mozambicano (http://www.ccfmoz.com/), un edificio de estilo colonial, muy chulo, donde hay exposiciones, conciertos…

A continuación se encuentra la famosa Casa de Ferro, diseñada por Eiffel.
Ya solo nos quedaba, para terminar el periplo turístico, acercarnos a la estación de tren, dicen que también diseñada por Eiffel. 

Se nos pasó acercarnos a la fortaleza, de época portuguesa, que estaba justo al lado. Había leído sobre la inseguridad en Maputo, pero he de decir que a pesar de estar un poco obsesionado con este tema no percibí nada raro. Claro, que solamente estuve por calles bastante concurridas.
Desde aquí nos acercamos a Casa Elefante, una tienda de capulanas, el vestido tradicional, con una gran variedad y a buenos precios. Eso sí, el precio fijo, y a pesar de llevarnos varias, la vieja no nos quiso hacer descuento (aunque eso fue al día siguiente).
Todo esto está por la misma zona. Nuestro siguiente destino estaba un poco más lejos. Se trataba de la Feira de Artesanato, situada en el Parque dos Continuadores. Allí dedicamos bastante tiempo, a curiosear y comprar regalos, y a comer allí mismo, aunque el restaurante fue un poco caro para lo que me dieron.
Como ya estábamos cansados nos acercamos al hotel a reposar un rato, mientras se hacía de noche. A Adela no le interesó visitar el Museo de Historia Natural, donde se encuentra la colección de fetos de elefante más grande del mundo. 

A la hora de cenar ya sí que no me atreví a ir andando. Recomendaciones del dueño de la residencia: no llevar objetos de valor visibles, ni collares, ni relojes, ni mochilas o bolsos, caminar por calles iluminadas (como si esto fuera posible), pero tampoco tiene por qué pasar nada… Así que por un módico precio llamamos a un taxista para que nos acercara al restaurante. Y menos mal, porque las calles daban miedito. Estaban totalmente desiertas, ni un alma. Todo el bullicio, gentío y animación del día habían desaparecido como por ensalmo. El sitio elegido no podía ser otro que el famoso Piri Piri, que tan gratos recuerdos me aportaba. Solo me tomé un plato esta vez… La cena estuvo bastante bien. Probé la salsa piri piri, de donde toma el nombre el restaurante, y puedo asegurar que pica que no veas. Una pequeña muestra en las patatas fritas, y estuvieron picando toda la cena. Habíamos quedado con nuestro taxista en que nos pasara a recoger a una hora, y cuando terminamos allí estaba puntual, esperando. De aquí al alojamiento, que el día de Maputo ya había terminado. 

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