10 abril 2014

22-03-14 Nos despedimos de Teheran y volvemos a casa




Este día sí que se cambia la hora, y nosotros vamos a aprovechar lo poco que nos queda para ver otro de los palacios de los Pahlevi. Menos mal que vamos pronto, porque luego vemos las colas que se montan por el noruz y son bastante largas. El palacio, al igual que el del día anterior, es más bien un conjunto de recintos, construidos en el falda de la montaña al norte de la ciudad. También se pueden escoger los que vas a ver. Nosotros compramos el de la residencia principal, el del palacio de recepciones y el museo de los coches. Igual que ayer, tampoco nos dejan hacer fotos. Alireza siempre se encara con ellos, diciendo que si nos están preparados no es culpa del turista, que más gente hay en el British o en el Louvre y allí se las apañan para que la gente haga fotos. Los pabellones están bastante separados unos de otros, y hay que subir unas cuestas por el monte, así que tardamos un rato en ir de un lado a otro. Los palacios son muy similares a los del día anterior. Hubo dos Pahlevi, y cada uno construyó un complejo. A mí me llama especialmente la atención el pabellón de los coches, con tres Rolls Royce y cuatro Mercedacos terribles.
Ya solo nos quedaba tomar un último café de despedida antes de ir al aeropuerto.





09 abril 2014

21-03-14 Teheran


Ya nos extrañó a nosotros que en el restaurante no hubiera nadie desayunando… Cuando faltaban diez minutos para las nueve y media, hora en que habíamos quedado con Alireza, nos llama a la habitación para decir que no habían cambiado la hora, y que todavía tardaba una hora en llegar. En fin. Nuestro primer destino es el museo arqueológico (entrada 150.000). Había llamado por teléfono y le habían asegurado que abrían a las nueve y media. Pero una vez allí nos dicen que hasta las diez nada. Está bastante bien y aunque no es muy grande, tardamos hora y media en verlo, por las abundantes explicaciones de Alireza. 



Luego nos decantamos por acercarnos al museo del vidrio y la cerámica (entrada 100.000), situado en un antiguo palacio Kajar de finales del s.XIX, fue rehabilitado por la famosa Farah Diva para crear el museo este. En su época era vanguardista. Ahora creo que no merece mucho la pena. 




Desde aquí vamos a tomar un café y a descansar un ratillo, mientras Alireza nos ilustra con la mitología zoroastriana. El siguiente punto es el palacio museo Niavaran. Es la antigua residencia de los Pahlevi. En su interior hay distintas exposiciones y recintos, y según los que quieras visitar, así pagas. Nosotros vemos tres cosas y pagamos 350.000. Vemos lo que es el palacio de recepciones, de época Kajar, con los regalos de los distintos dignatarios al sha, salas de reuniones… Hay algunas salas cerradas con motivo del noruz. Nos dice Alireza que temen avalancha de visitantes, o quizá no quieren mostrar al pueblo cómo vivía el sha.



La segunda parte es el sótano de la casa, decorado por Farah Diva… está puesto moderno, el igual que en la parte superior, hay bastantes habitaciones cerradas. Además no dejan hacer fotos. Por fin la tercera parte es la residencia privada de los Pahlevi. Es un edificio un tanto insulso desde fuera, pero por dentro no está mal. Aquí ya hay muchas habitaciones cerradas, ante la indignación de Alireza. Incluso en una habitación no me dejan hacer fotos. Me dicen que hay un cartel que pone que está prohibido, pero está en Persa. En norma nueva del Noruz. Si hubiera venido ayer no hubiera habido problemas… Tonterías de esta gente que no tienen sentido.

Salimos del palacio a las tres y media, hora más que decente para ir a comer, y más si tenemos en cuenta que hemos desayunado una hora antes por el falso cambio de hora. Lo hacemos en una pizzería camino a la torre Milad, la torre de telecomunicaciones. Aquí hay una especie de centro comercial y de convenciones. Está bastante bien. Subir hasta el mirador cuesta 90.000. La puerta del ascensor es transparente y da cosa ver la ciudad según van subiendo. Da más cosa según vas bajando. Las vistas desde lo alto son muy chulas, la vista no abarca a ver los límites de la ciudad, con todos los escalextris que tiene… Eso sí, para entrar hay que pasar por el detector de metales en dos filas, una para hombres y otra para mujeres… Al final resulta una buena manera de pasar la tarde, distinta a cualquier otra cosa que hayamos hecho. De aquí, de vuelta al hotel, a preparar la maleta y descansar un rato.





08 abril 2014

20-03-14 Kashan – Qom – Teheran


Como todos los días, a las nueve salimos camino a Qom, donde llegamos al cabo de hora y media. Aquí ya pudimos “disfrutar” del ambiente pleno del noruz… la cantidad de gente que había!! Todas las mujeres supertapadas… Y por qué? Pues porque en Qom está enterrada (o eso dicen, vete a saber) la hermana del 8º imam de los chiíes. Intentamos entrar por una puerta, y no nos dejan, nos mandan a otra. Intentamos por la segunda, y tampoco… finalmente en la tercera nos dicen que esperemos. Al cabo de cinco minutos aparece un hombre con un chador para mi madre, recién limpio, y nos dice que le acompañenos. Azi se queda fuera. Nos lleva a la oficina del peregrino turista, y nos dicen que esperemos, que ahora viene nuestro guía. Al cabo de otros cinco minutos aparece otro hombre, que es el que habla inglés (o entiende, porque hablar, lo que se dice hablar, no habla nada), y nos vamos con él. Este hombre nos hace el recorrido por el mausoleo, con toda la paciencia del mundo, esperando para que haga las fotos que quiera. Cuando uno de los guardias me llama la atención de que no se puede, él me dice que la saque si quiero, sin darle más importancia. Hay muchísima gente. Otro guarda llama la atención a mi madre porque se le ven tres pelos del flequillo. Aquí son superestrictos, el único sitio que hemos visto. Nuestro guía nos enseña todo el recinto, excepto la habitación donde está la tumba. Ahí no se puede entrar porque no soy musulmán, pero se ve desde fuera, y con eso vale. Con la cantidad de gente que hay no merece la pena empujones. Hay hasta gente llorando. Hay muchos tirados en las alfombras, rezando o leyendo (supongo que el Corán). El sitio nos gusta muchísimo. Otra anécdota es que al entrar en el recinto donde está la tumba, no en la misma habitación, que es donde no me dejaron entrar, sino en la sala exterior, mi madre entra por el lado de las mujeres, y yo por el otro. Y a ella le dan una toallita para que se quite el maquillaje. No obstante estas calamidades, que a mi madre se le resbalaba el chador cada dos por tres, el recinto es impresionante, y merece mucho la pena por la riqueza decorativa que tiene. Finalmente, tras unos tres cuartos de hora, nos llevan de nuevo a la oficina del peregrino, pero… ay amigo, que nos está esperando un clérigo. Nos pregunta de donde somos, en qué trabajamos, que si es mi mujer (¿?). Nos cuenta que en Qom hay un importante seminario, con unos 100.000 estudiantes de teología (me hace gracia lo de teología. Digo yo que será islam, no de otras religiones…), de más de cien países, y de ellos, 30.000 son mujeres. Él es profesor en la universidad. Y después de esta breve introducción nos empieza a decir que el chiismo no sé qué, que el chiismo no sé cual… que qué nos sugieren las siguientes frases… Llevábamos 20 minutos con él, que ya nos quería llevar a su casa a conocer a su mujer, cuando aparece Azi, vestida con chador, a buscarnos, que tenemos que continuar camino. Finalmente salimos de allí a las 12, con una sensación agridulce. Por un lado nos ha gustado mucho el mausoleo, pero por otro hemos visto fanatismo como no habíamos visto hasta ahora…





Llegamos a Teheran a las dos y media, donde nos está esperando Alireza y donde con todo el dolor de nuestro corazón nos despedimos de Azi, que marcha de vuelta a Isfahan a pasar el Noruz con la familia. Alireza nos lleva a comer a un sitio tradicional donde solo sirven un plato llamado dizi, que es una especie de guiso con garbanzos y carne. Se separa el caldo por un lado y se le echan barquitos de pan, y por otro se machacan los garbanzos y la carne y se come después. Cuando acabamos de comer damos un paseíllo por un parque cercano, y después nos llevó a la zona norte de la ciudad (una ciudad de once millones de habitantes) a un bazar, donde la gente estaba ultimando las compras del noruz y no cabía un alfiler. Así que tras ver esto nos fuimos para el hotel, a descansar. Como las distancias en esta ciudad son enormes, tardamos casi media hora en llegar al hotel. La tarde poco más dio de sí. Bajamos a cenar a un restaurante frente al hotel, y a dormir pronto, que esta noche cambiaban la hora. Había que adelantar una hora, con lo que dormíamos una hora menos…






07 abril 2014

19-03-14 Isfahan – Abyanet – Kashan


Fieles a nuestra hora, un día más, a las nueve estamos en marcha. Hemos pesado las maletas en una báscula que tiene el hotel y nos hemos quedado más tranquilos. Todavía no llegamos al peso máximo y podemos comprar muchas cosas más.
Como a las dos horas de camino hemos llegado al pueblo de Abyanet, un pueblo de casas rojas, por el color de la tierra, que aunque no está mal, no tiene nada reseñable. Las mujeres tienen vistosos pañuelos de colores y los hombres pantalones anchos. Hablamos con la gente, simpática como siempre, incluso un chico me quiere invitar a su casa a tomar el té, pero tengo que declinar la invitación. Como detalle gracioso, al salir de pueblo, hago una foto al conductor y al coche, que nos está esperando. La señora que está al lado, pensando que le hago la foto a ella, empieza a decir de todo. Luego Azi nos traduce que para qué le hago la foto, para enseñársela a los hombres, y que luego la van a venir y van a querer casarse con ella… Bueno, la señora esta, los setenta ya no los cumplía…


Luego seguimos hasta nuestro destino, Kashan. En las afueras de la ciudad paramos a ver un jardín, el jardín Fin (entrada 150.000). Es uno de los nueve jardines persas declarados patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Se está muy agradable, y está muy bien adornado con flores. Fue edificado por los safávidas, en una zona montañosa por un lado, pero desértica por otro. Hay cipreses de más de quinientos años. Volvemos a entablar conversación con los lugareños. Esta vez una niña, que no era de las más listas. Le pregunta a mi madre que si es una turista… (¿?) Luego le pregunta que si ha llegado en avión… y para rematar le pregunta que si soy su marido… En fin. 




Salimos del jardín a la una y media, y ya se nos ha hecho la hora de comer. Azi nos lleva a un sitio del que no sabemos nombre ni dirección, con una pinta un poco cutre (ya nos había avisado) pero donde comemos la que posiblemente haya sido la comida más rica y completa de todo el viaje, y nada cara.
Luego ya enfilamos hacia el hotel, a tomar posesión y dejar las maletas. Una vez hecho este trámite nos vamos hacia una casa típica, la mansión Tabatabaian (o algo así)(entrada 75.000). Está decorada muy bonita, con espejos y estucos, y es de época kayar (s.XVIII). Lo que más me llama la atención de la casa es lo profundo que se cava para huir del calor en verano y del frío en invierno.



Volvemos al hotel a descansar, pero antes nos despedimos del que ha sido nuestro conductor todos estos días. Mañana para entrar en Teheran tenemos otro. A las seis y media salimos a dar un paseo, a ver una mezquita, que tampoco dice mucho, y otra vez vuelta al hotel. Ya solo nos queda cenar, en el mismo hotel, y poco más.




Como conclusión, decir que bajo mi punto de vista, dormir en Kashan es una pérdida de tiempo, pudiendo haber hecho el camino desde Isfahan a Teheran de una tirada (con las paradas correspondientes). Los escasos atractivos de la ciudad no justifican un día aquí.

06 abril 2014

18-03-14 Segundo día en Isfahan


Hoy el día ha venido igualmente cargadito. Se nota que es la ciudad con más atractivos turísticos, y hay que aprovecharlos. Nuestro primer destino ha sido el palacio Ali Qapu, que significa puerta alta, en un sentido tanto físico como espiritual (entrada 150.000). Fue edificado por la dinastía safávida, al igual que el resto de monumentos de la plaza, y la plaza misma. Era el palacio residencial, un edificio de cinco alturas en el que la terraza que da a la plaza está en el tercer piso, y en el quinto se encontraba la sala de música. En la plaza se encuentran los cuatro pilares del gobierno safávida: el político (con este palacio), el económico, con el bazar al norte, el religioso, con la mezquita al sur, y el cultural, con la mezquita al este, que se usaba como escuela para los hijos del rey. Además, por las dimensiones de la plaza, se cree que en sus orígenes se usaba para practicar el juego del polo.
La terraza estaba antes profusamente decorada, con pan de oro en las columnas, y espejos, pero los kajares arrasaron con todo.



Atravesando la plaza de oeste a este nos vamos a la mezquita Sheik Lotfollah, llamada así en honor a un jeque libanés, que era el maestro de los hijos del rey (entrada 100.000). Es la única mezquita del país que no tiene minaretes, ya que su función no era la oración sino la enseñanza. Tampoco tiene patio,  para que no se pudiera ver a la familia real.



El siguiente punto ha sido la mezquita Jamé Abbasí (la hizo el Shah Abbas), situada al sur de la plaza (entrada 100.000), muy bonita, y con la curiosidad de que en su cúpula central se oye el eco de los sonidos que se hacen debajo.




Mientras esperábamos a que el coche viniera a por nosotros, que estaba atrapado en el tráfico, entramos en una cafetería a descansar un poco, y yo me tomo un excelente té a la menta. Tenemos el tiempo justo, ya que en seguida llega, y nos vamos camino a ver los puentes. El primero es el puente Khajuy, con un pabellón real en el medio.


A continuación, el puente Si-o-se, el de los 33 arcos, que ya hemos visto otras veces,  pero ahora Azi nos explica que es el primer puente que se construyó en la ciudad, y se hizo para conectar el barrio armenio con el lado safávida.

La última parada es el palacio Chenel Sotun, cerca de la plaza (entrada 150.000). Era el palacio en el que los monarcas safávidas recibían a los enviados extranjeros. Estos monarcas tenían gran gusto por Europa, y se trajeron a dos pintores de corte de Holanda. Tiene 20 columnas, que reflejadas en el agua del estanque hacen 40 columnas, número que simboliza una gran cantidad. Aquí los kajares también cometieron sus tropelías, entre otras, borrar los frescos y pintar los suyos, unos horrores que no guardan proporciones, ni gusto ni nada.





Las visitas, con esto, se han terminado. Se nos ha hecho la hora de comer, lo que vamos a realizar en tres intentos. El primero, en un restaurante en la plaza, que estaba cerrado. El segundo, en otro del centro, donde intentamos ir el primer día, y que tenía una cola horrorosa. Finalmente acabamos comiendo en el hotel, cansado de buscar otro sitio. Después de la comida, un breve descanso, y a las cuatro y media en marcha otra vez camino de la plaza. Cambiamos dinero, y a empezar las compras. Pero más que nada es un paseo. Mercamos unas miniaturas y unos billeteros. Todo esto nos lleva tres horas. Al final regresamos al hotel, sin ganas de cenar de empachados que estamos de todo lo que estamos comiendo estos días. Bueno, yo ceno un poquito, un triángulo de hojaldre relleno que llevo viendo varios días en las ciudades, y que tenía ganas de probar. Es como una empanadilla grande, rellena de patata con hierbas. Y de postre, un estupendo té a la menta en la tea room del hotel.

05 abril 2014

17-03-14 Isfahan


El día de hoy ha venido cargadito. Hemos visto bastantes cosas y hemos aprovechado bien el tiempo. Saliendo a las nueve, como todos los días, nuestra primera parada han sido unos baños tradicionales, reconvertidos ahora en museo (entrada 50.000). Están en el barrio antiguo, y ya que no pudimos ver los de Kerman, estos nos valen. Están bastante bien conservados, y Azi nos cuenta que se han usado hasta hace 35 años. Son de época safávida, esto es, s. XVII, así que tienen cera de 300 años de antigüedad.






El siguiente punto de interés es un minarete del s. XIII. Se puede ver la escasa decoración de azulejo que tiene. Estos minaretes se usaban en época preislámica para guardar el fuego sagrado de los zoroastrianos, y a la vez servían de guía para las caravanas en el desierto, actuando de faros. Los musulmanes se apoderaron de estos lugares religiosos y los convirtieron en minaretes, usándolos para su nueva religión (como ha pasado siempre).



Este minarete está en el barrio más antiguo de Isfahan, y desde allí hemos seguido andando por el barrio antiguo, viendo sinagogas, y la gente del lugar cómo mira a los extraños, extrañados. Nos ha gustado mucho ver el trasiego diario de esta gran ciudad, que sin embargo en algunos aspectos es como un pueblo. Y desde allí ya hemos llegado andando a la mezquita Jamé (entrada 100.000). Bueno, a la primera, porque en la plaza del Imán hay otra. De esta mezquita dicen que es una auténtica enciclopedia de arquitectura, ya que sobrepuestas hay partes de los siglos IX, XIII, XV y XVII. Tiene once puertas, mirando hacia los distintos barrios, para que todo el mundo pudiera entrar. Ha sido restaurada, ya que parte se destruyó por los bombardeos de la guerra Irán-Irak. Es muy curioso ver la evolución. Las partes del s. IX están hechas únicamente de ladrillos cocidos, sin color. Aún así tienen mucha decoración, en las cúpulas, siendo todas distintas, y hay hasta 160 modelos decorativos distintos. Ya en el s. XIII, en época seliúcida, se introducen los primeros decorados en color azul turquesa. Y luego la profusión de colores que se ve, de época safávida, del s. XVII, los verdaderos arquitectos del Isfahan actual, los que edificaron la plaza del Imán, cuando la nombraron su capital. Esta dinastía se preocupó de conservar los elementos antiguos, edificando sus propias construcciones en otro sitio, sin derruir lo ya hecho. Muy interesante también es un mihrab del s. XIV, de época de la invasión mongola, que está hecho en yeso y se conserva perfectamente. Nos ha gustado mucho mucho, con sus cúpulas de ladrillo, sus exteriores decorados…










Como ya digo los safávidas construyeron la plaza del Imán, y para unir esta parte con la otra, crearon un enorme bazar, que nos lo hemos recorrido andando, no ya de punta a punta, que es infinito (o más), pero sí que hemos estado casi tres cuartos de hora en su interior, hasta que finalmente hemos desembocado en la famosa plaza. El bazar estaba atestado de gente haciendo las compras para el año nuevo.


Aquí nos ha recogido nuestro conductor para llevarnos a ver un par de cosas en las afueras. La primera, un mausoleo de un santo del s. XIV, un místico, al que le llaman los minaretes basculantes. Estos minaretes se añadieron en época safávida, y resulta que cuando se mueve uno, el otro también lo hace. Los estudiosos han tratado de encontrar una explicación a este fenómeno, sin éxito hasta el momento. Lo hemos visto desde fuera ya que nos ha dicho que no merecía la pena entrar para ver exactamente lo mismo.
Y un poco más adelante, los restos, en lo alto de una colina, de un templo del zoroastrismo, con su edificio circular para mantener el fuego sagrado. Ha sido bajar del coche, hacer la foto, y volver a montar. Esto está en las afueras, y la vuelta, en lugar de hacerla por el mismo camino, nos hemos acercado a la zona del río, para ver las huertas, donde la gente estaba arando, recolectando, comiendo… ya digo que me recordaba a un pueblo, a pesar de sus más de dos millones de habitantes.
Como ya se había hecho la hora de comer, nos hemos acercado al barrio armenio, para quedarnos cerca de las visitas de la tarde. Hemos comido en un restaurante italiano muy bueno y después, a ver la catedral armenia (entrada 150.000). Los armenios fueron invitados a venir por el Shah Abbas en 1605, para que huyeran de la persecución de los otomanos. Aquí se quedaron unos 80.000, aunque actualmente en el país quedan solo 90.000. La catedral llama la atención por sus pinturas, acostumbrados a decoración geométrica, están representadas las escenas del evangelio. Se construyó entre 1606 y 1685. Al lado de la catedral hay un museo armenio, donde narran parte del genocidio por parte de los turcos en 1915… Hay que ver, la historia de la “humanidad”… También hay manuscritos antiguos, miniaturas. No es especialmente llamativo, pero ya que estás allí, pues entrar no cuesta nada. Justo enfrente de la entrada a la catedral hay una plaza que es lugar de reunión de los jóvenes del lugar. Resulta que el barrio armenio también es famoso por la cantidad de cafés que tiene.





Desde aquí hemos vuelto a coger el coche, que nos ha llevado de nuevo a la plaza del Imán. Allí hemos estado tomando un té tranquilamente en una cafetería, en las galerías del interior, bajando la comida. Y luego, a mercar tranquilamente, y a ver trabajo de los artesanos. Primero hemos visto trabajar a un miniaturista, y luego a los que trabajan el cobre pintado. Ha sido bastante interesante, pero de momento no hemos comprado nada. Como ya estábamos bastante cansados de no parar en todo el día, nos hemos acercado andando hasta el hotel, donde hemos llegado a las seis de la tarde, para descansar un rato y conectar con la familia. No sé si lo he dicho, pero el hotel es cojonudísimo. Hemos estado hasta las siete y media, que ya nos hemos puesto en marcha para dar un vuelta hasta el río, esta vez acompañado de mi madre, que ayer se lo perdió. La gente nos para para preguntarnos que de donde somos, que por qué hemos venido, que qué nos parece el país, que qué es lo que más nos gusta… sigo diciendo que es lo mejor del país, sus gentes. Y mira que ya veníamos avisados…


Para rematar el día hemos vuelto a cenar al hotel, pero no al restaurante, sino al tea room, en el jardín, donde hemos tomado un guiso típico llamado ash, y que tiene, entre otras cosas, verduras (desconocidas), cebolla, espinacas, alubias, garbanzos, lentejas, fideos… vamos, un buen reconstituyente para recuperar las fuerzas.