30 noviembre 2012

10 de agosto de 2012. Retorno al continente.

Tras desayunar nuevamente con los juegos olímpicos tuvimos que bajar las maletas y dejar la habitación. Nuestro barco salía a las 12:30. No lo habíamos querido coger demasiado pronto (a las 9:30) ya que queríamos pasar un tiempo más en Stone Town para rematar compras, ni tampoco demasiado tarde (a las 16:30), ya que las dos horas de travesía harían que llegáramos a Dar de noche, que no es lo más aconsejable. Aprovechamos esas dos horillas que nos quedaban para disfrutar un poco más y empaparnos de las callejuelas y recovecos que no habíamos visto, y repetir lo que más nos había gustado. Lo primero que hicimos fue ir a cambiar la sortija de tanzanita de Adela, que después de darle muchas vueltas pensó que era pequeña para lo que su madre merecía. La mujer de la tienda nos atendió una vez más fenomenal y sin ningún problema nos la cambió. Luego seguimos nuestro paseo. 




Pero como aquello no es realmente muy grande, y como era viernes, su día festivo y muchas cosas estaban cerradas, antes de la hora prevista habíamos terminado, y fuimos con tiempo al puerto. Aunque no estaba muy lejos, unos diez minutos andando, preferimos coger un taxi para evitar ir cargados con las maletas. Así que llegamos rápidamente y entramos al control del visado. Aquí vimos todos los extranjeros que no habíamos visto en la isla los días de atrás, muchos de ellos cargados con mochilones de esos que solo llevan los que hacen un viaje largo, de varios meses… Qué envidia!!






El ferry llegó puntual (más o menos) y el embarque se hizo de forma ordenada (más o menos), y como nosotros íbamos en primera clase nuestros asientos estaban fenomenal, en una sala cerrada, con aire acondicionado. Pronto aquello empezó a moverse, y aproveché para sacar las últimas fotos de la isla, según nos íbamos alejando. 




Dentro, en la sala, se estaba muy bien. Bueno, miento, al principio se estaba muy bien. Luego, según avanzaba la travesía, aquello empezó a hacer la lavadora, a dar vueltas y más vueltas. Yo, que raramente me mareo (y soy un poco malo), me hacía gracia lo mal que lo pasaba la gente, y empecé a comer cosas grasientas delante de todo el mundo, que casi se mareaban más… Pero Adela también empezó a ponerse de colores, y yo le conté el truco que me enseñaron en buceo, cuando vas con la lancha y la cosa se mueve mucho: Mira a un punto fijo a lo lejos. Pero claro, en alta mar, sin referencias de costa y sin nada era verdaderamente difícil, y lo único que encontró fue una nube. Y así, totalmente concentrada en mirar la nube, como pudo, pasó el resto de la travesía. La gente salía a cubierta a expulsar sus males, y yo salí un par de veces a ver cómo estaba el tema, y porque me aburría… Pero a media travesía o así yo también me empecé a marear, y no hacía más que mirar el reloj a ver cuánto nos faltaba. Afortunadamente la cosa no pasó a mayores. 



Una vez en Dar, en la terminal del puerto, nos dispusimos a ir a nuestro hotel, que estaba relativamente cerca. Tras rechazar múltiples ofrecimientos de taxi me situé, y en algo más de diez minutos llegamos al hotel. Tanzanite Executive Suites. Es un buen hotel situado en una buena zona. La habitación era una pasada, y el baño, el mejor de todo el viaje. Tras tomar posesión, nos dispusimos a disfrutar de un relajado paseo por Dar. Nuestro hotel estaba a menos de cinco minutos de la avenida más famosa y concurrida, la Samora Machel Av. , en honor del lider de la independencia de Moçambique (ains, qué tiempos…). Tengo que decir que la decepción fue mayúscula. No hay nada que ver. Y mira que ya había leído que realmente no tenía muchas cosas, pero es que no había nada. Así que bueno, por lo menos disfrutamos de un tranquilo paseo. Nos acercamos hasta la famosa Clock Tower, y no es más que una rotonda con el pirulo en medio. Tanto es así que nos la pasamos pensando que sería otra cosa. Cuando ya los nombres de las calles no me empezaron a sonar con lo que había en el plano, dimos media vuelta, y de aquí, a visitar la estación de trenes, de donde tenía que haber salido dos años antes con mi amigo Fernando y no salí… La estación de trenes tiene su punto, con la cantidad de gente que mueve a su alrededor. Había muchos puestos callejeros de ropa, pantalones, camisas, también de relojes…
Salimos otra vez hasta la Samora Machel Av., y de aquí nos paramos a ver dos catedrales, una católica (creo) y otra protestante (creo). Esto fue muy curioso porque en la primera de ellas estaban celebrando bodas, pero como ocho o diez a la vez, así que estaban todas las parejas frente al altar, con todos los invitados muy bien vestidos, al estilo occidental, y unos cochazos fuera adornados con floripondios…
Seguimos un ratillo el paseo, pero al ver que anochecía decidimos volver al hotel antes de salir a cenar en un sitio que habíamos fichado, una especie de hamburguesería que por lo visto pertenecía a una cadena sudafricana. Cuando ya se nos hizo la hora de cenar nos acercamos al sitio, andando, igualmente en la avenida Samora Machel. El restaurante no estaría a más de diez minutos. Cuando llevamos la mitad del camino se nos acerca un chico (más bien venía caminando detrás nuestro y nos adelanta) y nos dice que cuidado con las mochilas (Adela llevaba una sobre un hombro) que él ha visto muchos robos a turistas por esa zona, que pasan con un coche cerca de la acera y te pegan el tirón. Tras agradecérselo y ponerse bien puesta la mochila, pensamos que ni en la mejor calle de Dar estábamos tranquilos… Así que tras una cena que no estuvo mal, cogimos un taxi que me daba las largas desde el aparcamiento frente al burguer, para llevarnos de vuelta al hotel y pasar lo que sería nuestra última noche en Tanzania.


29 noviembre 2012

9 de agosto de 2012. Descubriendo Stone Town.

Nos levantamos sin mucha prisa, y mientras desayunábamos aprovechamos para ponernos al día de las noticias de los juegos olímpicos, que habíamos estado desconectados. Tras desayunar nos adentramos a recorrer las calles de Stone Town. La primera parada la hicimos en la oficina de turismo, que está en el antiguo fuerte. Aquí también hay un museo, pero nosotros prescindimos de entrar. Y también hay un restaurante para comer, pero como era ramadán, estaba cerrado. El chico de atención era muy simpático, y le estuvimos preguntando por música tradicional. Al final nos escribió el nombre de una artista muy nombrada por aquellos lares, y nos dio las indicaciones de donde podíamos encontrar una tienda de música. También nos vendió un cd con música de allí. Un cd completamente infumable, por cierto.





A continuación, para evitar problemas de última hora, nos dirigimos al puerto, a la terminal de ferrys para comprar los billetes que íbamos a necesitar al día siguiente. Mientras Adela se quedaba mirando ropa muy chula en una tienda cerca del puerto, yo me acerqué hasta las taquillas, con el típico pesado dándome la paliza todo el rato. La diferencia de precios para residentes y no residentes es notable, teniendo que pagar los billetes en dólares. Al final, 40$ cada uno, por 5$ más viajábamos en primera clase.
Después pasé a buscar a Adela, que seguía entusiasmada en la tienda y con ganas de llevarse un montón de cosas. La zona del puerto, sin ser tan chunga como la que suele haber en las estaciones de autobuses, sí que denotaba más suciedad que el resto de la ciudad. Luego, nos marchamos al mercado local, que está bastante cerca. Dicho mercado era una mezcla de colores, olores, y supongo que sabores, pues no llegamos a probar nada, con un montón de animación. Está bien organizado, cada zona vende sus cosas concretas: los plátanos, las carnes, los pescados (olía a rayos), las cosas de segunda mano puestas en manteles sobre el suelo… Muchísima gente. Y aunque aquí en Zanzíbar hay un 95% de musulmanes, el colorido de los vestidos es total. Sí, llevan pañuelo en la cabeza, pero no son los colores apagados o negros de los países árabes. 






Como lo bonito de estas ciudades es callejear y perderse, para adentro que nos fuimos. Y sin casi quererlo encontramos una de las tiendas de música que nos habían mencionado en turismo. Una tienda de música toda pirata, con cds grabados y carátulas de impresora mala… Les enseñamos el nombre del artista y allí que nos sentaron en un banco de madera mientras nos iban poniendo disco tras disco, de manera que lo pudiéramos escuchar para ver si nos gustaba… Así tendría que ser siempre, hombre! Le pedíamos que pasara a otra canción y Adela me iba narrando los distintos ritmos: este es similar al nosequé, este otro al nosecual… Al final compramos un par muy baratos.
Seguimos callejeando, pero Stone Town no es una ciudad tan grande (por lo menos la parte antigua) y entre tiendas de souvenirs acabamos llegando a la catedral, que estaba justo al lado del hotel.






No nos quedó más remedio que ir al hotel a comer, ya que como era ramadán, sólo estaban abiertos los restaurantes de los hoteles… Aquí pude disfrutar de un plato indio como es el tandoori…” Not very spicy “, me dijeron… Pues anda, que si llega a ser very spicy….


Mientras yo disfrutaba de una siesta reparadora, que el estómago me pedía, Adela se fue a mirar tienditas muy chulas, ella encantada de la vida. En todos los sitios son muy amables y atienden muy bien. Y claro, así no te queda más remedio que corresponderles y comprar y comprar… Hasta nos acompañaron a una joyería especializada en tanzanite, la piedra típica de allí. Qué pena que mi pobre madre se quedó sin sortija al no haberme pedido que le llevara más que arena…
Después del mercadeo seguimos con el callejeo. El problema es que aquí anochece bastante pronto, y aunque Stone Town es una ciudad muy tranquila, daba cosa adentrarse en callejones oscuros, con escasa (por decir algo) iluminación. Pero nos sirvió muy bien para conocer otras zonas que por la mañana se habían escapado. Y además encontramos a un tipo que vendía zumo de caña de azúcar, una de las cosas que más me gustan… Tenía un tablero con los vasos de cristal, de los que bebía todo el mundo, y un balde de agua infame, en la que enjuagaba los vasos de los que bebía todo el mundo… Pero a mí me parecía el mejor elixir, refrescante, con un poquito de limón, que a punto estuve de pedirme otro…
Entre tanto deambular se nos hizo la hora de cenar. Nos acercamos a los jardines de Forodhani, que estaban llenos de puestos con distinta comida. Salvando las distancias me recordó a la plaza Jena el Fna de Marrakech. Salvo que aquí no hay mesas en los puestos, sino bancos a lo largo del parque, y cada uno se sienta donde quiere. Hay un montón de variedad, distintos tipos de brochetas, de carne, distintos pescados, patatas, huevos cocidos. Bueno, en la foto se ve mejor. 



Nos decidimos a pedir algo de comida local que todavía no habíamos probado, samosa, y estaba francamente buena. Era como una empanadilla rellena de verduras. Entre los puestos de comida también había uno de bebida. ¿Qué bebida? Zumo de caña de azúcar, así que no tuve otro remedio que meterme otro campano de tan delicioso elixir.




Y tras un breve paseo para bajar la cena (ya se sabe que la comida reposada y la cena paseada) nos dirigimos al hotel para terminar de hacer la maleta, que al día siguiente nos poníamos en marcha otra vez.

28 noviembre 2012

8 de agosto de 2012. Segundo día de buceo en Nungwi y traslado a Stone Town‏


El día comenzó igual que el anterior. Pero el club de buceo parecía otro totalmente distinto. En lugar de los guías locales que había el día anterior en esta ocasión había un tipo (no recuerdo exactamente pero creo que americano) chulito hasta más no poder, y una francesa que parecía simpática pero luego como guía, pues ni idea. 

Esta vez no fuimos a Mnenba, sino que nos quedamos en la zona de Nungwi, por conocer otras cosas. La primera inmersión estuvo bastante bien. Pero luego a la hora de equiparme en la segunda el americano me empezó a meter prisa, y yo, que no quería agobios, pasando de él, hasta que me dijo directamente: estoy esperando por ti. Pues es tu problema, no haber cogido el equipo que no te lo he pedido. Así que ya con el americano de morros, a bucear. Mi guía era la francesa, y allí en todas las inmersiones se lleva la boya en superficie durante todo el camino. La francesa no solamente era mi guía, sino también mi compañera, y yo lo tenía fácil, solo tenía que fiarme del carrete de la boya. En una de estas que me quedé un minuto a hacer una foto, y veo la boya y me pongo a su lado. Y mi sorpresa es que ya no era la francesa, sino otra la de la inmersión a la que se la había endosado. La tía había tenido no sé qué problema con su chaleco y se había ido para arribar sin avisarme y sin nada… Menuda guía, y menuda compañera…







Como este día habíamos ido más cerca de bucear llegamos un poco antes de vuelta al centro, y aproveché para ver algo que me había contado Adela que había observado el día anterior: las mujeres pescando. Provistas de unas cacerolas en la cabeza van dando golpes en el agua y formando un círculo con las redes, luego estrechan el círculo de manera que solamente tienen que coger los peces con las cacerolas.


Para trasladarnos a Stone Town había quedado con uno de los chicos que trabajan en los chiriguitos de la playa. Se me acercó ofreciéndome excursiones. También paseos en barco. Finalmente me ofreció llevarme a Stone Town por 35$, bastante más barato que los 50$ que pagamos por venir. Así que nos fuimos al hotel a recoger las maletas. Las habitaciones las tuvimos que dejar pronto por la mañana y me tuve que duchar en las duchas de la piscina. Les pregunté si podía dejar la habitación más tarde para ducharme al volver del buceo y me dijeron que no, que las tenían que preparar porque estaba el hotel lleno, pero que si pagaba me dejaban una… Vamos a ver, o está lleno y no se puede, o no está lleno. Pero eso de que si pago no está lleno no… Así que nos fuimos tras recoger las maletas.
A la hora acordada se presentó nuestro contacto acompañado de un conductor, que era el verdadero taxista. Nos montamos Adela y yo, más el taxista, nuestro “amigo” y otra persona que no sabíamos muy bien qué pintaba. Empezó a meternos por las calles del pueblo, y Adela se puso un poco nerviosa, pero era solamente para dejar a las otras personas, y pronto nos quedamos el conductor, Adela y yo. Según pasaba por los pueblos camino a Stone Town, la gente saludaba a nuestro taxista, y eso nos acabo de tranquilizar. Nos llevó rápido y bien hasta nuestro hotel, y nos ofreció alguna excursión, pero no teníamos más días y tuvimos que rechazarlo.
El nuevo hotel, Chavda, estaba muy bien. La única pega es que el restaurante estaba situado en una quinta planta sin ascensor. Así que después de haber tomado posesión del la habitación, subimos para tomar una cervecilla y disfrutar de la puesta de sol en Stone Town. 


Más tarde salimos a dar un paseo, y aunque aquello no está muy bien iluminado estábamos en todo el centro, así que solamente tuvimos que escoger un sitio donde cenar, y ya cansados, volver al hotel.

27 noviembre 2012

7 de agosto de 2012. Primer día de buceo en Nungwi.‏

Como en el hotel estaba visto que nos querían sablear, decidimos aprovechar la única comida que teníamos incluida, así que tras un buen desayuno, cogí los bártulos del buceo y para allá que nos fuimos. El centro escogido, de los varios que hay en Nungwi, fue el Spanish Dancer Divers. Adela me acompañó para ver dónde era y sobre todo para saber a qué hora me tenía que pasar a buscar. Las inmersiones del día las íbamos a hacer en Mnemba, una isla con pared de coral que estaba como a una hora de navegación. El barco era de madera, íbamos todos los buceadores con los equipos en la parte posterior de manera que el barco iba pinado hacia arriba de modo que el patrón no podía ver hacia dónde íbamos. Pero eso se solucionaba con el chaval que iba en proa avisando de lo que se encontraba… El chaval que iba el proa que estaba más dormido que despierto y al que el patrón tuvo que echar la bronca más de una vez porque no se enteraba de nada y se enredaba la hélice en restos de redes… Con otro español comentamos si no sería más fácil que nos distribuyéramos de manera más equilibrada en el barco, de manera que el patrón pudiera ver, pero se conoce que no es la costumbre por allí.

Al loro a la camiseta de Camarón...

Las inmersiones estuvieron bastante bien. Mi guía fue MJ, un tipo local (quiero decir, negro) que era bastante simpático y a mi me pareció que controlaba. La visibilidad del agua era estupenda y aproveché para ver peces desconocidos para mi, y algún nudibranquio interesante. 





En el descanso entre una inmersión y otra nos sacaron piña natural, plátanos, sandías y algo para beber. La segunda inmersión también estuvo bastante bien.





Aproximadamente a la hora convenida, las dos de la tarde, ya estábamos de vuelta en el centro de buceo, y allí estaba Adela esperando. Mientras yo estaba a lo mío ella se había recorrido todos los puestos y tiendas de Nungwi de modo y manera que la hacían la ola cuando pasaba… Bueno, esto es un poco exagerado, pero sí que sabían cómo se llamaba y le saludaban todos. Estuvo casi toda la mañana acompañada por una mujer masai y su bebé mientras intentaba encontrar unos pareos que le habían encargado (benditos encargos. Nota: por favor, si queréis que algo humanamente imposible sea posible, encargádselo a Adela. Ella conseguirá a base de tesón y esfuerzo que se convierta en realidad…).Y como todos le pedían de forma muy agradable que viera su puesto, pues ella con mucho gusto encontraba algo bonito en cada uno para comprar. Bien, en el centro de buceo aproveché para preguntar a un chico español que trabajaba allí dónde iría a comer él, un sitio local. Tras unas indicaciones pasamos por el hotel a dejar los bártulos y pegarme una ducha, y para el restaurante que fuimos.
Tardamos bastante rato en encontrarlo, no había entendido muy bien las indicaciones y nos perdimos varias veces (bueno, me perdí, que Adela no tenía culpa ni pena), así que aparecimos en la playa tras dar muchas vueltas, y el chico que estaba dormido en la proa del barco nos acompañó directos al lugar.
En el sitio no había nadie, solamente una señora con la que no conseguíamos entendernos muy bien. Le preguntamos qué había de comer, y nos dijo que casi no tenía nada. Bueno, si nos da lo mismo, qué te queda. Pues un poco de pulpo, alubias y arroz. Está bien, eso mismo nos vale. Es que no es muy abundante. No importa, es mejor que nada. Es que… La señora no paraba de poner problemas donde yo no los veía. Se notaba que la mujer estaba azorada y yo no entendía nada, hasta que uno de los hombres que estaba sentado en la típica piedra de fuera, entró y nos dijo: Es que es ramadán y hasta la salida del sol no puede servir comidas… Acabáramos… No hay problema. Take away is ok? Ok…
Así que de esa manera nos preparó en un envase de aluminio una estupenda comida de la que dimos cuenta en la habitación del hotel.

Tras un rato de descanso volví para hacer la inmersión nocturna, en esta ocasión solamente estábamos MJ y yo solos. Salimos andando del dentro de buceo, y andando nos metimos en el agua, una inmersión desde la orilla. A mi las inmersiones nocturnas me encantan y esta no me decepcionó. Vi, entre otras cosas, seis especies de morenas distintas. Disfruté un montón. Tras una hora de inmersión salimos andando del agua y para el hotel, a dar cuenta de los restos de comida que se habían convertido en nuestra cena (ya he dicho que no estaba dispuesto a dejar ni un duro).