28 noviembre 2017

18-11-17. Zona de iMfolozi

Si el día anterior madrugué, hoy todavía más. El viaje se estaba acabando y quería aprovechar todo lo que pudiera. A las cinco y media ya estaba en la carretera. No hay muchos detalles que contar, así que voy con las fotos que es lo que interesa...




Sobre las nueve paré en un hide, pero estaba bastante tranquilo. Y un poquito más adelante...






Normalmente cuando ves leones es porque hay un mogollón de coches parados a la orilla de la carretera, pero estos los vi yo el primero, así que estuve un rato yo solo...








Finalmente salí del parque sobre las cinco y media de la tarde. Tenía otro par de horas de vuelta al alojamiento donde dormiría (escasamente cinco horas) antes de tomar el carrusel de vuelos que me llevaría de vuelta a casa.

27 noviembre 2017

17-11-17. Zona de Hluhluwe.

El parque realmente se llama Hluhluwe-iMfolozi, y tiene dos zonas diferenciadas. La primera noche la había pasado en Hilltop, que está en Hluhluwe, y esta zona era la que me iba a dedicar a recorrer este primer día. Decidido a aprovechar el tiempo lo máximo posible, y teniendo en cuenta que allí era primavera y los días comenzaban a crecer, puse la alarma a las 5:15, ya que la puerta del campamento la abren a las 5, pero ya me parecía excesivo.
Nada más salir del campamento el inicio fue prometedor, una cebras justo en la carretera. Esto de salir tan pronto tiene la ventaja de que hay menos coches y de que los animales están más activos. Seguí recorriendo los caminos con bastantes buenos encuentros, hasta que se hizo la hora de ir a desayunar.








Llegué al restaurante a las 9:20, y en teoría cerraban a las 9:30, así que entre el hambre que ya tenía a esas horas y la prisa porque no me cerraran me lo quería ventilar a toda carrera. Hay veces que se me olvida que estoy en África, y mientras yo estaba todo acelerado el resto de la gente disfrutaba de su desayuno sin ninguna prisa. Así que me relajé un rato, ya que el señor buffet merecía la pena. 


Y luego ya lo que es visitar parques. Dar vueltas en el coche despacico, por los caminos, esperando ver animales. No hay mucho más que contar.













A última hora de la tarde me acerqué ya a la parte de iMfolozi, donde dormía, en su campamento Mpila, más básico, ya que no tenía restaurante, pero que por el contrario había cogido una buena cabaña. Intenté reservar un night drive, para aprovechar todavía más el tiempo, pero ya estaba completo.


Tras tomar posesión (y volver a pagar las tasas aquí de esta noche) aproveché igual que el día anterior hasta las últimas claras del día. Total, regresé a las 18:50, agobiado por no poder parar en los últimos avistamientos, sin saber si conseguiría llegar a tiempo. 








El resultado fueron más de trece horas en coche, y ya con la cabeza como un bombo de estar continuamente prestando atención.

26 noviembre 2017

16-11-17. El día medio perdido.

A pesar de que nos dijeron que no madrugáramos, que si se podía bucear ya nos avisarían ellos, y no por tener ninguna esperanza de poder hacerlo sino más bien por la rutina de levantarse pronto todos los días, a las 7 de la mañana ya estaba arriba. estaba jarreando y con un airón de miedo. Esperé a que se levantaran los holandeses para desayunar juntos, pero después de recoger todo el equipo y hacer la maleta no tenía ganas de esperar más, que ya se habían hecho las nueve y allí no aparecía nadie. El desayuno fue de verdad, con bacon y salchichas. Me dediqué a hacer alfunas fotos al sitio.



Me preguntaban que qué me apetecía hacer por la mañana, pero la verdad es que no tenía ganas de hacer nada. Ya solamente quería llegar al parque. El dueño del centro nos propuso hacer una visita al Oyster Box Hotel, un hotel de muchísimo lujo, herencia del pasado colonial, con porteros con salacot para abrirte la puerta y salones preparados para tomar el té con pastelitos. Los holandeses se portaron bien y me acercaron en su coche, así que después de saldar deudas con el centro de buceo fuimos para allá. Yo tenía el traslado al aeropuerto pagado, pero era bobada hacer que me fueran a buscar al hotel, que quedaba muy cerca, y los holandeses me acercaron.
Una vez en el aeropuerto nos costó un poco encontrar la zona donde se recogía el coche de alquiler (pero a mí me vino bien para cuando lo dejé a la vuelta, que ya fui a tiro fijo), pero tras dar un par de vueltas lo encontramos. Ahora ya sí que me quedaba solo del todo. Enfilé rumbo a Hluhluwe, que se pronuncia algo así como sluslugüi. Quitando los últimos 50 km. que ya tomé la comarcal el resto se hizo por una autovía estupenda.
Tras un par de horas llegué al parque, donde me estuvo vacilando la chica de recepción, diciéndome que tenía que buscarle un novio español, que estaba cansada de los sudafricanos, y que a cambio no me iba a cobrar... y efectivamente no me cobró, por lo que yo me fui de allí tan contento.
Me dio tiempo a recorrer el parque un par de horas, pero la entrada fue un poco decepcionante. No vi nada más que unas jirafas y una cebra.


Al llegar a la zona de alojamiento fui a hacer el check in, y aquí fue donde sí que me cobraron. Resulta que en la entrada no se paga nada, se hace después en los campamentos, y por eso me estuvo vacilando la chica de abajo...
La zona se llama Hilltop, y como su propio nombre indica está en lo alto de una colina, por lo que las vistas desde allí son bien chulas. Había cogido el alojamiento más básico, para compensar que había pedido desayuno incluido. Tan básico que tenía que ir al baño a unos 100 metros, que por la noche daba cosica. Pero bueno, como llegué pronto, después de tomar posesión de la cabaña (que aunque era básica tenía frigo) me fui a dar otra vuelta para aprovechar la última hora de luz. Los resultados fueron tan escasos que no llegué a sacar ninguna foto.
Esperando que al día siguiente tuviera mejor suerte me fui a la cama, no sin antes haber puesto la calefacción a toda leche, que hacía bastante frío.

15 noviembre 2017

15-11-17. Dos inmersiones y media.

Se me olvidó contar que ayer, entre inmersión e inmersión, vimos unos delfines, y nos pusimos a perseguirles. Nos dijeron que nos tiráramos al agua, a su paso, para estar un rato con ellos. Yo me tiré tarde porque estaba grabando un video, y a pesar de dar aletas un buen rato no llegué a tiempo. Pero bueno, el resto de la gente tampoco llegó a tiempo. Total, que vuelta al barco otra vez y segundo intento, que vuelve a ser infructuoso. La tercera vez yo casi no tenía ganas de tirarme, de lo cansado que estaba de nadar para intentar llegar, pero ahora calculan mejor donde nos dejan y esta vez sí que llego. Estoy un buen rato nadando con ellos, justo al lado, viendo cómo se sumerjen y vuelven a salir. Una gozada. Además nos avisan que acaban de ver un tiburón tigre siguiendo a los delfines, pero ya no le encontramos.
El caso es que hoy nos pegamos el gran madrugón, a las seis y cuarto ya desayunados para intentar salir cuanto antes. Se avecina mal tiempo y queremos intentar hacer tres inmersiones antes de que entre el temporal. La primera la hacemos en un pecio, el Nebo, al que podríamos llamar el barco de los nudibranquios.









Para la segunda toca repetir la inmersión con cebo. Con la particularidad de que al ser la segunda llegamos cuando los barcos que han hecho esta inmersión como primera se están yendo. Así que al final estamos nosotros solos. Nosotros que somos el matrimonio holandés, el guía y yo. Quizá un poco menos de tiburones que el otro día, pero que sin duda disfruto más al haber menos gente.














En la tercera inmersión volvemos a la cueva de los reggies. Tres veces y cada una de ellas totalmente distinta. Hoy aparece una tortuga comiendo tan tranquilmente. Cuando llevamos 25 minutos de inmersión el guía de pronto nos hace señales rápido que se acaba el buceo, y que subamos inmediatamente, sin parada de seguridad ni nada. Ha oído el motor del barco haciendo señales, lo que quiere decir que finalmente ha entrado el temporal.




Y efectivamente, cómo ha cambiado la cosa en menos de media hora. Y nos dice que solo es el inicio. Así que de vuelta al puerto a toda leche. Tengo que llevar la capucha puesta de los perdigonazos que son las gotas de lluvia contra la cabeza. Tenemos que comer dentro de la casa del viento y de lo malo que hace, y ya veremos si se puede bucear mañana, que sería mi último día. Nada que no esperase, por otro lado. Se tira jarreando toda la tarde, casi sin poder salir de la habitación. Nos dicen que mañana no pongamos la alarma, que durmamos todo lo que queramos, y que si se puede bucear, ellos nos despiertan.
Aprovecho para hacer la compra del desayuno, comida y cena de los días que esté en el parque, ya que mañana ya duermo allí. Y luego nos vamos a cenar a Sabastian's, yo tomo una rica hamburguesa, mientras intercambiamos historias de viajes de buceo y pensamos en nuevos destinos...