10 septiembre 2017

25-08-17. Último día en Bangkok.



Todo viaje llega a su fin y el del nuestro ya estaba cerca. Esta misma noche cogíamos el vuelo de vuelta. Pero todavía nos quedaba un día entero por disfrutar en Bangkok. Nos tomamos las cosas con toda la calma del mundo, comparado con los dos días anteriores, tanto es así que salíamos por la puerta a las nueve menos cinco, justo para llegar a las nueve cuando abrían la oficina de cambio de Super Rich, para tener algo de margen para pasar el día. Desde aquí repetimos la jugaba del primer día, BTS hasta el río y desde allí barco con bandera naranja. Pero esta vez subimos hasta más arriba del palacio real, que cuando pasó esa parada éramos los únicos occidentales que quedaban en el barco.


Nuestro destino final era el palacio Dusit y la mansión Vimanmek. Según íbamos llegando, en la explanada previa vimos decenas de autocares, lo que no presagiaba nada bueno. Según estoy escribiendo esto me acabo de dar cuenta de que realmente no llegamos a la mansión. Por un error mío en el mapa tomé el salón del trono de Ananta Samakom como la mansión. Ya decía yo que no me llamaba para nada la atención. Además esto sí estaba infestado de hordas bárbaras, mogollón de turistas que en manadas se hacían su foto con el palo selfie y se iban, sin dejarte disfrutar de un momento de tranquilidad. Yo no me quejo de que haya mucho turismo en los sitios que visito, ni pretendo ser el único que vea las cosas, pero un comportamiento educado por los turistas, sin vocear, meterse en la foto que llevas intentando hacer diez minutos, empujar, darte con el palito o con el paraguas, no estaría de más. Por todo esto, y porque había que hacer dos colas, una para dejar todo (mochila y cámara) y otra para entrar en el edificio, pasamos de entrar. Salimos a la plaza llena de autocares y cogimos un taxi.





Nuestro destino era el Wat Intharawihan, donde se encuentra la estatua de Buda gigante de 32 metros de altura. Aquí sí que estábamos prácticamente solos, se nota que está fuera de los circuitos más turísticos. Nos dio la impresión de ser un templo como de barrio, lo que le daba un saborcillo especial.

Desde aquí cogimos un tuk tuk al Wat Bowonniwet Wihan. El conductor empeñado en hacernos un circuito, y nosotros que no, que solo queríamos que nos llevara ahí. Y él, por poco más os llevo luego a un mercado que precisamente hoy están de rebajas, de hasta un 70%, y nosotros, que no, que no hace falta. Y él, bueno, os espero en la puerta y luego seguimos hablando. Bueno, pues espera donde quieras. El templo nos gustó, sobre todo por la tranquilidad que se respira nada más cruzas sus puertas. Tiene en su interior dos estatuas de buda, una detrás más grande que da la impresión que está protegiendo a la primera. Había bastantes militares o policías rezando y almorzando, supongo que cerca habría algún cuartel o algo.


El templo este se encuentra muy cerca andando de Khao San Road, la zona de mochileros. Salimos por una puerta lateral para evitar al conductor que seguro que nos estaba esperando y en cinco minutos ya estábamos allí. Se nota que es una zona con muchísima vida en la que no nos hubiera importado alojarnos. Son casi todo restaurantes, y hay un montón de puestos callejeros. También me intentaron vender tres o cuatro veces camisas y trajes a medida, tenían buena pinta, pero yo no uso de eso…

 
Ya nos iba quedando menos, pero todavía quedaba, así que cogimos un taxi para ir al Wat Trai Mit, el buda de oro. Fue doblar la esquina y darnos cuenta de que el taxímetro iba a toda velocidad, así que le dijimos al conductor, stop, stop! Y nos marchamos sin más, sin soltar un duro ante el intento de timo. Fue el único, pero no podía faltar. Los siguientes que tomamos no nos dieron ningún problema. El buda de oro no es que sea dorado, recubierto de pan de oro, como los otros, sino que debe ser de oro macizo. Estuvo bien, sin más.



Este templo está justo al lado de Chinatown, así que completamos la visita recorriendo sus calles. Y la verdad es que parece que cambias instantáneamente de ciudad, mucho más colorido, los letreros escritos en chino, los negocios también cambian, establecimientos de comidas raras… No pudimos pasear por la noche y ver todas las luces y el ambiente, pero nos sirvió para hacernos una buena idea. Aquí comimos, que después de llevar toda la mañana de un sitio para otro ya nos había hecho la hora.





Y desafortunadamente no nos quedaba mucho más por hacer. Fuimos en taxi hasta el hotel para preparar bien las maletas, lo que nos llevó un buen rato. Cuando terminamos nos acercamos al templo hindú de Sri Maha Mariamman, que le teníamos justo al lado del hotel y lo habíamos dejado para el final. Había una celebración, estaba lleno de gente con ofrendas, tocando las campanas, la policía regulando el tráfico, los vendedores fabricando guirnaldas… Mucho ambiente.





Pero nuestro tiempo estaba llegando a su fin. Nos compramos algo para cenar en el 7 eleven y nos fuimos hasta el aeropuerto usando el BTS y el airport rail link. Al llegar nos encontramos con la agradable sorpresa que nos mandaban en bussines…

09 septiembre 2017

24-08-17. Excursión a Ayutthaya.



Como decía, otra vez tocaba madrugón. Yo quería ir en tren, y éste salía a las ocho y media de la mañana, con lo que para evitar agobios me propuse estar en la estación a las ocho. Nos levantamos a las seis y media, ya que había unos veinte minutos andando hasta la boca de metro. Llegamos a la estación un par de minutos antes de las ocho, y fue impresionante porque mientras caminábamos hacia la entrada, a las ocho en punto empezó a sonar música por los altavoces y se quedó todo el mundo parado, como en una película. Supusimos que se trataba del himno nacional, y nos quedamos nosotros también parados, por si acaso. Al acabar hicieron una reverencia y siguieron su camino como si nada.
Al entrar a la estación nos atendió una persona que nos indicó los horarios y precios. Había leído en internet que el billete en primera costaba costaba 65 bath, pero esta mujer nos informó que eran como 250, así que opté por ir en tercera por 20 bath. El tren era algo mejor que el de Myanmar pero a Adela se le hizo bastante pesado. Los asientos no eran de madera, sino de plástico duro que al final te da igual, el culo plano. Los paisajes, el motivo principal de querer hacer el viaje en tren, no fueron nada espectaculares, nada que ver que el año anterior. De la hora y media que se tarda en llegar, casi la mitad la pasamos dentro de Bangkok, que al ser una ciudad enorme se tarda mucho en salir. Eso sí, el tren fue puntual, exacto. Al minuto.



Éramos varios turistas en el tren, y cuando se acercaba la parada el revisor nos avisó, que era la próxima, porque claro, ni megafonía ni nada.
Cuando salimos de la estación nos “asaltaron” varios conductores de tuk tuk para ofrecernos excursiones para todo el día, pero yo quería alquilar una moto para ver las cosas a mi ritmo, deteniéndome el tiempo que me diera la gana en cada sitio. Lo hicimos en la calle que sale justo frente a la estación, que ya se veían directamente los carteles. El primer recinto que visitamos, donde compramos una entrada conjunta para seis que merece la pena el precio, fue el Wat Maha That. Allí se encuentra la famosa cabeza de buda encerrada entre las raíces de un árbol. Allí coincidimos con varios grupos de españoles, algunos de ellos empeñados en hacerse la típica foto de todos saltando, cosa que por un lado me parece una horterada, y por otro lado, en según qué sitios, una falta de respeto. Pero bueno, ellos son felices.




Luego cogimos la moto para acercarnos al Wat Ratcha Burana, que estaba justo al lado, pero bueno, para algo teníamos la moto. La torre principal está bien, pero no tiene mucho más.

Desde aquí fuimos al Wat Phra Si Sanphet, que ya está un poquito más lejos. Aquí había un despliegue policial enorme. Había visita de alguien importante (extranjero, porque era alto, rubicundo, más rojo que un cangrejo) con toda la familia, les estaban haciendo un show con los elefantes y todo, poniéndoles guirnaldas de flores, y algo pillamos.



En este momento ya llevábamos algo más de dos horas trasteando por los templos, y hacía un calor horroroso, acompañado de un sol de justicia (cosas que muchas veces no van unidas), nosotros llevábamos ya dos semanas de viaje y el calor agota. En los templos prácticamente no hay una sombra donde meterse. Dicho todo esto Adela me dijo que ya no quería seguir viendo más templos, que siguiera yo si quería, que con dejarla en un sitio con agua y sombra tenía bastante. Y eso hicimos. Volvimos al primer templo, donde había una buena zona con árboles y tiendas con refresco y souvenirs, y yo me acerqué a ver el Wat Chaiwatthanaram, que está bastante alejado, al otro lado del río. A pesar de que me di toda la prisa posible me llevó casi una hora ir y volver. Y menos mal que fui, porque fue el que más me gustó de todos, a pesar de verle solo y a toda prisa.





Aunque tenía un par de templos más con la entrada pagada y marcados para visitar decidimos que ya estaba bien y decidimos volver a Bangkok. Para ello dejé a Adela en la parada de las vans y yo me acerqué a devolver la moto a la estación. Había que dejar el depósito lleno, ya que lleno lo había recibido, y cuando fui a echar gasolina y le dije que llenara el depósito el chico se me quedó mirando como diciendo, te estás quedando conmigo, porque se veía la gasolina. Eché 15 baths, el equivalente a 40 céntimos. Imagina tú en España uno que va a la gasolinera y dice que le eche 40 céntimos…
Desde el sitio del alquiler al de las vans el gps me daba tres kilómetros, así que pregunté al chico de las motos que cuánto me costaría un taxi. Me dijo que para mí solo no merecía la pena, que cogiera un barco que me cruzara el río y desde allí un mototaxi. Esa opción no me la daba el gps, de esa manera solo había un kilómetro, que como cuando llegué a la otra orilla no había mototaxi, lo hice andando. Compramos algo en el 7 eleven para comer sobre la marcha en el rato que tuvimos que esperar a que se llenara la van, que fue una media hora. La van, con un perfecto aire acondicionado que nos dio la vida, nos dejó en la estación BTS de Mo Chit tras algo más de una hora de trayecto. Desde aquí cogimos el BTS hasta la estación de Siam, donde se encuentran varios centros comerciales. Tras dar una vuelta por el de las marcas de lujo nos acercamos a nuestro verdadero destino, el MBK, justo cuando empezaba a llover con todas las ganas.
Al principio, cuando entras, no te enteras ni en qué planta estás. No costó bastante orientarnos, y tras pasar una hora dando vueltas por allí pensábamos que vaya ful. Pero tras “callejear” un poco más por los puestos acertamos a llegar (dio la casualidad más bien) a lo que realmente nos interesaba: las tiendas de ropa de recuerdos, camisetas a tres euros, souvenirs baratos y demás morralla que llevar a casa a contentar a la familia. Tras gastar cantidades ingentes de dinero no nos quedó más remedio que pasarnos por el hotel para dejar todas las bolsas con las compras.
Se nos había hecho la hora de cenar, lo que hicimos en un japonés que ni fu ni fa, y que nos pillaba camino al mercado nocturno de Pat Pong, donde rematamos el día comprando alguna que otra cosilla.