31 octubre 2016

14-08-16 Primer día en Bagan.



Cuando escribo este diario apenas han pasado un par de días desde el terremoto. Las imágenes son impactantes, y aunque por un lado nos da mucha pena ver los edificios medio destruidos, nos sentimos muy afortunados de haber podido disfrutar de esta maravilla.
Habíamos quedado con nuestro guía a las ocho y media, dispuestos a aprovechar al máximo el último día de coche. No paramos de ver templos en todo el día, con la consecuencia de que uno ya no sabe cual es cada uno. El listado de los que vimos es el siguiente, con el olvido de alguno, ya que en los días siguientes, cuando intenté hacer por nuestra cuenta los que nos faltaban de ver, en tres ocasiones ya los habíamos visto y se nos había pasado apuntarlos.
Shwezigon pagoda
Htilominlo
Alopawpye
Dahmma yan gyi
Dahmma ya zika
Izza Gawna Paya
Finido
Paya Thon Zu
Tayoke Pyay.
Lemyethna
Lawkananda
Sein Nyet
Naga Yon
Gu Byauk Gyi
Gaw Daw Palin
Buledi (río)
Shwe gu gyi
That Byin Nyu
Shwe San Taw
Comenzamos en la pagoda Shwezigon, dentro de Nyaung U, nos pillaba realmente cerca. Aquí las vendedoras nos dijeron que la entrada estaba junto a sus puestos, que dejáramos el calzado allí. A la vuelta nos había quitado las chanclas de donde las habíamos puesto, las habían colocado frente a su tenderete para “obligarnos” a mirar la tienda. No me gustó nada este gesto. No obstante la pagoda está bastante bien.





Esta es un poco más distinta al resto que hay en Bagan, por sus dorados, en vez de ser de ladrillo. Pero a partir de aquí todo empezó a convertirse en un maremágnum y una sucesión, no voy a decir que de templos todos iguales, pero sí que quitando media docena un poco más representativos, se me mezclan todos. Puedo decir que aprovechamos el coche a tope.



La parada para comer la hicimos en un sitio en el que caímos por casualidad llamado Mingalarbar Food Corner, situado en New Bagan. Cuando le pedimos al guía que nos recomendara un restaurante se quedó en blanco, sin saber qué responder. Me pareció un poco raro. Pero bueno, el sitio no estuvo mal, un restaurante normal con buena atención y que nos dio sandía de postre gratis, sin haberla pedido, que como refresco nos vino genial.




Después de comer nos acercamos al templo de Lawkananda, al lado del río. La “localidad” en la que se ubica estaba de fiestas, y estuvimos un buen rato viendo un partido de voleibol entre pueblos cercanos. Lo pasamos bastante bien viendo cómo animaba la gente. En ese rato cayó una buena chaparrada, pero como estábamos debajo de un gran árbol ni nos enteramos.






El templo que más nos gustó de todo el día fue el Shwe gu gyi, al que se puede subir, y cuyas vistas son espectaculares. Además estuvimos prácticamente solos, y aunque no era todavía la puesta de sol, faltaba bastante poco y los colores eran muy chulos. Desde aquí además se veía el Shwe San Taw, cómo se iba llenando de gente hasta la bandera.








Pero bueno, tras haber disfrutado lo nuestro en este sitio, también nos acabamos acercando allí. Había muchísima gente y no disfrutamos tanto como en el anterior, pero también mereció la pena subir. El cielo no estaba muy claro, así que no esperamos hasta el final de la puesta de sol, porque además no habíamos parado todo el día y estábamos cansados. Decidimos irnos al hotel y despedirnos del chófer.
A la hora del pago, al sacar los dólares, de bastantes malos modos empieza a mirarlos, y a poner caras raras, y yo venga a preguntarle que qué pasaba, que si había algún problema, y el tío sin contestarme, maleducado, se acerca a la recepción del hotel, y les pregunta no sé qué, todo sin decirme nada, y luego, sin ninguna explicación nos dice, foto para Mr. Linn (que aquí no estuve yo vivo y le tenía que haber mandado a paseo), nos hace una foto con el móvil, y sin despedirse, hasta luego, Lucas. Yo había leído maravillas del Mr. Linn, pero este que nos mandó al final no me gustó (no he contado que uno de los días, mientras nos daba la botella de agua, sacó una lata de cerveza para beberse mientras esperaba nuestra visita).
Pero bueno, ya nos habíamos despedido de él, y ahora lo que quedaba era cosa nuestra. Tras un rato de descanso en la habitación y un bañito rápido en la piscina, que estaba de mimo, preguntamos en recepción dónde nos podían dar un masaje, y nos mandaron a un sitio que estaba un par de calles más allá. Tras reservar la moto eléctrica para los dos días siguientes nos acercamos donde el masaje. Cuando llegamos, a las ocho de la noche, un grupo de chicos jóvenes que estaba al cargo y que su inglés era muy justo nos dijo que era muy tarde, y que ya estaba cerrado. Quedamos con ellos entonces a las siete de la tarde del día siguiente. Desde aquí ya nos acercamos a cenar, a un sitio llamado La Terraza, cuya dueña, una italiana, se había casado con un birmano y allí se había quedado. La cena estuvo bastante bien, pero fue un pelín (solo un pelín) más cara de lo que estábamos acostumbrados (quizá demasiado bien acostumbrados). Ya al día siguiente empezábamos a rular nosotros solos por los caminos de Bagan.

30 octubre 2016

13-08-16. Camino a Bagan.



El día no estaba demasiado cargado de actividades. Aun así decidimos madrugar un poco para evitar las horas de más calor. Así que a las ocho y cuarto salíamos por la puerta de nuestro estupendo Win Unity Resort camino a las cuevas de Pho Win Taung, donde llegamos aproximadamente en una hora. Nos gustaron bastante estas cuevas.




Nada más bajar del coche una chica nos ofrece hacer de guía, diciendo que si no, igual nos perdemos las más interesantes. Declinamos la oferta, pero Adela le da un carmín para los labios y la chica se queda tan contenta. Las cuevas en sí están bastante descuidadas, incluso con desperdicios en algunos sitios, pero el conjunto merece la pena. Nos gustaron especialmente las pinturas que vimos en varias de ellas. Otra señora le pidió carmín a Adela, y luego vinieron las amigas, hasta que acabaron las existencias. Así que al cuarto de hora, cuando vino otra señora desde otra punta directamente a pedir carmín, ya no nos quedaba ninguno.




La visita nos llevó una hora. Se me olvidaba comentar que está todo lleno de monitos, a los que la gente da de comer, cacahuetes, plátanos y pepino, y los monos danzando por allí tan contentos.






Cerca, en el mismo pueblo, están también las cuevas de Shwe Ba Taung, no tan bonitas como las anteriores pero más grandes. Aquí una pareja de chiquillos nos acompañó en el recorrido sin pedir nada a cambio. Estuvimos poniendo pan de oro en la uña de uno de los budas. A Adela sí que le dejaron. Luego el señor que vendía el pan de oro se comió uno, decía que era bueno para el cuerpo, que le ayudaba a estar fuerte…



Y ya de aquí, derechos a Bagan. Adela, que cuando quiere se hace entender perfectamente en el poco inglés que sabe, había dicho el día anterior al chofer que quería que le llevara a un sitio para hacerse una camisa con alguna de las telas compradas los días anteriores. Y con la chica de la tienda de al lado haciendo de traductora, una hora tardó en decidirse cómo quería que se lo hicieran. Realmente no teníamos otra cosa que hacer. Llegamos al hotel Zfreeti a las dos y media de la tarde, y tras un corto paso por la habitación para tomar posesión, nos fuimos a comer relativamente cerca, a un sitio llamado Bibo, donde estaba todo riquísimo. Yo me tomé una hamburguesa teriyaki estupenda, y el zumo de piña y lima de Adela estaba exquisito.
Después me estuve bañando un rato en la piscina, tomando un helado de chocolate, bañándome de nuevo en la piscina… luego reorganizar papeles y maletas, y después de leer las noticias del día ya casi se había hecho la hora de salir a dar un paseo por el pueblo. Preguntamos en recepción donde nos podían dar un masaje y seguimos las indicaciones para reservar hora para el día siguiente. Caminamos un poco viendo la variada oferta de restauración hasta que nos decidimos por entrar al Weather Spoons, donde también estaba todo estupendo. Ya sin más, al hotel a descansar.

29 octubre 2016

12-08-16 Camino a Monywa.



Antes de subir a desayunar a la estupenda terraza que tiene el hotel, bajo a preguntar que si ya han llegado las maletas. Me dicen que sobre las once o así, y no puedo evitar montar en cólera. Ayer me dijiste que a las siete. Sí, a las siete llegan a Mandalay, pero luego tienen que venir de la estación de autobuses hasta aquí.
Nosotros habíamos quedado en salir a las nueve, menos mal que no era por avión, así que no nos quedó más remedio que esperar. Y por fin, después de tantos avatares, a las diez y cuarto, aparecen nuestras maletas, con un pequeño roto en unas fundas que les ponemos pero por lo demás intactas. Nos cambiamos de todo y emprendemos ruta hacia nuestro primer destino, la pagoda Kaungmudaw en Sagaing. Cuando entramos no parecía gran cosa, pero al salir al patio es cuando podemos observar una enorme cúpula dorada que nos gusta bastante. Aprovechamos y compramos unas tortitas de arroz, que resultan no saber a nada, y una chaqueta a bastante buen precio.



De aquí nos esperan unas dos horas de trayecto hasta Laykyun Setkyar, donde se encuentra la estatua de buda más alta del mundo. Su interior es hueco y se puede subir hasta arriba. Nosotros solamente subimos hasta el piso trece, andando, hasta que nos dimos cuenta que las ventanas tenían bastante porquería y que no se iba a poder ver nada. Pero el interior es bonito, merece la pena subir por lo menos tres o cuatro pisos y disfrutar de las pinturas. En este buda un montón de gente nos pide hacerse fotos con nosotros.




Justo al lado está el buda reclinado, pero aquí no se puede entrar, así que foto y ya.



También están haciendo el buda sentado, pero se haya en pleno proceso de construcción. En los alrededores también hay un montón de estatuas de buda, que parece una plantación, todas bien puestas en hileras.


La siguiente y última parada, a un cuarto de hora en el coche, es la Thanboddhay Paya, o Sambuddhe. Creí entenderle mal al chofer cuando nos dijo que había 500.000 estatuas de buda dentro. Sin duda se ha equivocado. Pues no señor, no me puse a contarlas una a una, pero me creo que las hay. Pequeñitas, medianas y más grandes. Una visita que nos sorprendió gratamente.





De aquí solo nos quedaba llegar al alojamiento, cosa que hicimos sobre las cinco de la tarde, al Win Unity Resort. Sin haber comido. La señora de la recepción se portó estupendamente y nos hizo un upgrade a una habitación de lujo, así que aquí estuvimos pasando la tarde como marqueses, disfrutando de sendos masajitos. Y dándonos una buena cena, que nos lo habíamos ganado. Había que celebrar el tener las maletas.

28 octubre 2016

11-08-16. Sagaing, Ava y Amarapura.



Hoy nos tocaba excursión a las afueras. Habíamos quedado a las 9 con Mr. Lin, contactado a través del foro, y a las 9, o mucho había cambiado, o el que nos esperaba no era él. Efectivamente, se presenta como su primo hermano, y nos dice que va a estar con nosotros los cuatro días que habíamos contratado, que el otro no puede porque está en el Lago Inle. A mí estas cosas no me gustan nada. Si no puede quedar que no quede, o que por lo menos escriba un correo diciendo que si no nos importa que sea su primo o su vecino del 5º o lo que sea, pero de buenas a primeras que nos aparezca el chaval este, que no tendrá culpa de nada, pero que cuando me pregunta que por qué llevo el polo del hotel le cuento la historia de las maletas y se echa a reir, pues no….
Pero bueno, temas aparte la cosa es que nos lleva, como primer destino, a Amarapura, y concretamente al monasterio Bagaya, bastante bonito, de madera tallada, y donde estuvimos completamente solos. De camino nos quiso parar en un taller de trabajo de madera, pero le dijimos que no. Él insistía y le tuve que decir, sí, te he entendido. Un taller. De trabajo. De la madera. Artesanías. No nos interesa.






La siguiente parada es el monasterio Mahagandarion, donde a las diez y cuarto de la mañana salen los monjes a hacer la comida del día, hacen filas y la gente les da arroz en los cuencos. Algunos turistas se agolpaban un poco como si fuesen animales de circo, sin mostrar el más mínimo signo de respeto, así que supongo que los monjes estarán hasta las narices. Muchos llegaban cuando la fila ya se estaba terminando, para no tener que aguantar las fotos…


De ahí nos llevó a un telar, pero había poca animación, ya que según él, es el día festivo para los budistas. Adela entró en una tienda frente al telar y algo mercó…
Luego ya nos encaminamos a Sagaing, pero antes hicimos una parada en uno de los puentes que cruza el río para ver la panorámica.
Según subíamos a la colina de Sagaing nos explicó que allí había más de 500 monasterios. No sé si es una cifra un poco exagerada, pero lo cierto es que tanto en la subida como en la bajada no paramos de ver  monjes, y monjas, la mayor parte de ellos, unos chiquillos.
La colina no está mal, pero no tiene nada espectacular. Da la impresión de que es todo moderno. Quizá lo mejor sean las vistas de los alrededores y el río. Aquí el dorado les gusta más que a un tonto un lápiz. La primera parada la hicimos en U Min Thonze. Es una hilera de figuras de buda y ya.



Después fuimos a la pagoda Soon U Ponya, donde hay un buda enorme. Me hace gracia que muchos de estos budas tienen la corona de leds que va cambiando de color, haciendo figuritas. Pero no desentona para nada. Quedaría mucho peor si se lo ponemos a un San Cristóbal, por ejemplo.


Luego de camino hicimos una brevísima parada en una universidad budista, toda como de pastel de crema
Ya se acercaba la hora de comer, y como la siguiente visita era Awa, y allí no hay restaurantes (había uno que estaba cerrado) comimos justo frente al embarcadero, en un sitio frecuentado por locales que le deban buen ambiente. A Awa se cruza en barco. Cuando se llena sale. Y al llegar es casi obligatorio coger un coche de caballos, que no se puede regatear, y cuesta 10.000. Se ven muchas casas inundadas de agua estancada, por la reciente crecida. El carromato tiene bastante traqueteo, pero no resulta muy incómodo. Tienen un buen negocio montado, y las chicas te persiguen hasta en moto, durante parte del camino, para que les compres algo.

El primer sitio que visitamos es un monasterio del que no recuerdo el nombre, y que fue lo que más nos gustó de todo Awa. Es de madera tallada pero peor conservado que el que vimos por la mañana en Amarapura. Nos llamó la atención que había un joven monje recitando las escrituras en una tablet.




De aquí fuimos a la Pagoda Yadana Hsemee, que tampoco ofrece mucho.
Para la torre del reloj ni nos bajamos. Por un lado no nos interesaba y por otro creo que le entendí al cochero que era peligroso por el estado en que se encontraba. Así que ya nos encaminamos a la cuarta y última de las paradas de Awa, que es sota, caballo, rey: el monasterio Mahar Aung Mye Bon San. Al contrario que el primero que vimos aquí, que pese a su estado un poco deteriorado daba sensación de antiguo, este otro, más moderno, daba sensación de decadente y no ha soportado demasiado bien el paso del tiempo.


Y esto es todo en Awa, en unas dos horas de visita. Así que mientras esperábamos el barco de vuelta (más bien es una canoa), aguantamos estoicos la insistencia de las chavalas para que les compráramos algo.
Ya en el otro lado nos esperaba nuestro chofer para el último punto del día, el puente U Bein en Amarapura, para ver el atardecer. Llegamos a las cinco de la tarde, y anochecía sobre las seis y media, así que teníamos que estar allí esperando hora y media. Nos dimos un paseo por el puente, que parecía una romería de la gente que había, no se podía dar un paso. Así que entre el agobio y que estaba muy nublado y el atardecer iba a ser un bluf, aguantamos allí un cuarto de hora y nos vinimos de vuelta a Mandalay. El chofer nos llevó a una casa de cambio donde nos dieron el mismo tipo que en el aeropuerto.


Para cenar, tras un breve rato de descanso en el hotel, nos acercamos al Mingalabar, bastante recomendado en tripadvisor, y que nos pillaba a diez minutos andando. Me la volvieron a jugar con el picante, pero rápidamente me trajeron otro plato con otra cosa que ahora de verdad no picaba.
Al llegar al hotel y preguntar si por fin habían llegado nuestras maletas nos dice la chica de recepción que habían salido por la tarde en bus y que llegarían sobre las seis o siete de la mañana.