30 mayo 2015

15-05-15 Hovanavanq, Saghmosavanq y monumento al alfabeto armenio



Último día de excursiones. Este es el día que añadimos a mayores por haber “juntado el martes dos días”. Estos sitios están cerquita de Yerevan, y se pueden hacer tranquilamente una mañana.
Y curiosamente, pese a verlos el último día del viaje, cuando en teoría ya estás cansado de ver siempre un poco lo mismo (quizás esa sea la gran pega de un viaje a Armenia), a mi madre fueron de los que más le gustaron.
Estos dos monasterios están también cerca el uno del otro, junto a una falla en el terreno, como se suele decir, en un marco incomparable. Y es que como siempre comentamos, una cosa es que los antiguos pobladores fuesen primitivos, y otra cosa es que fuesen tontos.
Parece obvio, pero primero vimos el primero y a continuación vimos el segundo.







Por momentos el cielo se abría y se cerraba con la inevitable lluvia, pero a estas alturas ya lo comentábamos como una anécdota más. Este día realmente no nos deslució las visitas.









Tras los monasterios nos fuimos al monumento al alfabeto armenio. Nos acercamos para las fotos de rigor, pero al hacerlo, sin darnos cuenta nos metimos en el barro que se había formado de todas las lluvias. Estuvimos casi más tiempo quitándonos el barro de los zapatos que viendo el monumento en sí.


Total, que llegamos de vuelta a Yerevan como a la una de la tarde. En este momento se produce el malentendido del viaje (en todos hay uno) y es que cuando me dijeron por teléfono el presupuesto para esta excursión yo les entendí una cantidad (lo hicimos sobre la marcha con el cambio de los días), pero cuando hay que pagar resulta ser más del doble. Así que pedimos que nos lleven a la agencia para aclarar el tema. Finalmente tenemos que pagar la cantidad que nos piden (que era la que figuraba en su página de internet) y no la que yo había entendido (por otro lado absurdamente barata). Pero bueno, la cara de tonto no te la quita nadie, cuando tú esperas pagar un precio y resulta que es otro. Tuvieron el detalle de hacernos un pequeño descuento.
De vuelta al hotel y tras despedirnos de Mary (acabamos realmente encantados con ella) salimos a ver el museo de Historia. En Yerevan hay otros museos, pero yo solamente tenía interés en este. El del genocidio armenio ni se me pasó por la cabeza visitar. Habíamos visto algo del tema el año anterior en Irán, en el barrio armenio de Isphahan y son cosas que te revuelven el estómago.
Así que de nuevo a nuestra conocida plaza de la República, donde tras pagar la entrada de rigor, entramos en el museo, habiendo tenido que dejar en consigna todos nuestros bártulos, ya que desafortunadamente no dejan hacer fotos en el interior.
El museo nos gustó bastante. De prehistoria tiene una colección buenísima y completísima. El problema es que muchas de las explicaciones solamente están en armenio. Cuando llega la parte de historia contemporánea y claro, del genocidio, ya sí que se preocupan de ponerlo en inglés. Y digo yo que lo podrían haber puesto en todo el museo, como si el resto no le interesara a la gente.
Nos tiramos nuestras casi tres horas, así que se nos habían hecho las cinco de la tarde cuando fuimos a comer, más cerca de su hora de cenar (entre seis y siete) que otra cosa. Afortunadamente justo frente al hotel encontramos un sitio no demasiado caro.
Pasamos la tarde tranquilamente, casi haciendo hora para la cena. El único sitio que visitamos fue el mercado del oro, que son una serie de tiendecitas pequeñas, con los modelos de los anillos en plástico. Están en varios pasillos angostos y no invitan demasiado a comprar. Son casi más talleres artesanales que tiendas de joyas.
Así que sin más nos volvimos al hotel a preparar la maleta.


Solamente nos quedaban unas horas la mañana siguiente, antes de que viniera el chofer para llevarnos de nuevo al aeropuerto. Horas que aprovechamos para hacer, no las últimas compras, sino casi las primeras. Y qué mejor sitio que acercarnos de nuevo, al igual que el primer día, al Vernissage, que casi no pudimos disfrutar por la lluvia. Nos le recorrimos de arriba abajo y de abajo a arriba, y casi sin darnos cuenta se nos hizo la hora de abandonar este país, como digo siempre, ya pensando en el siguiente viaje. Este fue el único día que no nos llovió.

14-05-15 Tatev y Karahunj



Este día el objetivo era claro. Por lo menos para mí. Ver Tatev, uno de los sitios a los que más ganas tenía de todo el viaje. Su ubicación en las montañas y su llegada a través del teleférico le daban un aire especial.
Y esto es lo que nos encontramos cuando llegamos.



Al mal tiempo buena cara, así que pretendiendo ser optimistas nos montamos en el teleférico, acompañados por un grupo de unos 15 franceses, ya mayorcitos, que pensaban hacer la vuelta andando. Este monasterio es el más completo de todos los que vimos, y sigue en uso actualmente. Visitamos la iglesia, el refectorio, las habitaciones antiguas (las que usan ahora, obviamente no), la cocina, la panadería… Mientras se iba despejando y cubriendo por momentos.
 







Una vez concluida la visita cogimos el teleférico de vuelta, momento en el que se puso a escañar agua con todas las ganas. Nos acordamos de los pobres franceses que volvían andando… Y así ya seguimos prácticamente hasta Yerevan. Teníamos programada la visita a Karahunj, el Stonehenge armenio, pero cuando llegamos estaba diluviando, y el coche nos dejaba como a medio kilómetro del sitio, teníamos que subir una cuesta embarrada, así que desistimos. Le dijimos Mary que sintiéndolo mucho en esas condiciones no nos bajábamos del coche y que podía continuar marcha. Se quedó un poco así, pero es que el tema estaba realmente chungo.
Después de hecha esta excursión mi madre piensa que es prescindible, que a ella no le compensó el viaje largo en coche para ver el monasterio. Yo creo que sí merece la pena.
Una vez en Yerevan, increíblemente, el cielo estaba despejado. Tras descansar un rato en el hotel, había que aprovechar la circunstancia, así que nos encaminaos de nuevo al complejo de la cascada, que la otra vez que estuvimos estaba lloviendo. Y esta vez sí.

Por fin el Monte Ararat




29 mayo 2015

13-05-15 Khor Virap, Noravank, Aghitu Memorial, Vorotnavank

(esta entrada se la quiero dedicar a mi amigo Fernando, que en el día de hoy cumple años, aunque sigue estando hecho un chaval)



Khor Virap es el punto más cercano a la frontera con Turquía, y el punto donde tradicionalmente se contemplan las mejores vistas del monte Ararat, tan añorado por los armenios. Está relativamente cerca de Yerevan, y según vamos llegando nos va contando del acuerdo con los rusos para la defensa común de la frontera, de la zona de exclusión a ambos lados, de los pueblos “armenios” que viven al otro lado, y de que el gobierno da mucho dinero a las personas que viven en pueblos cerca de la frontera para atarles al terreno.
Así que amanecimos pendiente del tiempo, de si iba a estar despejado o no. En definitiva, si iba a poder sacar la típica foto del monte. Adelanto que no fue posible. El monasterio en sí está bastante bien. Fue el lugar donde Gregorio el Iluminador pasó trece años preso, hasta que el rey Tiradades III se convirtió y le sacó. Se conserva la mazmorra, un poco agobiante. Hay que bajar por unas escaleras de gato, un sitio bastante estrecho, que creo que no merece mucho la pena, pero que como buen aventurero no se puede dejar de visitar. 


Luego me puse a triscar un rato por el monte, para sacar la foto del monasterio desde arriba. Y estaba yo a lo mío cuando me aparece un hombre, hablando en armenio, diciéndome (o eso fue lo que le entendí) que si era azerí, que si de Bakú (claro, eran dos palabras que no paraba de repetir), que si la guerra tatatatata… yo intentaba no hacerle caso, pero claro, estábamos él y yo solos en la cima y era difícil. Hasta que dijo money money… vamos, que le diera algo de dinero. Así que metí la mano en el bolso, saqué unas cuantas monedas sueltas y se las di al señor, que muy agradecido me plantó un par de besos, con unas barbas que no veas tú.




Maravillosas vistas del Monte Ararat




Seguimos camino, y nuestro siguiente destino es el monasterio de Noravank. Particularmente es uno de los que más me gustó, por el edifico en sí y por el entorno en el que está. Además, quitando un par de honrosas excepciones en las que había algún grupo pequeño visitando los monasterios, en la mayor parte estábamos solos haciendo la visita. Y este fue uno de ellos. Además creo que se le añadió que nos hizo bastante buen tiempo, y eso ayuda. La figura de Jesús tiene rasgos mongoles, con ojos achinados y pelo trenzado, para que los invasores respetaran las figuras.









Lo siguiente que hicimos fue parar a comer, en un sitio súper chulo. La pena es que mientras estábamos comiendo, se puso a jarrear de nuevo. Nos gustó especialmente el yogurt de este sitio.







Después de comer paramos en el Memorial Aghitu. Para mí es el típico sitio que históricamente tendrá su valor, y que está incluido en la ruta por hacerla más ligera, por no hacerla del tirón, pero del que tranquilamente se puede prescindir.



Para cumplir el plan de viaje solamente nos quedaba Vorotnavank. Al contrario que en otros sitios en los que ver solos el monasterio te daba tranquilidad, en este caso la sensación fue de desolación. Está bastante abandonado. Sin embargo es de los pocos en los que se conservan restos de los frescos. Además se nos había vuelto a meter la humedad, hacía frío, el sitio estaba un poco sucio… Aun así mereció la pena la visita.





Ya solamente nos quedaba llegar a Goris, donde se ubicaba nuestro hotel. Por supuesto llovía, la ciudad era oscura, llegamos de noche y ya no salimos del hotel. En la cena aquí coincidimos con Aitor, un chico de Pamplona que había salido con la moto desde España y se dirigía a Irán, y ahí estuvimos, compartiendo charla, aventuras y consejos.