04 agosto 2013

28-07-13 Zimbabwe, allá vamos…



Al bajar a recepción y preguntar por el desayuno el hombre me dice que lo está mirando en ese momento, pero que no me preocupe y que desayune. Todo esto con una sonrisa en los labios. Me pide que le deje hacer una fotocopia de la reserva donde decía que estaba incluido y eso fueron todos los problemas. Así que subí a avisar a Adela y nos dirigimos al buffet, que no estaba nada mal.
A las nueve (bueno, nueve y diez, horario africano) cogimos de nuevo el transfer al aeropuerto. Allí lo primero que hicimos fue cambiar dinero, para no perder tiempo a la vuelta. De dólares a rands. A continuación fuimos a dejar las maletas grandes en consigna, ya que como entre nuestros dos vuelos solamente teníamos 40 minutos, íbamos a viajar con equipaje de mano, por si había problemas no tener que esperar a las maletas facturadas. Ya que teníamos tiempo y que estaba al lado, me acerqué al mostrador de Hertz, la compañía de alquiler del coche que cogíamos a la vuelta, para recordarles que me tenían que tramitar el permiso para poder meter el coche en Moçambique. Según iba tomando nota el chico de la agencia llegué a la conclusión de que no lo tenían anotado, así que menos mal que me curé en salud. Muchas veces por exceso de prudencia uno parece tonto (más tonto, quiero decir), pero alguna que otra vez hace que valga la pena.
Y ya con todos los deberes hechos nos dirigimos a facturar a la terminal de vuelos internacionales, donde un simpático mozo (a cambio de la consiguiente propina) nos enseñó a hacer el check in en los mostradores self service, que al no facturar lo podíamos hacer nosotros solos. Pero claro, al facturar en la maquinita nos salieron solamente las tarjetas de embarque de J’burg a Windhoek, pero no las siguientes, de Windhoek a Vic Falls, y yo con la mosca detrás de la oreja pensando que también nos hacían falta las otras… Así que recorrimos la terminal de arriba abajo buscando los mostradores de Air Namibia, hasta que pregunto a una señorita y me dice que están en la otra terminal, en la de vuelos nacionales. Dícese en la otra punta del aeropuerto. Así que menos mal que íbamos con tiempo… Para allá andandín, al llegar al mostrador se lo explico al chaval que atendía, muy amable me lo gestiona todo y ya con las tarjetas resueltas es el momento de dedicarse plenamente a lo que viene a ser ver tiendas. Así hasta la hora de pasar el control de escáner, pasaportes, aduanas… justo para embarcar.
Nuestro vuelo salió con 15 minutos de retraso, y teníamos 40 de escala. Eso quiere decir que solamente nos quedaban 25 minutos para hacer el transbordo en el aeropuerto de Windhoek, capital de Namibia. Hicimos esta combinación tan extraña por varios motivos. Sobre todo porque era la opción más barata de las que quedaban. Además los horarios estaban bastante bien, y el otro vuelo disponible (el bueno bueno ya no tenía plazas) constaba 150€ más por persona. Al ser los dos vuelos de la misma compañía pregunté al azafato si nos esperarían, y me contestó que sin problemas, que siempre esperan. Al llegar a Windhoek nos encontramos con un aeropuerto que puede rivalizar sin problemas con algunos tan emblemáticos y significativos como el de Villanubla (con todos los respetos para el aeropuerto de Villanubla). Dos puertas, la uno y la dos. A nosotros nos tocó la dos. Hicimos cola y una de dos cosas: o en la cola estábamos solamente los que hacíamos escala y el resto estaba ya esperando embarcado, o bien íbamos realmente pocos en el avión. Pues fue lo segundo, el avión más pequeño en el que he montado yo en la vida. Afortunadamente no era de hélices. El que nos llevó el año pasado de Arusha a Zanzíbar, aun siendo más grande tenía hélices y aquello se movía que no veas. Resumiendo, un avión de 14 filas (nosotros íbamos en la 14) y tres asientos por fila. Un asiento, pasillo, dos asientos. Total, si las matemáticas no fallan, 42 personas, más pequeño que un autobús. Ya estaba yo temeroso de estar en la última fila, donde más se mueve el aparato, pero ni nos enteramos (sobre todo Adela, que vino dormida la mitad del viaje, que yo a su lado soy un principiante. Cuando llevábamos un cuarto de hora volando se despierta y me dice: hemos despegado ya?).
Al llegar a Vic Falls otra vez pasaportes (cobran 30$ por el visado), aduanas, recoger maletas… recoger maletas? Pero no ibais solo con equipaje de mano? Sí, pero el avión era tan pequeño que nuestras maletas de mano las metieron en la bodega porque arriba no cabían. Y al salir allí estaba nuestro taxista esperando para llevarnos directamente a nuestro alojamiento en el Victoria Falls Backpackers. Escogí este sitio porque aquí fue donde nos quedamos la otra vez que estuve, que como siempre cuento, fue cuando el Real Madrid ganó la Copa de Europa con el golazo de volea de Zidane. Y nada, al rellenar el formulario de registro me preguntan que cómo he oído hablar de ellos. Yo les cuento que estuve hace once años (caramba, tanto tiempo el Madrid sin volver a ganar la Champions…), que vinimos tres chicos españoles… y de pronto el hombre me dice: ya me acuerdo de vosotros, y yo: este está de coña. Y me dice: sí, sí, fuisteis los que estuvisteis viendo una final del Real Madrid!! Anonadado me quedé. (Fernando, además de sacar el negocio adelante, el boer tenía buena memoria!!).
Esa noche teníamos pensado cenar en el Boma, restaurante digamos típico tradicional (turistada total), pero nos dijeron que lo dejáramos para el día siguiente, que este día teníamos barbacoa allí en el albergue. Y así lo hicimos. Éramos seis, dos chicos ingleses, un americano, una sudafricana y nosotros dos. Alrededor de la hoguera, comiendo salchichas, carne y ensalada, en la gloria. Y así, disfrutando de la noche africana, terminó el día.




2 comentarios:

  1. Si, en general los boers tienen buena memoria.o eso dicen los ingleses-sudafricanos. Parece que aun recuerdan muy muy bien las guerras anglo-boers......

    De todos modos, tal y como estaban las cosas hace 11 anhos, quizas penso que seriamos sus ultimos clientes

    ResponderEliminar