18 agosto 2013

08-08-13 Olifants.

Como la recepción no la abren hasta las siete de la mañana, no tuvimos que madrugar tanto. Había leído muy buenas críticas acerca del trato de las personas que trabajan en el parque, pero bajo mi opinión, aun dentro de la corrección, son bastante secos, te facilitan las cosas al mínimo (solamente en recepción, o por lo menos los que me tocaron a mí. En el supermercado tuvimos de todo, desde la que ni te responde al saludo hasta la que te da conversación simpática con cuatro palabras en castellano). Dicho esto, al irles a comentar el problema del kindle me telefonearon a Berg en Dal, pero no les cogieron el teléfono. Me aconsejaron que no esperara a llegar a Olifants, a última hora de la tarde, sino parar en Satara, a mitad de camino. Desde Skukuza a Olifants hay una tirada. Este día no estaba propicio para ir por las carreteras de tierra, por las que tienes que andar más despacio. Así que todo el día por las de asfalto. Vimos varias cebras, jirafas, waterbucks.









Así llegamos a Satara. Al llegar a recepción les cuento la historia y me llaman a Berg en Dal, y cuando creo que me lo van a solucionar, me pasan el teléfono para que se lo explique yo. Me dice que lo tienen que mirar, que llame en media hora. Vuelvo a los cuarenta minutos, vuelvo a explicar a otra persona de recepción distinta el problema, me vuelve a llamar y a darme el teléfono otra vez, y vuelvo a contar la historia. También es otra persona, y me dice que llame en un rato. Le comento que eso mismo me han dicho hace tres cuartos de hora. Pero nada, que espere un rato más y vuelva a llamar. Mientras aprovechamos para comer y para comprar algún regalo en la tienda. Total, que vuelvo por tercera vez, vuelvo a explicar la historia por tercera vez en recepción, pero esta vez el chico llama y habla él, se tira un buen rato hablando en su idioma y riendo. Yo, claro, sin enterarme de nada. Al final me dice que me ponga, y la mujer al otro lado del teléfono me dice que sí, que está allí y que vaya cuando quiera... Bueno... Menos mal... La espera ha merecido la pena... Pasaremos a por él el último día, de vuelta al aeropuerto.
Continuamos camino hacia Olifants, viendo avestruces, (que hasta el momento no habíamos visto ninguna). Incluso vimos el cadáver reciente de una jirafa, en la orilla de la carretera, solamente comido el vientre. Aquello olía a rayos. No me quise (o casi ni pude) parar a hacer la foto de las nauseas. También tuvimos un encuentro con un elefante, e hice como me aconsejó el guarda de la puerta, dejarle sitio. Los felinos se seguían resistiendo. Casi antes de llegar vimos un montón de coches parados. Qué será? Efectivamente, leones... Pero allá lejos lejos... Le vi una vez de refilón de milagro. Así que yo, que no tengo paciencia para esperar a ver si sale, a continuar la marcha. Llegamos a Olifants a tiempo de ver un bonito atardecer sobre el río del que toma el nombre.




Por la noche teníamos el night drive, dos horas, de ocho a diez. Normalmente nos acostábamos a las diez, así que íbamos a aprovechar bien el día. Nos montamos en el camión, hay un foco delante, otro a un lado, que dan a una persona del grupo, y otro a otro lado, que dan a otra persona del grupo. Y son ellos, al que le toque, los que se encargan de escudriñar por si ven algo. Te dan la charla de que por la noche es cuando más posibilidades hay de ver leones y leopardos, que están más activos, y en marcha...
El primer animal aparece por sorpresa justo al cruzar la valla del campamento: un conejo. en fin, el guía nos explica los hábitos del conejo y seguimos camino. Volvemos a parar en seguida: otro pequeño roedor de hábitos nocturnos, tipo rata grande pero que anda a saltos. Nueva explicación. Siguiente animal: una jineta, bastante esquivo. Seguimos marcha y de repente uno de los focos grita: stop. Ha visto unos ojos en la oscuridad. Retrocedemos. Otro conejo. Seguimos camino. El del foco del otro lado grita: stop. Otros ojos. Retrocedemos. Unos impalas (de los que hemos visto doscientosmil a lo largo del día)... Además el del foco de mi lado no enfoca hacia adelante, sino que enfoca hacia atrás, como si quisiera ver si nos hemos dejado algo. Y yo, que voy detrás, cada dos por tres, me enfoca a la cara. Tú, con los ojos habituados a la oscuridad, y de repente el tío te da con todo el foco... En fin, que poco a poco me va entrando la modorra y hago la mitad de la excursión entre cabezada y cabezada, sin enterarme de nada. Adela luego me dijo que no me perdí gran cosa. Pequeña decepción, que el que tenía ganas del night drive era yo.


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