19 agosto 2013

09-08-13 Lower Sabie

Tremendo madrugón. Nos habían convocado para el morning walk a las 5:15 de la mañana, ya preparados con maletas y todo. Íbamos cinco en el coche, con otras tres personas. Nos acompañaban dos guías. Después de tres cuartos de hora conduciendo llega el momento de la verdad. Nos bajamos del coche. Te dan las instrucciones: no hablar más que en susurros, no hacer ruido, ir en fila india, no correr bajo ningún concepto y seguir siempre las indicaciones del guía. Piden un voluntario para llevar la mochila con los snacks y las bebidas y me toca a mí. Ellos tienen que ir con los rifles preparados, por si acaso. Te recuerdan que estás en terreno de los Big Five, que todo es imprevisible y que hay un riesgo. En ese momento, como orquestado en un timing perfecto, se oye el rugido de un león. Está al otro lado del río, nos tranquilizan los guías. Y ale, a empezar a andar. Nos encaminamos hacia el río, donde vemos unos hipos, continuamos más adelante con más hipos, y los guías nos van explicando a qué pertenecen las distintas huellas, los distintos excrementos (mete el dedo en uno de ellos: es reciente, dice).






La verdad es que con muchísimas explicaciones y muy ameno y entretenido. Hacemos una pequeña parada para comer los snacks y seguimos la marcha, viendo kudus, jirafas, algún que otro antílope. Las dos horas se pasan volando, y es una sensación que a mí personalmente me parece superchula, andar por lo salvaje.







Por fin llegamos al coche y de vuelta al campamento. En total casi cuatro horas. Justo cuando estamos llegando, un frenazo brusco. Vemos una serpiente enorme, como de dos metros, cruzando la carretera delante de nosotros. El guía nos dice que cree que es una mamba negra, pero que para estar seguro le tendría que mirar la parte de debajo de la cabeza. Bromeando le decimos que se meta en la hierba para asegurarse, y nos contesta que mejor no, que el hospital más cercano está demasiado lejos...
Ahora nos tocaba desandar el camino del día anterior. Casi nada más salir, zas, de frente un leopardo. Un poco a lo lejos, pero andando por la carretera mientras un par de coches le siguen despacio. Cuando está cerca de nosotros, se mete a los matorrales, y aunque esperamos un rato, ahí ya es imposible verlo. Las hierbas son altas y se esconden que no hay manera. Pero bueno, algo es algo.

Un poco más adelante vemos un montón de buitres a lo lejos, parece que comiendo carroña, pero están bastante lejos. Hay alguno posado en un árbol. Seguimos y más adelante, más coches parados. Buena señal. En esta ocasión, leones. También dentro de los hierbajos, pero a la orilla de la carretera, se dejan ver esporádicamente. No de forma nítida, pero igual que antes, algo es algo.





Y volvimos a pasar por el cadáver de jirafa del día anterior, que aparte de estar más comida, olía peor.
Paramos a comer en el picnic de Tshokwane, un lugar en el que los babuínos son los dueños, y a nada que te despistas van por detrás y te roban la comida. Y mira que hay carteles por todos los lados advirtiendo, pero la gente no se entera. Vimos robar una bolsa entera de pan de molde a un grupo, y a otro grupo una bolsa de patatas fritas. Van a la carrera y luego no hay quien les pille. Y eso que la dependienta del sitio, cada vez que les ve sale con la escoba y les atiza. Son un verdadero problema. Para ahorranos líos decidí almorzar dentro del coche, y luego ya salir a estirar las piernas.
Seguimos camino hacia Lower Sabie, nuestro último alojamiento, y la cosa cada vez se ponía más negra. Hasta que llegó un momento que sin previo aviso nos cayó una granizada que pa qué. Daba hasta miedo. Y no nos llevamos la peor parte, visto cómo estaba luego la carretera. Luego siguió lluvia, y fue bonito ver a los animales moverse cómo si no les importara. Al fin y al cabo no tenían sitio para refugiarse.








Llegamos a Lower Sabie y tras tomar posesión del alojamiento salimos otro ratito más, que nos quedaban pocas horas y queríamos aprovechar. Tuvimos suerte y vimos un hipo junto a la carretera.


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