04 enero 2012

31-07-2010 Taxco, la ciudad de la plata


Si el día anterior nos tocó viaje largo, este día nos toco viaje más largo: a Taxco, la ciudad de la plata (bueno, Taxco de Alarcón).
Como íbamos a salir muy pronto del hotel y no asistiríamos al desayuno, avisamos en la recepción del hotel y ellos amablemente se ofrecieron a prepararnos algo para tomar y nos lo llevaron a nuestra habitación por la noche
Después de un buen madrugón, de pegar la hebra en la estación de autobuses con un paisano, y de un viaje de alrededor de tres horas, llegamos a Taxco.
Bueno, llegamos a la parte más baja de Taxco, que se asienta sobre unas colinas. No es una ciudad llana, precisamente. Así que ala, para arriba. Una cuesta que daba miedico.
Realmente no es una ciudad muy grande, y todo lo interesante está situado alrededor de la Parroquia de Santa Prisca, así que llegamos enseguida. 



Después de un reconfortante café para reponer las fuerzas por la agotadora subida, nos lanzamos a ver lo más importante de Taxco: las tiendas de plata. Quizá sea una exageración, pero cada local es una tienda de plata. También hay algún café o restaurante, pero no recuerdo haber visto otro tipo de negocios. 




Y todos intentan que entres en el suyo. No sé la de tiendas que pudimos ver. Bueno, no solo ver. También comprar: que si para mi madre, que si para la de Adela, que si las hermanas, cuñadas, sobrinas, primas y demás familia…. Todas fueron bien surtidas con las compras. Encontramos joyas de plata muy bonitas y originales y de excelente precio.


También compramos cosas para nosotros, y algún otro regalo que no fueron de plata, sino unas máscaras bien chulas (luego las vimos más baratas más adelante, pero como vete tú a saber si las íbamos a encontrar, creo que hicimos bien en comprarlas).
Por supuesto que no todo fueron compras: visitamos la Parroquia de Santa Prisca, y alguna que otra iglesia.


La comida la hicimos en un restaurante en la plaza, justo enfrente de la famosa iglesia, en un sitio llamado La Parroquia. Este local nos lo había recomendado el señor con el que estuvimos platicando en la estación de autobuses y acertamos siguiendo su consejo. Nos dieron uno de los balconcillos que daban a la plaza, y se estaba genial. 

La comida también estuvo estupenda. El día anterior me vi obligado a elegir entre los chiles en nogada y el mole poblano, así que este día me desquité eligiendo el segundo. Adela se pidió unos crepes de cajeta que le supieron a gloria. El camarero pasó un poco de nosotros, ya que fuimos tarde a comer, pero como estábamos tan a gustito no nos importó mucho que se demorara en servirnos (realmente nos juntamos con algunos que fueron a merendar…).


 Y para que no nos pasara lo del día anterior, de andar con agobios para llegar a la estación a tiempo (que aquí realmente no existe estación como tal, sino que para en una plaza), bien prontito emprendimos el camino de vuelta. Eso sí, haciendo alguna que otra parada técnica en alguna tienda que había quedado desatendida por la mañana…

Como resumen de las tres excursiones que hicimos desde el DF, yo me quedaría con la de Teotihuacan, para mi imprescindible. La siguiente elegiría la de Taxco, aunque lo que mayormente hiciéramos fuera comprar, pero es que el pueblo es muy acogedor.
Puebla no es que no me gustara, pero es más similar a lo que ya conozco, y aún gustándome, no me llamó tanto la atención.

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