09 enero 2012

05-08-2010 Mérida y Uxmal


El viaje no se hizo malo. Pude dormir bastante. Al llegar a Mérida, con la preocupación de no tener carnet de conducir, lo primero que hicimos fue coger un taxi para ir a la agencia de alquiler de coches. Una vez allí le comentamos, antes que nada, que no tenía carnet. Me dijo que entonces no era posible el alquiler. Como llegamos antes de que empezara la reserva la pudimos anular sin coste alguno. La chica de la agencia, muy simpática, nos insistió en que si queríamos ir a Chichen Itza, nos diéramos prisa para comprar los billetes, porque corríamos el riesgo de quedarnos sin plazas. Nos indicó una oficina cercana, y para allá que fui. Compré los billetes de Mérida a Chichen Itza (los dos últimos que quedaban) y de Chichen Itza a Playa del Carmen. El primer problema, solventado, aunque a costa de dejarnos cosas que ver por el camino, sobre todo Ek-Balam, que yo le tenía muchas ganas. Una vez hecho este trámite, otro taxi y al hotel (Hotel Dolores Alba). Allí también fueron superamables y nos dejaron ocupar la habitación a las 08:30 de la mañana. También nos informaron que desde el hotel se organizaban excursiones a Uxmal, así que después de pensárnoslo no mucho, decidimos cogerla (270 pesos cada uno). 


Todavía nos daba tiempo a un ratito de descanso, así que nos echamos una siesta de una horita. A la hora convenida bajamos a la recepción, y tras cinco minutos de espera llegó nuestro chofer. El grupo era pequeño, una mujer mayor, una pareja de italianinis y nosotros. Tras una hora y media de viaje, aproximadamente, llegamos a Uxmal. Hacía bastante calor, comparado con lo que estábamos acostumbrados en Chiapas. Estuvimos un buen rato, sin prisas, viendo la pirámide del Adivino, el cuadrángulo de las monjas, el juego de pelota… A pesar del calor estas fueron probablemente las ruinas que más me gustaron. 


 


 
Después nos dirigimos a Kabah, que en nuestro plan original no teníamos previsto ir, pero al tenerlo incluido pues lógicamente lo aprovechamos. Las ruinas no son demasiado extensas y a mi me gustaron también bastante. Luego volvimos de nuevo a Uxmal, para que la señora mayor comiera, ya que ella lo tenía incluido en su viaje. Así que la pareja de italianinis y nosotros nos quedamos allí de pinote, buscando cualquier sombra, parados a traición.




En nuestro plan habíamos pensado ir a ver una reserva de flamencos, pero con esto nos dimos cuenta que casi mejor que nos hubiéramos quedado sin coche, porque no nos hubiera dado tiempo a acercarnos. O si hubiéramos ido, no habríamos tenido tiempo para ver Mérida.
A la vuelta a Mérida tras pasar por el hotel, a ver la ciudad. Lo primero fue dirigirnos al Zócalo, tomar el helado que nos habían recomendado los españoles con los que coincidimos en la estación de autobuses de Palenque. El sitio se llama Heladería Colón y está al lado del ayuntamiento. Según nos comíamos el helado aprovechamos para ver el ayuntamiento, que sus murales, aunque no son los de Diego Ribera, también son espectaculares. Y después, visitando el centro de la ciudad, íbamos esperando que se hiciera la hora de asistir a la Serenata Yucateca, un concierto que todos los jueves de verano se ofrece en una plazuelilla tras el ayuntamiento. De esto nos informó nuestro chofer de por la mañana. Fuimos pronto para coger un buen sitio, y la verdad es que nos encantó. Era el grupo de danza de la ciudad de Mérida, un grupo de chicos y chicas jóvenes haciendo distintos bailes típicos, muy bien hecho, presentado por una pareja de muñecos bastante graciosos, y con alguna que otra actuación en directo. Mereció totalmente la pena.

Total, que se nos hizo un poco tarde para cenar, y el único sitio que encontramos abierto estaba bastante desangelado, pero como no había otra opción, pues allá que nos fuimos. Estábamos solos en el local, los camareros mirando, pero luego la comida estaba riquísima. Yo probé por fin la cochinita pibil, y Adela se tomó de postre una infusión de unas hojas (que no recuerdo) que también le encantó.

Y el día no nos dio para más, bastante habíamos hecho, y al día siguiente tocaba de nuevo madrugar.

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