06 enero 2012

02-08-2010 El cañón del Sumidero.

Después de despedirnos del personal del hotel (recepción y camareros) y darles las gracias por todas las facilidades y el buen trato que nos dieron nos dispusimos a recorrer por última vez el camino del hotel hasta el metro. Si bien ahora íbamos cargados (y bien cargados: cabeza de indio y máscaras diversas que pesaban un quintal) no se nos hizo ni remotamente tan pesado como la paliza de la ida. Igualmente nos habíamos terminado por acostumbrar al metro, a sus cantantes y vendedores y a su letanía habitual: señores usuarios, en esta ocasión les presentamos…. Diez pesos le vale, diez pesos le cuesta. Acabamos comprando bolas de chocolate, un cd de rancheras, unas pulseras que eran reglas a la vez, según estuviesen dobladas o rectas (el regalo que más éxito tuvo en España entre los sobrinos de Adela )…
Con un poco de nostalgia dijimos adiós a todas estas cosas camino del aeropuerto, hacia nuestro próximo destino: la capital del estado de Chiapas, Tuxtla Gutiérrez.
Teníamos pensado visitar el cañón del Sumidero, pero era la única parte del viaje que no había preparado. No sabía si nos iba a tocar alquilar un coche, o coger algún tour con alguna agencia turística… Porque luego íbamos a continuar hasta San Cristóbal de las Casas.
Así que mientras recogíamos las maletas en el aeropuerto yo iba echando un ojo a la concurrencia. Más del 90% eran mexicanos, pero había dos grupos, uno de tres personas y otro de dos que no lo parecían. Me acerqué primero al grupo de tres personas, pero el intento resultó infructuoso. Un poco cabizbajo, y no teniéndolas todas conmigo, me acerqué después a la pareja:
- Oye, perdona, vais a ir al Cañón del Sumidero?
- Sí.
- Y luego continuáis hasta San Cristóbal de las Casas.
- Sí.
- Y cómo lo vais a hacer? Vais en coche alquilado?
- Sí.
- Os importa que os acompañemos? Nosotros hacemos el mismo recorrido pero no tenemos nada contratado… Por supuesto que compartimos gastos del coche…
Después de consultar entre ellos estuvieron de acuerdo y nos permitieron acompañarles. La suerte nos sonreía de nuevo.

Eran una pareja, él español de Madrid, ella mejicana, que trabajaban ambos en Glasgow, químicos (otra casualidad), y que encima de hacernos el favor, no quisieron cobrarnos nada.
Llegamos en seguida al cañón, pero tuvimos que esperar un rato para completar la barca (viaje 165 pesos).
Las vistas del cañón hacia arriba son espectaculares. La cantidad de mierda que lleva el agua también. Todo es una masa de plásticos y botellas que arrastra la corriente. Pero si se mira hacia las paredes merece la pena. Espectacular lo que llaman el árbol de Navidad. El recorrido duró unas dos horas, durante las cuales, además de admirar el paisaje, vimos monos araña (o creímos verlos en la espesura), cocodrilos y pelícanos.






A la mitad de la vuelta se puso a llover de manera torrencial, y sacamos una lona para cubrirnos, más o menos. La sensación era divertida, ir a toda velocidad por el cañón, pero sin ver nada por la lona.
Después de ver el Cañón nos acercamos al pueblo de Chiapa del Corzo a comer. Allí invitamos a la pareja a un buen pescado, por todos los favores que nos habían hecho. El pueblo tenía buena pinta, y además estaban en fiestas. 



Pero como ya se nos empezaba a hacer un poco tarde, después de un pequeño paseo nos pusimos en marcha en dirección a San Cristóbal.
Llegamos casi anocheciendo. Después de dar las gracias a nuestros anfitriones, nos fuimos al albergue. Para San Cristóbal habíamos elegido el Rossco Backpackers. Es un albergue de mochileros, con habitaciones de hasta 20 personas, que también dispone de habitaciones privadas, como era nuestro caso. Es una casona con un jardín, con las habitaciones dispuestas alrededor. Todo estupendo.

Una vez hecha la toma de posesión nos fuimos a dar un paseo por la ciudad. Parece mentira que fuese aquí donde se sublevó el subcomandante Marcos. Todas las calles rezuman tranquilidad, lleno de locales turísticos que hacen que te olvides de que te encuentras en Chiapas, uno de los estados con más población indígena de todo México (esto no quiere decir que tenga que ser siempre así, pero es lo que nosotros vivimos).
Y sin más, después de una rica cena a base de pasteles en una panadería local, de vuelta al albergue, a prepararnos para el día siguiente.

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