05 enero 2012

01-08-2010 El D.F. (2)

(No me he escocido poniéndole el título, no)

Nuestro tiempo en el DF estaba llegando a su fin. Pero aún nos quedaban cosas por hacer.
Este día, por fin Adela iba a tener su clase de baile, un taller de danza tribal fusión con una bailarina mexicana llamada Adry Paniagua a quien había descubierto por videos de baile. Nos acercamos a uno de los innumerables barrios, que no era precisamente lo que se dice un barrio turístico. Nos tocó andar una media hora desde la parada de metro, por unas calles que daban cosica… pero claro, eso es la inseguridad de lo desconocido. Mientras Adela estaba en su clase, cuatro horas de curso, yo había quedado con Rafa, un amigo de mi hermano que estaba allí trabajando. Al pobre hombre le costó encontrar el sitio, y llegó con una sudada terrible. Mi idea original era aprovechar el rato de la clase para acercarnos a ver el famoso Estadio Azteca, donde Maradona marcó el gol con la mano en la final del mundial contra Inglaterra. Pero claro, con el retraso ya no nos dio tiempo, así que nos acercamos al parque de Chapultepec, que al ser domingo estaba muy animado. Como no encontraba la salida pregunté a unos policías turísticos que paseaban por allí. Después de hablar con ellos Rafa me dijo algo así como: pero que haces, insensato (que a mi me sonó como cuando Gandalf cae con el balrog en el puente de Moria y dice eso de: corred, insensatos!!!). Y ya me empezó a contar todos sus problemas con la  corrupción de la policía, las veces que le habían parado, las mordidas y todas esas situaciones indeseables que no debieran existir.



Al terminar el agradable paseo volvimos a buscar a Adela. En esta ocasión pasamos por unas calles más animadas, con puestos de feria, de comida (donde compramos unos panecillos y unas tortas para comer) y carruseles. Así el barrio se veía con otros ojos. Adela salía encantada, pues Adry no solo es una buena bailarina y una buena profesora, también es una chiquita muy simpática y cariñosa, y además se portó, y nos acercó a la estación de metro (ahorrándonos a Rafa y a mí el cuarto paseo por la zona).

Como ya no nos quedaba mucho tiempo en el DF nos acercamos a un mercado cercano a Reforma para hacer las últimas compras. Nos gustó bastante, pero es muy turístico. Compramos un montón de cosas, después de los consiguientes regateos. Lo que más me llamó la atención, las máscaras de luchador mexicano. A mi me parecían todas iguales, pero el vendedor se sabía los nombres de los luchadores que las llevaban de memoria. El más famoso: Rey Misterio.

Y para terminar la tarde, una vuelta, casi de despedida, por el Paseo de la Reforma, para poderlo disfrutar caminando. Allí acabamos cenando y despidiendo a Rafa de vuelta, él a su hotel, y nosotros al nuestro.



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