01 enero 2012

28-07-2010 San Ángel y Coyoacán


Nuestro plan para este día era recorrer San Ángel y Coyoacán. Para ir a San Ángel fuimos a coger un metrobus. Aquí nos encontramos con la agradable sorpresa de un señor, que nos invitó al transporte. La cosa es que tienes que comprar un bono de nosecuantos tickets, y a nosotros no nos interesaba, y el hombre este, típico mejicano gordito y con bigote, pues tuvo el detalle de pagarnos el trayecto.
Una vez que llegamos allí, nos dedicamos a recorrer el barrio, callejeando sin prisa y sin destino fijo. Vimos la iglesia de San Ángel que da nombre al barrio (no tiene mucho que ver), y las casas del barrio, que son alucinantes. Vaya mansiones!!!

Y así, deambulando, acabamos en la casa-museo de Diego Rivera, que visitamos y nos gustó bastante. Sobre todo el estudio, donde hay muestras de los colores que usaba, y diversos bocetos. Un poco más tétrico nos pareció la cama en el cuarto donde murió, pero ya se sabe la relación que tienen los mejicanos con la muerte.
Después de San Ángel nos dirigimos a los viveros de Coyoacán. Estaban llenos de ardillas y de gente corriendo. 
Por fin acabamos en el barrio de Coyoacán, otro de los barrios “bohemios” (junto con San Ángel), donde se encuentra la casa de Frida Kahlo y la de Trostky (que no vimos).
Aquí nos entretuvimos en degustar unos helados en la plaza, bastante famosos y riquísimos (recomendamos especialmente probar el de Cajeta)… 
 


Allí al lado hay un mercadillo que está bastante bien y merece la pena echar un vistazo.
Luego nos fuimos a comer a unos puestos típicos que hay allí, al lado de la plaza, unas quesadillas... Yo creo que debíamos ser los únicos extranjeros que había allí comiendo. Había muchos puestos, muy parecidos, y era curioso porque la gente se compraba la comida en un lado, la bebida en otro… y no había problema por sentarte con comida de otro lado.
Y después de comer, un cafetito, también allí mismo, en la plaza, al lado de la iglesia.
Cuando salimos del café empezó a caer una chupa como si se hubieran abierto todos los grifos… Nos tuvimos que refugiar en una carpa, a la que acudieron todo tipo de vendedores de los que no era posible huir, por el riesgo de quedar calado hasta el tuétano.
Por fin se hizo la hora de irnos al siguiente evento importante: la clase de baile, danza tribal de Adela. Para ellos cogimos un taxi allí mismo. Por supuesto en una parada oficial. Nos dijeron el precio antes de salir. Como estábamos de acuerdo, adelante.
El DF es tan grande que el taxista no tenía mucha idea de cómo llegar. La zona estaba clara, pero luego tuvo que echar mano de un mapa que afortunadamente llevaba yo. El hombre, con toda su buena voluntad, al final nos acabó llevando, a pesar que casi ni entendía el mapa.
La sorpresa nos la llevamos al llegar al estudio de baile, pues nos dijeron que la profesora se había hecho un esguince en el pie y no iba a poder dar la clase. Así que todo desilusionados emprendimos cabizbajos el camino de regreso… Luego nos enteramos de que, dado que iba a ir Adela, hizo el esfuerzo de ir a dar la clase, pero en el estudio no lo sabían y como no tenía nuestro número de móvil sólo pudo contactar con nosotros enviándonos un correo que no vimos hasta la noche una vez llegados al hotel…
Nos acercamos a la zona del Zócalo, a recorrer las calles con tiendas de ropa actual, de esas que hay ahora en todas las ciudades debido a la globalización, joyerías especializadas en piezas de oro y bares de comida rápida no mexicana, tipo McDonalds. Una zona muy animada, y con bastantes edificios interesantes. Y de vuelta al hotel, a dormir, que al día siguiente tocaba levantarse pronto.

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