03 enero 2012

30-07-2010 Puebla


Este día nos tocó excursión larga: a Puebla (bueno, el nombre es la Heróica Puebla de Zaragoza, o algo así, pero para entendernos más fácilmente, Puebla). Está a unas dos horas del DF.
Es una ciudad bastante grande, por lo que la estación de autobuses se encuentra alejada del centro. Así que para acercarnos tuvimos que coger un combi. Pasan catorcemil, cada uno de un padre y de una madre, con los carteles de los destinos escritos en el parabrisas. En cuanto vimos uno que ponía Zócalo, para allá que montamos. Intentando seguir más o menos en el plano el trayecto, medio adivinamos nuestra parada, que nos dejó bastante cerca de la zona vieja.
Esta zona está estupendamente conservada y/o restaurada, con todas las casitas pintadas de colores vivos, y da gusto pasear por las calles. Vimos la Iglesia de los jesuitas. 


Y luego ya nos acercamos al zócalo. Allí está la catedral, que personalmente me gustó bastante más que la del DF.



Después de callejear un rato nos acercamos a ver el museo Amparo, ya que nos habían recomendado vivamente que no podíamos dejar de ir a verlo. La verdad es que el museo no es la bomba, pero no está mal. Lo que pasa es que cuando te recomiendan algo mucho, luego te medio decepcionas.
Como ya habíamos hecho hambre, nos acercamos a comer a la plaza del Zócalo, a uno de los laterales con soportales, concretamente en el restaurante Mi Viejo Pueblito, que nos encantó. Aquí probamos los famosos chiles en nogada. Es un plato que no puedes degustar siempre ya que sólo lo preparan en temporada de nueces y nosotros tuvimos la suerte de estar en la fecha oportuna. Espectaculares. Cuenta la leyenda que fueron el invento de unas humildes monjas, para obsequiar la visita de nosequé personaje importante, y que tiene los colores de la bandera mejicana: verde de los chiles, rojo de la granada, y blanco de la salsa de nuez.

En el restaurante coincidimos con una señora de Logroño, que tenía familiares en México y había ido nosecuantas veces. Nos comentó:
- Habréis ido a la capilla del Rosario…
- ¿capilla del Rosario?¿Mande?.
- Hombre, será posiblemente de lo más bonito, no ya de Puebla, sino de todo México.
- Ah, pues ni idea, pero habrá que ir a verla…
Así que para allá que nos fuimos. Es una capilla lateral que está dentro de la Iglesia de Santo Domingo. En cuanto la vimos, nos quedamos alucinados. Está totalmente cubierta de pan de oro de 23 quilates, donación del pueblo. La luz entra por las vidrieras de la cúpula haciendo brillar el oro. Nosotros estuvimos sobre las 6 de la tarde, cuando empieza a cambiar la claridad del día y dentro de la capilla con los juegos de luz se originaban unos  reflejos increíbles. Mientras contemplábamos este espectáculo sentados en uno de los bancos del templo, un “ guía voluntario “ , nos relataba todo la historia del lugar, de forma didáctica y entretenida y nos descubría pequeños detalles del artesonado que ante tanta belleza global podían pasarnos desapercibidos. Estuvimos más de 30 minutos sentados allí disfrutando de esta belleza.




También intentamos ver la biblioteca palafoxiana, pero cerraba pronto, y cuando fuimos ya no hubo manera (por cinco minutos, cagüen….).
Y de nuevo, entre paseíto y paseíto, se nos hizo la hora de abandonar esta bonita ciudad, hacia el DF.
Por el camino para tomar el combi de vuelta hacia la CAPU (la estación de Puebla), al pasar por una iglesia, vimos que a la puerta había  un grupo de mariachis que empezaban a cantar y que entraban,  y allí que nos metimos nosotros detrás para ver que era aquello. Se trataba del acto de graduación de la Facultad de Medicina. Sólo estuvimos un ratito, que se nos echaba el tiempo encima.
Y vaya si se nos echó… Cogimos el combi relativamente pronto, pero con lo que yo no había contado era con la hora punta de Puebla. No voy a decir que similar a la del DF, pero vamos, que si lo juntas con las calles que estaban en obras no avanzábamos de ninguna manera.
Angustia, sudores, carreras… Al final llegamos cinco minutos más tarde de la hora de salida del autobús de vuelta. Que afortunadamente había llegado tarde de su destino anterior y todavía no había salido.
Así que fue montarnos en él y arrancar. De nuevo la suerte de nuestro lado.

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