08 enero 2012

04-08-2010 Palenque, Agual Azul y Misol-Ha

(aunque no por ese orden)

Este día sí que nos tocó madrugar. Nos íbamos a Palenque. Igual que el día anterior, habíamos contratado la excursión en el propio hostal (350 pesos cada uno). Hasta última hora no supimos si íbamos a salir o no, porque con las lluvias de días atrás había habido algunos derrumbes en la carretera y estaba cortada. Después de pasar a recoger a más gente, tuvimos algún tipo de avería con la furgoneta, que hizo que saliéramos más tarde. Como nosotros nos quedábamos en Palenque, llevábamos las maletas con nosotros. Iban bien sujetas en la parte superior de la furgoneta. El día amenazaba lluvia, así que les dije que las taparan con una lona. Yo llevaba mochila en vez de maleta, y se podía mojar fácilmente. Me dijeron que si todavía no llovía para qué las iban a tapar. Les dije que mejor taparlas ahora que no llovía que esperar a que empezara, que ya se iban a haber mojado, y además se iban a mojar ellos mientras las tapaban, pero me dijeron que no, que si se ponía a llover ya las taparían. Así que como al rato empezó a pintear, pues nada, les obligué a parar a poner la lona. Y ellos con malas caras porque no llovía mucho, porque no habían querido hacerlo en su momento. Y menos mal, porque luego se puso a llover pero bien.
La primera parada fue para desayunar, porque como habíamos salido muy temprano la mayoría de la gente no había desayunado. Las carreteras estaban bastante reguleras, con desprendimientos, pero se podía circular.
Al final, tras un largo camino llegamos por fin a Misol-Ha. Es un conjunto de cascadas, conectadas entre sí. Merecen la pena pero tampoco son espectaculares. Lo mejor no son las cascadas en sí, sino todo el conjunto. Aquí aprovechamos las tiendas para comprar algún regalito y comer tortitas y mango.



Desde aquí fuimos a Agua Azul. Yo creo que fue en este trayecto (si no fue en este fue en el anterior) cuando pensando en los planes del día siguiente (es una de mis características, que siempre estoy pensando en los planes de futuro, y quizá por ello no disfrute tanto del presente) me empecé a poner de todos los colores al darme cuenta de que no había cogido el carnet de conducir. Teníamos pensado alquilar un coche en Mérida para hacer alguna excursión por allí, y luego, tras ver Chichen Itza, continuar hasta Playa del Carmen, donde dejaríamos el coche. Así que tras ese garrafal fallo, a empezar a pensar en alternativas que no servían de nada, al no saber lo que nos íbamos a encontrar. Menos mal que Adela es un encanto y no le importó que los planes se modificaran y que dejáramos un poco a la aventura esa parte del viaje.
Después de este inciso reflexivo, llegamos a Agua Azul (o agua marrón, en esta época del año). A pesar de ser solamente una cascada, a mí me gustó más que las otras. Es una caída más alta y con más agua.




Esta cascada está ya bastante cerca de las ruinas de Palenque, así que en seguida llegamos.
Las ruinas de Palenque son espectaculares, en medio de la selva, rodeados de vegetación y de monos aulladores y parecía que en cualquier momento iban a salir de entre la espesura indígenas mayas. Además el cielo tenía unas nubes y un color muy particular debido a las tormentas y esto daba pie a que nuestra imaginación volara aún más.




Pero debido a la avería de la furgoneta y al mal estado de las carreteras llegamos bastante tarde y solamente pudimos estar una hora y cuarto en las ruinas, que cerraban a las 5 de la tarde (quizá hubiéramos debido estar menos tiempo en las cascadas, pero no había remedio). Así que a la puta carrera, y remoloneando al final que ya nos estaban echando, nos hicimos una buena idea de lo que eran el yacimiento, aunque no pudimos disfrutarlo como se merece. Fueron las ruinas que más gustaron a Adela.

Desde aquí a nosotros nos dejaron en la estación de autobuses de Palenque. Al resto les llevaron, bien a su hotel en el mismo Palenque, o bien de vuelta a San Cristóbal de las Casas. Estos no sé a qué hora llegarían, pero hacer esta excursión de ida y vuelta en un día creo que es bastante paliza.
En la estación teníamos que esperar 6 horas hasta que saliera nuestro autocar, pero no pudimos hacer nada, porque empezó a escañar agua de una manera que no cabía la posibilidad de salir a nada. La sala de espera era una simple marquesina y si soplaba un poco el aire te mojabas. Aquí estuvimos charlando con otros españoles, que nos recomendaron el helado de coco de la Plaza mayor de Mérida. Y pasando el tiempo como pudimos se nos hizo la hora de subir al bus, a nuestro trayecto nocturno hacia Mérida.

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