15 marzo 2022

21-08-21. Último día en Uganda.

Nuestro viaje por Uganda llegaba a su fin. Había colocado este día al final del viaje a modo de colchón, por si teníamos algún percance que nos hiciera perder la ruta, que llegáramos a tiempo para el vuelo. Afortunadamente no fue así, por lo que teníamos el día libre. Aunque nuestra tarea más importante, lo que teníamos que hacer sí o sí, era ordenar la maleta, lo dejamos para la tarde. Habíamos ido dejando las compras de los regalos en el coche, de cualquier manera y teníamos que ver si ahora nos entraban. 

A la hora de desayunar reservamos para por la noche un masaje para Adela en el propio hotel, y sin más nos acercamos al cercano jardín botánico. Había leído bastantes buenas críticas, pero cuando llegamos nuestra impresión fue otra. Había una casetucha con tres tipos, que nos cobraron la entrada, daba la impresión que lo que se les ocurrió en ese momento, y que nos ofrecieron visita guiada que desechamos. Estuvimos dando vueltas con el coche un rato, por los caminos del jardín, sin ver pájaros, que era el objetivo de la visita. Hasta que llegó un momento que aparcamos en cualquier sitio y nos acercamos a la orilla del lago Victoria, donde llega el jardín. Aquí ya vimos bastantes aves, junto con vacas que los lugareños llevaban a beber al lago. Cuando nos cansamos cogimos otra vez el coche hasta otra zona, y también tuvimos suerte viendo pájaros nuevos, e incluso volvimos a ver los colobos blancos y negros.














Después de esto ya salimos del jardín, que al fin y al cabo, nos había merecido la pena. En estas me para un policía porque, según él, me había saltado un semáforo en rojo. Me explicó que hay que mirar al que tienes enfrente, no al que hay justo en la esquina del cruce. Tras charlar un rato sobre la situación del país, nos dejó marchar sin más. Como era el último día nuestra siguiente misión era terminar de gastar los chelines, o lo que es lo mismo, rematar las compras. Nos pasamos por el Victoria Mall, que estaba allí mismo, al lado del Jardín Botánico. Nos encontramos un panorama desolador, prácticamente vacío, tanto de tiendas como de gente, nada que ver con el Acacia Mall de Kampala. Así que a Adela no le quedó más remedio que comprar un vestido, para animar el tema. Justo enfrente del mall, cruzando la carretera, hay un mercado de artesanías, camisetas, souvenirs y ahí terminamos de gastar los dineros. Para comer nos compramos algo en el súper del mall, porque ya nos quedaban los chelines justos para el masaje de la tarde.

Y sin más que hacer nos volvimos al ViaVia. Se acercaba la hora de devolver el coche. Yo tenía miedo por si me decían algo por el bollo en el parachoques, que nos hicieron al terminar la visita a los gorilas, pero no me dijeron absolutamente nada. Lo revisaron por encima y a los tres días ya tenía liberada la fianza en la tarjeta.

Cuando terminamos de hacer las maletas nos acercamos al masaje de Adela, pero la de recepción, un poco borde, después de decirnos que si la masajista llegaba tarde porque estaba en atasco, al rato nos dice que no iba hoy. Así que con el dinero que sobraba me compré un libro de pájaros de Uganda.

A la una de la mañana, habiendo dormido escasamente tres horas, nos pasaron a buscar para llevarnos al aeropuerto. Hicimos todos los trámites de forma rápida y sencilla, embarcamos en hora, pero cuando el avión iba a despegar, que ya estaba en la pista, nos comentan por megafonía que desde la torre de control no les dan permiso para despegar por la tormenta que estaba cayendo. Había unos charcos horrorosos, y no me imagino lo que tiene que ser que un bicho de estos haga acuaplaning. Así que salimos con más de dos horas de retraso, lo que hizo que, pese a las carreras que nos pegamos por el nuevo aeropuerto de Estambul, gigantesco, perdiéramos el enlace a Madrid. Nos reubicaron en un vuelo al día siguiente, nos llevaron a un hotel en el centro (tardamos una hora en llegar) y por fin, un día más tarde de lo previsto, llegamos de vuelta a casa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario