14 marzo 2022

20-08-21. Mabamba Swamp y llegada a Entebbe.

Hoy por fin íbamos a cerrar el círculo, después de dos semanas, volviendo al punto de origen. Salimos a la carretera principal, asfaltada, mientras por el camino veíamos a la gente con los rebaños de las famosas vacas ankole.

Hasta Masaka la cosa transcurrió más o menos como siempre, pero a partir de aquí el tráfico se fue haciendo cada vez más y más denso debido al cruce de un puente sobre no sé qué río. En estas ocasiones impera la ley del más fuerte o del más atrevido. Los camiones te van arrinconando aunque no tengan prioridad, y por mucho que toques el claxon, les da lo mismo. Está claro quién manda. Lo mismo ocurre con los conductores de las furgonetas-minibus. Les daba lo mismo si les hacían un bollo más. Claro, tú que vas en un coche del alquiler, por el que has dejado una fianza por si le pasa algo al coche, te lo tienes que tomar con muuuuuucha calma si no quieres acabar con un ataque de nervios.

En la localidad de Kayabwe paramos a descansar un rato, en el sitio de la típica foto del paso del ecuador. Nos tomamos un refresco y curioseamos un rato por las tiendas que allí ad hoc.

Fue al salir de aquí cuando tomé la decisión de intentar ver el pico zapato en la Mabamba Swamp. Nos teníamos que desviar, pero no demasiado, y prefería intentarlo a quedarme con las ganas. Y además sabía que cuando mejor se ve es a primera hora de la mañana, y nosotros íbamos tarde, pero bueno. Total, que según estamos llegando al pueblo me para un chico y me dice que si quiero guía. Nos toca primero ir a sacar las entradas. Resumiendo, me clavó. O más bien me dejé clavar, por las ganas que tenía de ver al dichoso pájaro. Así que me monté en la canoa mientras Adela se quedaba tranquilamente en el coche, y la lluvia acechaba a lo lejos. Me aseguraron que no nos mojaríamos, que el viento soplaba hacia otro lado, pero al final me llovió. Estuvimos recorriendo todos los canales de la ciénaga sin éxito, y sin casi tener oportunidad a ver ninguna otra especie. Al final de las dos horas que duraba el recorrido, me sentí estafado. No por no ver al bicho, que es una posibilidad con la que cuentas, sino por la clavada que me habían metido, y sin ver prácticamente nada más.





Con no muy buen sabor de boca enfilamos por fin hacia Entebbe. Antes de llegar a nuestro alojamiento, el ViaVia, teníamos una tarea muy importante que hacer: el test PCR que exigía Uganda para abandonar el país. Así que fuimos al hotel Peniel Beach, donde se encontraba la empresa Test & Fly. Lo tenían todo muy bien organizado. No tuvimos que esperar nada. Y a las dos horas, ya en el hotel, recibimos en el correo electrónico el resultado negativo que nos permitía volar a la noche siguiente.

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