08 marzo 2022

14-08-21. Aventuras por el QENP.

Habíamos quedado con nuestros “amigos” en que nos pasarían a buscar antes de que amaneciera para cruzarnos a la orilla donde estaba el coche. Cuando llegamos allí comprobamos que el coche estaba en buen estado. Como se habían portado bien, decidí hacer el crucero de por la tarde con ellos, así que fuimos a la oficina y compré un ticket para mí solo. Adela prefería quedarse en el campamento. Había reservado un masaje para el rato que yo tenía de crucero.

Cogemos el mapa y enfilamos hacia una de las puertas que vemos. Al llegar, tras media hora de camino, nos toca esperar porque se han dormido y no han abierto. Cuando compramos las entradas la muchacha nos explica que estamos en el lado malo para ver fauna, que tenemos que volver por donde veníamos y dirigirnos a otra zona del parque. Así que habiendo perdido una hora, media de ida y media de vuelta, nos vamos para otra puerta. Cuando llegamos nadie nos pide nada. Está la barrera subida y no nos hacen ni caso. Finalmente empezamos a bichear. Al poco rato vemos una leona a lo lejos. Por fin, el primer felino! Esperamos un rato, pero no se menea de debajo de un arbusto, así que seguimos camino por un loop que nos llevaría otra vez al mismo sitio, esperando que en ese rato, se hubiera movido. Mientras, vamos viendo distintas aves y waterbucks.








Como a la hora volvemos a llegar al punto donde habíamos visto a la leona, y allí lo que nos encontramos es una furgoneta que se ha quedado tirada y no arranca. Como en el maletero tenemos pinzas para la batería, nos bajamos para echarles una mano, no sin recordar que era donde estaba la leona. Pero no hay manera, la furgo está muerta y no arranca. Mientras, en ese rato, vemos que varios leonas junto con un macho se ponen en marcha, a lo lejos, pasando de nosotros. Se mueven de un arbusto a otro, y ya está, pero por lo menos los hemos visto moverse. Contentos por la experiencia pero tristes por no haber podido ayudar a la furgoneta, que estaba llena de turistas locales.





Seguimos un rato nuestro camino, y de repente, sin verlo venir, nos metemos en un hoyo. Parecía un charco como tantos otros, pero no. Y nada, ni para adelante, ni para atrás. El coche se ha quedado empanzado y no hay manera de sacarlo. Intento poner unas piedras en las ruedas, pero no es suficiente. Unos maderos medio podridos que encuentro, y tampoco. Y encima teniendo que salir del coche. Después de una hora allí tirados, en los que no pasa absolutamente nadie, recuerdo que en el ticket del crucero de por la mañana aparece un número de teléfono. Así que a pesar de no haber activado todavía la tarjeta de Uganda, tiro de red española y le llamo. Me coge el teléfono uno de los dos “amigos” del día anterior, le explico la situación, intento decirle más o menos dónde estoy y dice que vienen en mi ayuda, que no me preocupe. Como al cuarto de hora aparece un pick-up por detrás, de un holandés que lleva cuarenta años viviendo allí. Saco una eslinga que llevaba en el maletero y nos desatasca en dos minutos. Después de darle las más efusivas gracias y un rato de conversación, nos damos la vuelta, que ya hemos tenido bastante. A partir de aquí extremaría aún más los cuidados con los caminos, lo que haría que llegara todavía más cansado de la tensión.



Recorremos con más pena que gloria otra de las carreteras, que va paralela al río, sin ya muchas ganas de conducir. Menos mal que entre unas cosas y otras estamos cerca de la hora del crucero, así que preferimos volver al embarcadero y esperar allí. Cuando llegamos, aparece mi “amigo”, al que había llamado por teléfono, diciendo que había ido a buscarnos y que ya no estábamos, pero que él ha cumplido y le tenemos que pagar. Como tiene toda la razón del mundo, agacho la cabeza y suelto la pasta. Al fin y al cabo son poco más de 10€ lo que me pide. Ya más tranquilo me dice que no me preocupe por el coche, que me vaya a hacer el crucero, y que mientras él me cruza el coche y me lo deja en el campamento.





Nos tomamos una cerveza en lo que sale el crucero, y luego Adela se cruza al campamento en el mismo barco en que yo sigo para hacer el recorrido. En total son un par de horas viendo más o menos la misma fauna que en Murchison Falls, hipos y aves acuáticas, pero desde una canoa bastante más pequeña.












Cuando llego de vuelta al campamento compruebo que efectivamente, el coche me está allí esperando, preparado para seguir viaje. Adela está terminando de darse su masaje. Yo mientras, me doy una vuelta por el campamento intentando pillar algún pajarito. Cuando Adela acaba, está tan contenta, que decido yo también darme un masaje. La señora que lo da tiene unas manos estupendas, y me sirve para aliviar todas las tensiones del día. Ya solo nos quedaba cenar, sin hipopótamo esta vez.





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