05 marzo 2022

11-08-21. Segundo día en el MFNP y camino a Hoima.

Otro día que nos levantamos bien pronto para aprovechar el día, ya que tenemos traslado hasta Hoima, donde dormiremos. Así que toca traer las maletas a cuestas desde la última cabaña. 

A las siete ya estábamos en la puerta del parque, a la hora a la que abren, y tratamos de buscar caminos alternativos a los del día anterior. Pero como ya digo, no había demasiados desvíos. Un par de veces nos metimos en caminos que después de recorrerlos durante un rato, aparentemente no tenían salida, así que nos tocaba dar la vuelta.










Después de un par de horas dando vueltas, nos acercamos a ver las cataratas desde arriba. Estaban arreglando la cuneta de la carretera, y lo hacían a mano, dando el cemento con la llana. Cuando llegamos allí se nos pegó el típico chico que quiere hacer de guía, pero a pesar de acompañarnos todo el trayecto, no fue demasiado pesado. Quitando otra pareja, estuvimos solos. Si el día anterior vimos cómo la fuerza del agua no dejaba acercarse al barco, esta vez lo podíamos contemplar desde bien cerca.


El muchacho nos contó que había una ruta por la parte superior, que duraba como una hora, pero no la quisimos hacer. Nos limitamos a recorrer los dos miradores que había allí mismo.

Después de esto no nos quedaba más remedio que enfilar hacia la salida, ya que teníamos unas cinco horas de trayecto hasta Hoima. En la puerta nos sellaron el justificante de salida, y aprovechamos para comprar muy barato un polo de la UWA, la Autoridad de Vida salvaje de Uganda. Sin más, abandonamos el MFNP, sin suerte con el esquivo leopardo.

La carretera de camino a Hoima la estaban asfaltando. Cuando terminen va a quedar una carretera elegante, pero de momento era un recogedero de polvo. Por supuesto que los chinos andan detrás de esta obra. En este trayecto el gps nos hizo la primera de las pirulas, que no tuvo mayor importancia. Nos metió por unos caminos perdidos de la mano de Dios, buscando absurdamente el trayecto más corto (no el más rápido). Nos sirvió para pasar por algunos poblados algo apartados de la carretera, y por tanto menos desarrollados, que cuando pasabas con el coche te miraban como diciendo, qué hará este por aquí. Al final siempre acabábamos saliendo a la carretera principal. Se me ha olvidado comentar que a la entrada y a la salida de cualquier población, por pequeña que sea, y en el medio, si es medianamente grande, hay unos badenes que más te vale cogerlos con cuidado, porque si vas un poco rápido sales volando. Así tienen los coches de allí la suspensión.

Después de todo, esta carretera no fue mala, lo único el polvo. Finalmente llegamos al alojamiento, el Kon-Tiki hotel, el sitio más caro de todos los del viaje, y que realmente no lo merecía. No estaba mal, pero estuvimos mucho mejor en los otros. Perdido al final de un callejón, totalmente fuera de sitio respecto a los edificios que lo rodeaban, lo que más me gustó fue el jardín, donde había un montón de aves, e incluso algún mono. El poco tiempo de luz que nos quedaba aproveché para hacer las fotos que pude.




El hotel estaba frecuentado por bastantes indios, las mujeres vestidas con el sari. Aprovechamos para mandar ropa a la lavandería, pero nos cobraron bastante. Como siempre, cenamos allí mismo, en esta ocasión, una pizza. Y a la cama pronto, que al día siguiente volvíamos a tener carretera.

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