Nuestro hotel en Niagara era el Seneca Niagara Resort, un hotel fabuloso con casino, muy bien situado, y para el que cogí una oferta, no entiendo muy bien cómo, de 300$ para dos noches.
Esta oferta tan buena no incluía desayuno, y tampoco tenía ganas de pagarlo, así que después de comprar algo en un súper (me costó encontrarlo) nos acercamos por fin al Niagara Falls State Park. Aquí ya vimos las oleadas de gente que venían. Riadas por todos los sitios.
Nada más llegar había la típica tienda Duty Free con licores y chocolates, igual que cuando vas a Andorra, pero no hicimos mucho caso. La verdad es que la ciudad que hay en el lado canadiense parece un parque temático. Estuvimos dando una vuelta, entrando en distintas tiendas, y alguna compra cayó.
Aprovechamos a comer en un Burger King, que estaba petado, y luego seguí dando un paseo por la orilla del río, en dirección a las cataratas, mientras Adela se quedaba descansando en un parque cercano.
Sin mucho más que hacer volvimos a cruzar el puente de regreso a Estados Unidos, si bien para entrar hay que pagar 1$ por persona, y nos pararon para preguntar que cuánto tiempo habíamos estado, qué habíamos hecho y qué habíamos comprado.
Para cenar nos fuimos al primer sitio que me convenció en google maps, que resultó ser una cervecería local, donde caí en gracia a un indio (de la India) que había por allí y nos invitó a las bebidas. Nosotros nos tomamos una especie de kebab, más que nada para no repetir otra hamburguesa. Luego ya fuimos al espectáculo gratuito de fuegos artificiales que hay en las cascadas, donde estaba medio estado de Nueva York. Sin mucho más que hacer una vez acabaron los fuegos, regresamos al hotel a rehacer las maletas, que al día siguiente volábamos de nuevo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario