Para este segundo día en Boston teníamos varias alternativas. Por un lado estaba la opción de ir a Salem, el pueblo de las brujas. Otra opción era acercarnos al más lejano pueblo de Rockport. Pero como teníamos el vuelo a Buffalo a las siete de la tarde la hora límite para salir del hostal eran las cuatro de la tarde, así que decidimos no complicarnos la vida con trayectos largos, por lo que pudiera pasar, y optamos por ver lo que se nos había quedado en el tintero el día anterior.
La biblioteca nos gustó bastante.
De aquí ya fuimos en autobús al museo de Bellas Artes de Boston, donde, sin ser entendidos en arte, disfrutamos mucho.
Siendo amarrateguis con el tiempo no quisimos acercarnos al museo de Isabella Stewart Gardner, que estaba al lado, y optamos por volver al centro para terminar de dar una vuelta. Tras comer un ramen en un sitio cualquiera, a las cuatro ya salíamos para el aeropuerto. Allí nos informan que los vuelos están retrasados por tormentas en el medio oeste, y que no saben cuándo saldremos. Así que nos fuimos a tomar una cerveza a un bar del aeropuerto donde nos crujieron 28$ por una cerveza y una sidra.
Finalmente saldríamos con cinco horas de retraso, y gracias. Además, al ser por causas meteorológicas, no teníamos derecho a ninguna compensación. Únicamente nos dieron una mini bolsa de galletitas en las cinco horas, y no a todo el mundo, que se acabaron en seguida.
Cuando llegamos lógicamente ya habíamos perdido el autobús que nos iba a llevar del aeropuerto de Buffalo a Niagara, así que a esas horas (la una de la mañana) no tuve ganas de complicarme más y nos cogimos un uber que por 65$ nos llevó al hotel. Lo único bueno es que nos acabamos acostando a las dos la mañana, con lo que pusimos fin al jet lag.
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