07 abril 2014

19-03-14 Isfahan – Abyanet – Kashan


Fieles a nuestra hora, un día más, a las nueve estamos en marcha. Hemos pesado las maletas en una báscula que tiene el hotel y nos hemos quedado más tranquilos. Todavía no llegamos al peso máximo y podemos comprar muchas cosas más.
Como a las dos horas de camino hemos llegado al pueblo de Abyanet, un pueblo de casas rojas, por el color de la tierra, que aunque no está mal, no tiene nada reseñable. Las mujeres tienen vistosos pañuelos de colores y los hombres pantalones anchos. Hablamos con la gente, simpática como siempre, incluso un chico me quiere invitar a su casa a tomar el té, pero tengo que declinar la invitación. Como detalle gracioso, al salir de pueblo, hago una foto al conductor y al coche, que nos está esperando. La señora que está al lado, pensando que le hago la foto a ella, empieza a decir de todo. Luego Azi nos traduce que para qué le hago la foto, para enseñársela a los hombres, y que luego la van a venir y van a querer casarse con ella… Bueno, la señora esta, los setenta ya no los cumplía…


Luego seguimos hasta nuestro destino, Kashan. En las afueras de la ciudad paramos a ver un jardín, el jardín Fin (entrada 150.000). Es uno de los nueve jardines persas declarados patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Se está muy agradable, y está muy bien adornado con flores. Fue edificado por los safávidas, en una zona montañosa por un lado, pero desértica por otro. Hay cipreses de más de quinientos años. Volvemos a entablar conversación con los lugareños. Esta vez una niña, que no era de las más listas. Le pregunta a mi madre que si es una turista… (¿?) Luego le pregunta que si ha llegado en avión… y para rematar le pregunta que si soy su marido… En fin. 




Salimos del jardín a la una y media, y ya se nos ha hecho la hora de comer. Azi nos lleva a un sitio del que no sabemos nombre ni dirección, con una pinta un poco cutre (ya nos había avisado) pero donde comemos la que posiblemente haya sido la comida más rica y completa de todo el viaje, y nada cara.
Luego ya enfilamos hacia el hotel, a tomar posesión y dejar las maletas. Una vez hecho este trámite nos vamos hacia una casa típica, la mansión Tabatabaian (o algo así)(entrada 75.000). Está decorada muy bonita, con espejos y estucos, y es de época kayar (s.XVIII). Lo que más me llama la atención de la casa es lo profundo que se cava para huir del calor en verano y del frío en invierno.



Volvemos al hotel a descansar, pero antes nos despedimos del que ha sido nuestro conductor todos estos días. Mañana para entrar en Teheran tenemos otro. A las seis y media salimos a dar un paseo, a ver una mezquita, que tampoco dice mucho, y otra vez vuelta al hotel. Ya solo nos queda cenar, en el mismo hotel, y poco más.




Como conclusión, decir que bajo mi punto de vista, dormir en Kashan es una pérdida de tiempo, pudiendo haber hecho el camino desde Isfahan a Teheran de una tirada (con las paradas correspondientes). Los escasos atractivos de la ciudad no justifican un día aquí.

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