06 abril 2014

18-03-14 Segundo día en Isfahan


Hoy el día ha venido igualmente cargadito. Se nota que es la ciudad con más atractivos turísticos, y hay que aprovecharlos. Nuestro primer destino ha sido el palacio Ali Qapu, que significa puerta alta, en un sentido tanto físico como espiritual (entrada 150.000). Fue edificado por la dinastía safávida, al igual que el resto de monumentos de la plaza, y la plaza misma. Era el palacio residencial, un edificio de cinco alturas en el que la terraza que da a la plaza está en el tercer piso, y en el quinto se encontraba la sala de música. En la plaza se encuentran los cuatro pilares del gobierno safávida: el político (con este palacio), el económico, con el bazar al norte, el religioso, con la mezquita al sur, y el cultural, con la mezquita al este, que se usaba como escuela para los hijos del rey. Además, por las dimensiones de la plaza, se cree que en sus orígenes se usaba para practicar el juego del polo.
La terraza estaba antes profusamente decorada, con pan de oro en las columnas, y espejos, pero los kajares arrasaron con todo.



Atravesando la plaza de oeste a este nos vamos a la mezquita Sheik Lotfollah, llamada así en honor a un jeque libanés, que era el maestro de los hijos del rey (entrada 100.000). Es la única mezquita del país que no tiene minaretes, ya que su función no era la oración sino la enseñanza. Tampoco tiene patio,  para que no se pudiera ver a la familia real.



El siguiente punto ha sido la mezquita Jamé Abbasí (la hizo el Shah Abbas), situada al sur de la plaza (entrada 100.000), muy bonita, y con la curiosidad de que en su cúpula central se oye el eco de los sonidos que se hacen debajo.




Mientras esperábamos a que el coche viniera a por nosotros, que estaba atrapado en el tráfico, entramos en una cafetería a descansar un poco, y yo me tomo un excelente té a la menta. Tenemos el tiempo justo, ya que en seguida llega, y nos vamos camino a ver los puentes. El primero es el puente Khajuy, con un pabellón real en el medio.


A continuación, el puente Si-o-se, el de los 33 arcos, que ya hemos visto otras veces,  pero ahora Azi nos explica que es el primer puente que se construyó en la ciudad, y se hizo para conectar el barrio armenio con el lado safávida.

La última parada es el palacio Chenel Sotun, cerca de la plaza (entrada 150.000). Era el palacio en el que los monarcas safávidas recibían a los enviados extranjeros. Estos monarcas tenían gran gusto por Europa, y se trajeron a dos pintores de corte de Holanda. Tiene 20 columnas, que reflejadas en el agua del estanque hacen 40 columnas, número que simboliza una gran cantidad. Aquí los kajares también cometieron sus tropelías, entre otras, borrar los frescos y pintar los suyos, unos horrores que no guardan proporciones, ni gusto ni nada.





Las visitas, con esto, se han terminado. Se nos ha hecho la hora de comer, lo que vamos a realizar en tres intentos. El primero, en un restaurante en la plaza, que estaba cerrado. El segundo, en otro del centro, donde intentamos ir el primer día, y que tenía una cola horrorosa. Finalmente acabamos comiendo en el hotel, cansado de buscar otro sitio. Después de la comida, un breve descanso, y a las cuatro y media en marcha otra vez camino de la plaza. Cambiamos dinero, y a empezar las compras. Pero más que nada es un paseo. Mercamos unas miniaturas y unos billeteros. Todo esto nos lleva tres horas. Al final regresamos al hotel, sin ganas de cenar de empachados que estamos de todo lo que estamos comiendo estos días. Bueno, yo ceno un poquito, un triángulo de hojaldre relleno que llevo viendo varios días en las ciudades, y que tenía ganas de probar. Es como una empanadilla grande, rellena de patata con hierbas. Y de postre, un estupendo té a la menta en la tea room del hotel.

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