01 septiembre 2017

16-08-17. Llegada a Luang Prabang.



Puntual a las 6:30 nos esperaba nuestro chofer, el más borde de todos los que hemos tenido, pero el que mejor conducía. Tras parar en otro par de sitios a recoger gente finalmente salíamos a las 7. Cogimos el transporte más temprano que había, para poder llegar a Luang Prabang con tiempo. Antes se debía tardar en hacer el recorrido unas 7 horas, pero han debido hacer una nueva carretera que ha reducido el tiempo a 4 horas. Como se pasó gran parte del viaje lloviendo tardamos un poquito más. Llegamos sobre las 11:30, nos dejó tirados en medio de una calle sin decir nada y se marchó. Resultó que estábamos bastante cerca del hotel, a unos diez minutos andando. Tuvimos que esperar un ratito a que nos dieran la habitación, porque habíamos llegado demasiado pronto. Nuestro alojamiento para esta noche iba a ser el Goleen Lotus, perfectamente ubicado y el dueño más amable no pudo ser. Nos sacaron una bebida de bienvenida y cuando le preguntamos por una costurera para que Adela se hiciera un traje al principio no nos entendió, pero luego nos mandó a un centro de artesanías, como a tres kilómetros andando, donde hacían vestidos. Después de llegar medio muertos por el calor, sin una sombra donde meterse, en el sitio este sí hacían vestidos. Bueno, más bien vendían vestidos, al módico precio alguno de 500$. Así que otra vez con la solana de vuelta al hotel. Le explicamos otra vez lo que queríamos y esta vez sí que nos entendió, incluso se ofreció a llevarnos con su moto. Pero claro, solo podía ir uno con él, y como Adela no habla inglés, pues fui yo el elegido. Al primer sitio que fuimos no tuvimos éxito, ni tampoco en el segundo, pero en el tercero ya sí estaba la señora, y allí dejamos las telas para el traje.
Tras este recado ya nos fuimos a comer, a las tres y media, tarde como casi todos los días. La comida del sudeste asiático todavía no me ha entrado por los ojos (ni por ningún otro sitio) así que me pedí unos espaguetti carbonara que estaban bien buenos, junto con la bebida descubrimiento del viaje, una sidra Somersby, de la que me he hecho gran fan. Luego un ratito de siesta, ya que pese a haber dormido apenas cinco minutitos en la furgoneta el madrugón pesaba.
Después de la siesta tuvimos que volver a la costurera, esta vez ya Adela y yo andando, a llevar otra pieza de tela que faltaba. Aquí sí que habíamos visto un sitio de masajes que nos mereció confianza, así que nos pedimos un sport masaje cada uno, una hora por 10 €, en el que disfrutamos un montón. Nos embardunaron bien con aceite de trementina, que daba calorcito con las friegas. Tras el masaje fuimos al hotel a confirmar que teníamos el transporte para el día siguiente, ya que no le habíamos pagado ni nada, pero después de estar una hora esperando al dueño (la verdad es que estaba escañando agua a tope y no hubiéramos podido ver el mercado nocturno famoso) y ver que no aparecía solo nos quedaba cenar y domir, la vida del cerdo. A la vuelta de la cena ya sí que estaba y nos dijo que todo ok, que el precio se lo pagábamos al día siguiente al conductor.
(De este día no hay fotos)

No hay comentarios:

Publicar un comentario