03 septiembre 2017

18-08-17. Muang Ngoy.



Hay dos barcos de línea que van hasta Muang Ngoy, creo recordar que a las 11:00 y a las 13:00, o algo así. Desde el hotel pedimos un transporte para llegar hasta el muelle, ya que aunque el trayecto no era excesivamente largo (como 1,5 km.) no me apetecía ir cargado con las maletas todo el rato. Allí mismo compramos los billetes y esperamos un rato a ver cuál era el barco, porque son todos iguales.



En lo que nos quisimos dar cuenta ya se había montado todo el mundo, con el jaleo de dar las maletas al barquero nos quedamos con los últimos sitios que había, en la parte posterior, con las piernas encogidas todo el viaje y sin poderte menear. Hay gente que es especialmente hábil, están más atentos o se organizan mejor y siempre consiguen los mejores sitios, pero no es nuestro caso. Lo pudimos comprobar varias veces.


Al rato de estar montados, y justo antes de salir (con media hora de retraso), empezó a caer una tromba de agua horrorosa, tuvimos que bajar los laterales de lona para no quedar empapados, así que yo pensé, pues vaya, si lo bonito de ir a Muang Ngoy es el paisaje del trayecto en barco y no vamos a ver nada, vaya éxito.

Nos pusimos en marcha y a los cinco minutos el barco da la vuelta. Claro, pensé, si es que con esta tormenta no se puede. Qué va, era para recoger a otra persona en el muelle. Afortunadamente en este rato dejó de llover, fue un a chaparrada de un cuarto de hora y pudimos hacer el viaje tranquilos. El trayecto nos llevó una hora, íbamos contra corriente y paramos un par de veces a dejar a locales en las aldeas a lo largo del río.



Para mí mereció mucho la pena. Una vez llegados al pueblo, a descargar todas las maletas y como no tenía ganas de estar con ellas danzando de un lado a otro buscando alojamiento le dije a Adela que mirara en el primero, justo en las escaleras del muelle, y que si le parecía bien, ahí nos quedábamos. Y así fue, por unos modestos 4€ tuvimos cama en Muang Ngoy. El sitio era básico pero suficiente, una habitación con una cama grande, y un baño con una ducha, todo limpio. No necesitábamos más.

Después de una buena ducha salimos a ver un poco el pueblo. Desde allí salen distintas rutas a miradores y cuevas, pero los caminos no tenían muy buen pinta y después del recuerdo de la paliza del mirador de Vang Vieng no nos apeteció movernos de allí. Como digo salimos a ver el pueblo, esto es, subir por la calle que lleva al muelle y vuelta. El resto estaba embarrado.


Qué bien hicimos en quedarnos en el primer sitio que pillamos. Ya se nos había hecho la hora de comer, así que en un sitio que vimos que tenía buena cobertura wifi,  al lado de nuestro “hotel”, y que además tenían cerveza bien fría, ahí nos quedamos. Y nos quedamos cuatro horas, hasta casi las siete de la tarde, prácticamente noche cerrada, charlando con un par de matrimonios que llevan viajando juntos varios años, Chente, Paula, Ilde y Teresa, intercambiando experiencias de viajes, opiniones y un par de cervezas. Fue una tarde verdaderamente agradable.



Después de descansar un rato en la habitación salimos a cenar y qué casualidad, nos volvimos a encontrar con el mismo par de matrimonios y nos volvimos a liar a charlar. Como al día siguiente no había que madrugar demasiado no nos importó entretenernos.

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