05 septiembre 2017

20-08-17. Primer día en Luang Prabang.

Luang Prabang es una ciudad que me ha ido ganando poco a poco. Los primeros días me decepcionó, de tanta fama que tiene yo pensaba, pues bueno, no está nada mal, pero tampoco es para tanto. Pero al final sí que es una ciudad que transmite tranquilidad y tiene un encanto escondido.
El desayuno en el hotel era fabuloso, como se suele decir, en un marco incomparable, un estanque lleno de lotos en flor.
Ya desde la habitación oíamos un jaleo fuera de lo normal, y en cuanto salimos a la calle vimos que habían montado un enorme mercadillo y estaba toda la calle cortada. Era similar al mercado nocturno, pero también distinto, porque no se limitaba solo a las artesanías que se venden por la noche. Era como un mercadillo de aquí, con un montón de productos locales. Me llamó mucho la atención los puestos repolludos para hacerse las fotos de familia. Y era mucho, mucho más grande que el nocturno. Primero pensamos que era por ser domingo, pero luego nos enteramos que fue por la carrera de botes del día siguiente (https://www.luangprabang-laos.com/The-boat-racing-festival-199)


Cuando conseguimos llegar, empezamos a entrar en las pagodas, primero en la Wat Mai, para luego pasar al Palacio. Aquí no dejan hacer fotos dentro, sí por los exteriores. Hay unas taquillas en las que dejamos todo y nos pudimos recorrer tranquilamente las estancias. Tan tranquilamente que cuando terminamos habían cerrado el recinto y nos tocó salir por la trasera.





Tras cambiar dinero nos acercamos al río, que estaba justo al lado, ya que se oían voces, y es que los participantes en la carrera del día siguiente estaban entrenando. Fue curioso, y estuvimos un rato entretenidos.


La parte antigua de Luang Prabang es una península formada en la confluencia de dos ríos, el Mekong y el Nam Khan. En temporada seca hay unos puentes de bambú bien chulos que atraviesan el Nam Khan pero como era época de lluvias estaba inundado. Nos acercamos hasta donde los dos ríos se unen y aparte del bonito jardín que hay, era bien chulo ver el cambio de color del agua de un río al del otro.


Desde aquí, que es el extremo de la península “retrocedimos” por la calle principal viendo los templos que faltaban, Wat Xiengthong y Wat Sensoukaram.





Aquí no nos quedó más remedio que hacer un alto para comer. El calor y la humedad apretaban una barbaridad y llevábamos bastante tute (aparte que eran las tres de la tarde). Tras un buen reposo en un lugar que adoptamos para los siguientes días nos acercamos al Wat Xieng Muan, al que se llega a través de un callejón que como no estés atento te lo pasas.


Ahora tocaba la parte dura: subir al monte Phousi. Nos lo tomamos con toda la calma, pero entre el calor y que acabábamos de comer se hizo durillo (quizá sea un poco exagerado, pero es que a dos pasos que dabas ya estabas sudando). No obstante las vistas desde arriba merecen la pena.






Al bajar pensaba visitar el Wat Pa Huak, que había leído que tenía buenas pinturas murales en el interior, pero ya estaba cerrado. Así que nos acercamos al hotel con la intención de preguntar a darnos un masaje. En general el personal del hotel era muy amable, pero había una chica francesa que era un poco lista, y era la que llevaba las reservas de los masajes. Nos contestó de una manera un poco soberbia, tanto que nos dieron ganas de mandar el masaje a paseo, pero al final yo cogí uno típico laosiano y Adela uno de cara, de una hora de duración. Sin ser malos, tampoco nos entusiasmaron.


Nos acercamos un ratillo al mercado, y aunque algo compramos fue más paseo que otra cosa. Tras cenar, caminito de vuelta al hotel.

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