31 agosto 2017

15-08-17. Segundo día en Vang Vieng.



Tras un rico desayuno casero, con una tortilla con los huevos bien amarillos, a las ocho estábamos en el sitio de alquilar las motos. Reservamos un scooter por 5€ medio día, pero al no caber la mochila en el hueco bajo el asiento llamó a un amigo para que nos trajera la suya, algo más grande, y por la que nos cobró 2€ más. Nos dio un plano que tenía más o menos las indicaciones y allá que fuimos. Lo primero nos tocó pagar el pontazgo para poder pasar el río. Es un puente de listones de madera en los que solo cabe un vehículo, así que si viene alguien de frente te toca esperar. Yo tenía la ruta bien preparada en el gps, pero no cogió señal, así que el primer desvío, al mirador de Pha Ngern, me lo salté.




Seguimos hasta el siguiente desvío, hacia la Blue Lagoon, y en lugar de volver hacia atrás decidimos ver esto en primer lugar. Tras pagar el euro de entrada de rigor y dejar en la moto lo que no nos iba a hacer falta, tiramos para arriba, puesto que en el mismo sitio también se encuentra la cueva de Tham Poukham. La subida tenía tela, casi era trepar por el monte, con una humedad que hacía que al minuto ya estuviera chorreando. No me volveré a quejar de que en Japón hace mucho calor en verano. Tras un cuarto de hora subiendo llegamos a la cueva, que estaba llena de charcos por las filtraciones. Aunque tiene indicaciones estaba dificilillo, y al rato nos dimos la vuelta.



Al salir había empezado a jarrear, así que estuvimos esperando un rato, pero como veíamos que no escampaba decidimos bajar, medio protegidos por la vegetación. Al llegar abajo, bastante mojados, vimos un grupo de coreanos que estaban tirándose desde un árbol a la laguna, todo un espectáculo. Que por cierto, estamos encontrando coreanos por todos sitios. Yo había llevado bañador, pero no me apetecía cambiarme en ese momento, así que cuando dejó de llover del todo nos pusimos en marcha hacía la primera ruta que nos habíamos saltado. Menos mal que nos pasamos el desvío y fuimos primero a la laguna. Si llegamos a subir al mirador este al principio no nos hubieran quedado fuerzas para nada más. Nos llevó casi tres cuartos de hora la subida, chorreando por todos lo poros posibles, empapado del calor y la vegetación, por fin llegamos arriba, donde la vista merecía la pena. Nos alegramos mucho de haber subido, pese a la paliza. La bajada también nos llevó su tiempo, porque estaba resbaladizo.







Cuando llegamos abajo nos planteamos hacer una ruta circular, aprovechando que teníamos la moto. Llegamos al desvío correspondiente y cogimos un camino de tierra en el que había que ir al paso de la tartana, sorteando unos charcales impresionantes, así que después de un par de kilómetros de andar sufriendo no me atreví a seguir adelante, por cómo pudiera estar el camino. Nos dimos media vuelta y volvimos al pueblo. De todas formas era la una y media del mediodía. Paramos en un par de tiendas que había por el camino y devolvimos la moto. El plan para la tarde era recorrer otra ruta con ella, pero daban lluvias, y el camino iba a ser igual de tierra, así que lo desechamos.
Yo estaba deseando darme una ducha y quitarme todo el sudor de encima, que ya me estaba empezando a picar todo. Además vimos que en albergue te lavaban la ropa por 1€ el kilo, así que aprovechamos para dejar los pantalones llenos de barro, y de paso, todo lo que teníamos sudado hasta la fecha (que no sucio, que es distinto).
Ya se nos había hecho la hora de comer, así que decidimos repetir en el sitio de la cena del día anterior, que nos había gustado. Fue sentarnos y empezar a jarrear otra vez. Así estuvo toda la tarde, paraba, empezaba de nuevo con fuerza, volvía a parar… Adela se atrevió a ir de tiendas, pero yo me quedé en la habitación echando la siesta y leyendo un rato. Nos habíamos planteado darnos un masaje, pero todos los sitios que vimos, que hay muchos, no nos dieron mucha confianza. Como dato anecdótico comentar que creemos haber visto varias personas del llamado tercer sexo dedicadas a este menester de los masajes. A última hora salimos a recoger la colada, comprar el desayuno del día siguiente, que nos tocaba madrugar y en el hotel era más tarde, y cenar, de nuevo repitiendo en el Bamboo Trees.

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