04 septiembre 2017

19-08-17. De vuelta a Luang Prabang.



A las seis de la mañana ya estaban los lugareños dando voces… Había una especie de celebración y no paraban de reir y de hablar en voz alta, así que aunque no teníamos que madrugar, nos vimos obligados. Me acerqué a una pequeña tienda a comprar algo de leche para el desayuno (por cierto, muy buena, con buen sabor a leche), compré los billetes de vuelta a Nong Khiaw (el primero que lo hice) y a desayunar. Los locales seguían de alboroto, y Adela les preguntó qué celebraban. Nos contaron que el día antes habían terminado de colocar el tejado del templo, entre varias aldeas, y que era como la fiesta de inauguración. Nos invitaron a comer y a estar con ellos, pero nos teníamos que ir en el barco. Que a pesar de haber comprado primero los billetes me despisté haciendo fotos y cuando me quise dar cuenta los asientos buenos ya estaban cogidos. Entre eso y lo que tardé en bajar las cuatro maletas al muelle, se había llenado el barco. A ver cómo nos colocan ahora… Pues nada, el primer barco se fue, y a los cinco que nos habíamos quedado en tierra nos metieron en otro barco, donde fuimos con asientos estupendos nosotros solos, más a gusto que ni sé. Incluso adelantamos a los que habían salido primero.




 
El trayecto de vuelta, al ser a favor de corriente, nos llevó alrededor de cuarenta minutos, el río bajaba bien crecido.
Pero a pesar de llegar los primeros, por el jaleo de la descarga de las cuatro maletas, en lo que quisimos llegar al tuk tuk que nos llevaba a la estación de buses, el primero ya había salido, por lo que tuvimos que esperar a que se llenara el segundo, que aunque no fue mucho tiempo, cuando llegamos a la estación la furgoneta que iba a Luang Prabang estaba completa, por lo que nos tocó esperar de nuevo. Alrededor de hora y media estuvimos allí. Adela se ponía cada vez más nerviosa, pensando que no íbamos a llegar a tiempo para recoger sus trajes. Para colmo de males de los arreones que metía el conductor, cuando quedaba menos de una hora para el destino (de las cuatro que se tardan), la furgoneta se recalentó, y tuvimos que parar a echar agua y esperar a que se enfriara.


Finalmente llegamos a la estación norte de buses de Luang Prabang, donde, tal y como habíamos leído, estás vendido, a seis kilómetros de la ciudad, y a merced de lo que los tuktukeros quieran cobrarte. A pesar de que no queríamos nos vimos obligados a compartir transporte con más gente, que nos retrasó la llegada al hotel ya que nos iba dejando según le viniera.
Fue llegar al hotel, sin casi hacer caso del zumo de bienvenida, dejar las maletas, y salir escapados, primero a comer (que eran las cuatro y media de la tarde) y luego a recoger los vestidos. Pero antes nos pasamos por una tienda de telas que habíamos visto la otra vez, hacía tres días, y compramos buen material y a buen precio. Así que de paso que recogimos los trajes, encargamos un par de ellos más.
Una vez que nos quitamos del medio todo el estrés nos acercamos al hotel a descansar un rato y darnos una buena ducha. Luego ya con toda la calma del mundo, nos acercamos por la calle principal a echar un primer tiento al famoso mercado nocturno de Luang Prabang y ver los templos iluminados por la noche. Íbamos a estar casi tres días y no teníamos ninguna prisa. También nos acercamos a cambiar dinero al Banque Franco-Lao, donde mejor cambio dan, según hemos podido ver. Estaba cerrado, pero en la puerta vimos un cartel que ponía que el día 21 lunes, también iba a estar cerrado por la carrera de botes en el río. Vaya, esto tiene buena pinta, habrá que investigar.




Ya solo nos quedaba cenar y regresar al hotel, Maison Dalabua, con bastante buena pinta pero más alejado del centro que el otro en el que nos habíamos quedado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario