21 noviembre 2012

2 de agosto de 2012. Primer día en el Serengeti.


Serengeti. Estábamos en el Serengeti. Ese lugar que despierta tantas imágenes de lugar lejano e inhóspito. Y lo empezábamos a disfrutar. Nuestro alojamiento, el Ikoma Safari Campo, brindaba los desayunos al aire libre, en un entorno magnífico. Y más casero no podía ser: tostadas con mantequilla y mermelada, cacao para la leche (en polvo, eso sí), y si querías, que no fue el caso, pues los huevos fritos, bacon y salchichas de rigor. 


Una vez bien alimentados salimos a por el coche, y cual es nuestra sorpresa que nos lo encontramos reluciente, sin rastro de todo el polvo del día anterior. Abel, como buen guía, lo limpiaba todos los días, lo recogía con un cepillo y lo dejaba impecable. Pero era la hora de volverlo a llenar de polvo. La entrada al parque estaba a diez minutos y una vez allí teníamos que buscar las zonas más interesantes.
Nuestra primera parada fue la Hippo Pool, la piscina de los hipopótamos. Estuvimos allí un buen rato viendo como hacían cochinadas con la cola. La movían rápidamente en el agua y esparcían todo alrededor. Como era mitad de la época seca la charca ya estaba bastante menguada, y llenita de hipos, así que casi toda la superficie eran excrementos, con el olor que eso lleva…


Seguimos el camino tranquilamente hasta que nos encontramos una manada de búfalos ENORME, no sé cuantos serían… pero una barbaridad. Estábamos tan tranquilos viendo cómo comían, y de repente, todos se quedan tiesos, mirando al otro lado del camino, olfateando algo,  los machos más grandes se ponen alineados en primera fila, y se hace el silencio. Abel nos dice: una leona. Tardamos un rato en descubrirla, pero una vez localizada fue una gozada verla cómo iba acercándose, agachada, como si la cosa no fuese con ella, hasta que los búfalos la ignoraron. La leona se fue acercando poco a poco, poco a poco…. Pero los búfalos decidieron marcharse también poco a poco… La leona se iba acercando, y tuvimos la suerte de que pasó justo al lado del coche. Nosotros conteníamos la respiración pensando que íbamos a ser testigos de una cacería… Pero Abel nos dijo que no nos hiciéramos ilusiones, que los leones solamente tienen éxito la quinta parte de las veces que lo intentan… Y en esta ocasión falló.
Sin embargo fue muy emocionante observar cómo se iba acercando, agachada, despacio, sin hacer ruido… Yo, torpe de mi, creía que estaba grabando un video alucinante, y resulta que se me había olvidado dar al botón (torpe!!!).
 






 Seguimos un ratillo viendo más grupos de leones, pero estaban tirados a la sombra, descansando sin hacer nada… 




 Como teníamos la emisora del coche en marcha, debieron dar un aviso, y para allá que fuimos. Un guepardo con dos crías. También sin hacer nada, pero a la orilla de la carretera, justo al lado. Bueno, justo al lado cuando llegamos, porque aquello parecía una romería, o la cola del supermercado… Avanzábamos de uno en uno, hasta que el primero se hartaba de hacer fotos, y entonces, otro pasito para adelante… pero cuando llegamos mereció la pena…





 Con estas emociones intensas se nos había hecho la hora de comer, así que a una de las zonas de picnic, tarde como siempre. Esta vez fuimos tan tarde que ya estaban todos los sitios ocupados y nos sentamos plácidamente en el suelo a tomar las viandas de nuestra cajita de picnic , que en esta ocasión tenía su toque español ya que incluía tortilla de patata. Mientras comíamos Abel se acercó al pueblo a intentar arreglar el soporte de la batería., y allí estuvimos esperando una hora y media, que aprovechamos para comer, visitar la tienda, un pequeño centro de interpretación bastante interesante, echar un rato la siesta, y hacer alguna foto chorra…



La tarde siguió como la mañana, conduciendo por los caminos tranquilamente. Otra vez volvimos a ver un leopardo, pero esta vez nos costó un montón localizarle en el árbol… De esto que dices, este tío me está tomando el pelo, si yo miro donde dice y allí no hay nada… Pero una vez que vimos dónde estaba, nos fijamos que debía de haber cazado hacía poco tiempo, porque en la rama de al lado había restos de un impala a medio comer, al que se veía todo el costillar…





Y para rematar la tarde, según volvíamos al hotel, vimos cómo tres elefantes macho ahuyentaban una manada de ocho leonas que se habían acercado demasiado a una cría…
Ya no nos quedaba nada del día, más que rematarlo con una buena cena casera ( puré de calabaza, guiso de carne con guarnición de estupenda verdura salteada y fruta riquísima )y un par de cervecitas frías, frías…



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