26 noviembre 2012

6 de agosto de 2012. Vuelta a la civilización y vuelo a Zanzíbar.‏

El safari había concluido con todas las expectativas superadas con creces por nuestra parte. Así que tras un buen desayuno nos pusimos de nuevo en marcha camino de Arusha. Habíamos comentado a Abel que queríamos parar en una tienda de camisetas de la cual yo había leído en el foro, y al poco rato de salir de Karatu paramos. Estuvimos cerca de una hora porque no podíamos decidir cuales escoger de todas las que tenían, y de lo chulas que eran.

La siguiente parada, sintiéndolo mucho, ya fue en Arusha. Abel nos llevó a un mercado de artesanías que queríamos ver. No nos sobraba mucho el tiempo, así que nos dejó tres cuartos de hora mientras él iba a arreglar unos asuntos, y no pasamos ni de la primera tienda pues allí nos dedicamos a comprar regalos muy bonitos y a muy buen precio después del obligatorio regateo. Puntual como siempre durante el viaje, a la hora quedada se presentó para llevarnos a comer al mejor hotel de Arusha, el Monte Meru, impresionante hotel de cinco estrellas. Era la despedida que nos iba a brindar Elisante. Él finalmente,  no pudo acudir, ya que se tuvo que ir a recoger a otros turistas a Dar, así que la comida de despedida la hicimos con Abel, cosa que casi agradecimos, puesto que fue con él con quien habíamos pasado todo el rato y lo pasábamos muy bien en su compañía.
Después de la comida, Abel nos llevó a tomar el vuelo para Zanzíbar. Nuestro avión salía del aeropuerto de Arusha, no desde el de Kilimanjaro. Los horarios nos venían mucho mejor y además pillaba más cerca.
El aeropuerto era ya otro mundo. Al facturar las maletas nos dieron el resguardo en un papel con un lápiz, nos sellaron el billete y aquí ya nos despedimos finalmente de Abel. El embarque en el avión fue cuando menos curioso. Era un avión de hélices, no de turbinas, y como era pequeño primero montaban unos pasajeros delante, con lo cual el avión se desequilibraba para adelante. Luego cargaban equipaje, hasta que equilibraban el avión. A continuación más pasajeros, que volvían a desequilibrarlo, más equipaje, más viajeros… Hasta que se completó el proceso. 


El comienzo del vuelo no fue muy allá. El avión se movía demasiado, pero pronto se estabilizó. Tampoco es que fuera un vuelo muy largo, alrededor de una hora…
Al llegar a Zanzíbar y recoger las maletas, el siguiente paso era pillar un taxi que nos llevara a Nungwi. Cuando salimos a la parada de taxis nos encontramos con la misma historia que en el aeropuerto de Dar, que los precios estaban marcados en una tabla, que eran fijos y que no se podía regatear. Nos pedían 60$ por llevarnos. Como empecé a quejarme y a decir que si era muy caro (lo que viene a ser un poco de paripé) al final nos llevaron por 50$. Como vimos a la vuelta siguió siendo caro, pero no tanto…
Durante el viaje en taxi pudimos disfrutar del paisaje y de lo bien que olía. A Zanzibar la llaman "La isla de las especias" porque allí se cultivan en grandes cantidades y esto es lo que le proporciona esa exhuberante vegetación y ese olor sin igual. Tras atravesar la isla, al cabo de una hora, llegamos a nuestro destino, el hotel Ora Resort My Blue. Era un complejo turístico italiano, para mí puro diseño con aspectos no tan funcionales. En la bienvenida nos ofrecieron un zumo refrescante y por supuesto natural, pero yo iba todo acelerado ya que había quedado en ir a hablar con los chicos del centro de buceo antes de las seis, y quedaban cinco minutos, así que le dijimos a las chica de recepción que más tarde nos registraríamos, se quedó allí Adela con las maletas y salí a la carrera hasta encontrar el centro en la playa y quedar para las inmersiones del día siguiente. A la vuelta, me di cuenta de que el sol se estaba poniendo, una puesta espectacular, así que corriendo otra vez a por la cámara. Cuando llegué a la recepción, la chica seguía esperando con el zumo, y yo volví a decirle que no, que me volvía a ir, y otra vez carrera para abajo. Llegué justo a tiempo y puedo decir que mereció la pena.



Una vez hechas estas tareas por fin pude disfrutar del zumo, pues tenía ya a la pobre chica aburrida. Nosotros teníamos solamente el desayuno contratado, ya que es un complejo de esos de pulseritas de colores donde puedes tener todo incluido, y donde vienen italianos directamente a disfrutar de vacaciones de sol y playa sin querer saber nada más. Nos dijeron que la comida eran 20€, y la cena 25€, el único sitio donde nos cobraron en euros. Bueno, más bien donde nos quisieron cobrar, porque visto el sablazo y su actitud no gastamos nada de nada. Preferimos gastarnos el doble comprando artesanías en los puestos de la gente propia del pueblo (bueno más bien lo prefirió Adela ). Una vez asentado en la habitación intentamos llegar al pueblo para buscar algún sitio donde cenar, pero aquello estaba todo oscuro, sin farolas, desconocido, sin caminos… Así que tras un par de intentos y varios sustos (es que a los negros por la noche cuesta verlos) nos volvimos al hotel a disfrutar de restos de barritas energéticas y sobras varias…

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