23 noviembre 2012

3 de agosto de 2012. Segundo día en el Serengeti.



El día amaneció como el anterior, con un buen desayuno. Habíamos ido perdiendo poco a poco el bravío de los primeros días, y ya no madrugábamos tanto. Después de encontrarnos una vez más el coche impoluto, nos pusimos en camino. En esta ocasión nos dirigimos a otra hipo pool, pero un poco más lejana que la del día anterior, y que quedaba un poco en el lateral del parque. Estuvo bien porque nos permitió observar otro tipo de paisaje, con más colinas y con bosque un poco más cerrado que lo que habíamos visto hasta entonces. En este sitio también estaba permitido bajarse del vehículo, y aunque tuvimos que esperar un rato hasta que hubo sitio libre, luego mereció la pena. 


Tras retomar el camino principal, justo en el paso de uno de los ríos, nos encontramos también con varios coches parados, señal inequívoca de que había algo a la vista. En efecto, tras esperar un rato sin ver nada, que ni Abel sabía lo que había, al final apareció un pequeño leopardo en la lejanía. E igual que apareció desapareció rápidamente.


Después de un rato conduciendo nos encontramos con quien se iba a convertir en la estrella invitada de la mañana: una leona. Estuvimos un rato viéndola, ella ignoraba totalmente todos los vehículos, se movía, se quedaba quieta, se recostaba un rato a la sombra… Hasta que se puso en marcha no sabemos por qué motivo. Una vez más Abel acertó con el sitio.




De pronto por la derecha aparecen unos facoceros (unos jabalís del estilo pumba, vamos) y la leona se va acercando sin que ellos se den cuenta. Les va cortando su trayectoria, y de repente, sin previo aviso, sale corriendo hacia uno de ellos, aumentando la velocidad progresivamente, hasta que entre polvareda y chillidos, se hace con la presa. 

Leona cazando 

Fue un momento mágico, quizá el mejor del viaje, la tensión por la caza, el silencio, todos los coches pendientes… Y la leona, ajena a todo, se fue tranquilamente con su pieza, a dar buena cuenta de ella… El vídeo que saqué muestra un poco el momento, pero con la emoción, se me salió de encuadre y no sale demasiado bien (de hecho es un churro…)


 
Nos pusimos en camino una vez más, todavía con la adrenalina corriendo por el cuerpo. Mientras se nos pasaba, por el camino veíamos distintas clases de pájaros y antílopes, elefantes… Hasta que una nueva llamada de radio hizo que subiéramos la velocidad en busca de algo concreto. En esta ocasión eran dos crías ya creciditas de guepardo, que para variar estaban a la sombra sin hacer nada… Pero justo a la orilla de la carretera, así que supercerca. Te daban ganas de salir del coche para acariciarlas…


Y con todo esto ya se había hecho la hora de comer… Bueno, la hora de comer ya se había hecho hace un par de horas, y hoy sí que llegamos realmente tarde, tanto es así que no quedaba nadie en la zona de picnic y pudimos escoger el sitio que quisimos. Fue un rato muy agradable que aproveché para hacer fotos a los distintos pájaros que se acercaban a comer las migas, algunos realmente valientes…



Tras el merecido descanso nos pusimos de nuevo en camino. Al haber comido tan tarde, lo que quedaba del día no nos cundió mucho, pero sí lo suficiente como para ver algo nuevo hasta el momento, como la avutarda de Kory, cigüeñas raras y alguna rapaz. Y también otra manada de leonas sesteando, y otro de los momentos buenos buenos del viaje, un grupo bastante numeroso de elefantes según se dirigía a la charca a beber agua.



Estuvimos cerca de media hora, primero viéndolos acercarse, luego mientras entraban en la charca, bebían y salían, y por último, emprendían la marcha de nuevo. Dio la casualidad una vez más (que ya digo que es más bien habilidad del guía), de estar en el sitio correcto. Fue muy emocionante ver cómo dentro del grupo había una cría, y cómo se organizan los elefantes para protegerla y defenderla. Primero uno de los grandes abre camino, dirige la marcha. A continuación otro de los medianos se coloca delante de la cría, otros dos la flanquean, para que vaya siempre arropada, y mientras otros más, los que haga falta, se hacen cargo de las posibles amenazas, en este caso, nosotros. Por último otro de los grandes cierra el grupo. Y todo esto lo hacen perfectamente organizados. Tanto es así que tuvimos a un elefante tocando literalmente la rueda de repuesto de nuestro coche, a menos de un metro de nosotros mientras la cría cruzaba la carretera…


Elefante junto al coche

Así que después de todo esto regresamos al hotel, donde llegamos antes de las cinco (demasiado pronto para mi, que nunca tengo suficiente y siempre quiero más). En este rato aprovechamos que no había nadie para tener una buena charla con Pepe, el gerente del hotel. Hay que decir que es todo un personaje. Puedo entender que haya gente a la que no caiga demasiado bien, y que tiene unas teorías un poco extrañas, pero nosotros pasamos un rato la mar de agradable con él. Nos estuvo contando que le habían hecho entrenador de un equipo de niños en el pueblo de al lado, de cómo se le presentó la oportunidad del hotel, el tiempo que llevaba trabajando, lo que echaba de menos de España… Fue un buen momento, entre cervezas y risas, que me hizo olvidar el semicabreo por haber llegado tan pronto. Y es que el llegar pronto sirvió además para poder sacar fotos de posiblemente la mejor puesta de sol que haya visto.



Más tarde, durante la cena (casera y sabrosa otra vez), Pepe se repartía entre los distintos grupos de alemanes, italianos, haciendo de perfecto anfitrión, y teniendo alguna palabra con ellos en su idioma. Pero cuando todos se fueron a dormir, se vino con nosotros, los dos únicos españoles. Nos tomamos una cerveza más, y entre conversaciones, cuando yo ya estaba cansado y con ganas de ir a la cama, no se le ocurre otra cosa que sacarnos una botella de amarula (que solo tomamos un chupito, eh) y otra hora larga se nos pasó volando.


Así terminó el que fue posiblemente el día mejor y más completo de todo el safari.

No hay comentarios:

Publicar un comentario