19 febrero 2024

30-07-23. Comienza otra aventura.

Después de un largo viaje con escala en Frankfurt, a las seis de la mañana llegamos a Hanoi.

El traslado del aeropuerto lo había reservado directamente con el hotel, por comodidad. Cuando llegamos, cerca de las ocho, nos dicen que nuestra habitación no está disponible hasta las dos de la tarde. Pero que sí que hay disponible una habitación de categoría superior, pagando 20 € a mayores, y que nos la darían al momento. Ante la perspectiva de estar andando como zombies esas seis horas, ni lo dudamos.

Si esa era la habitación de categoría superior, no quiero pensar cómo hubiera sido la que teníamos reservada. Pero bueno, era una noche y ya estaba. Caímos reventados del viaje. Después de unas cuatro horas de sueño reparador, nos pusimos en marcha. Lo único bueno que tenía el hotel era la ubicación, justo al lado del lago. Al lado del hotel teníamos un supermercado de la cadena Circle K, de los que nos hicimos fans, y después de comprar algo para picar, dimos un pequeño paseo por el lago Hoàn Kiếm, que pasamos a bautizar como lago Joaquín.





Lo primero que hicimos fue ir a cambiar dinero, mirando en distintas joyerías hasta que encontramos una que daba mejor cambio, aunque estaba un poco más alejada.

De vuelta al lago, entramos en el templo Ngoc Son, y después de zascandilear un rato, nos acercamos a comer al Pizza 4 P’s, que estaba en los alrededores y que mi amigo Alfonso recomendó con gran insistencia. La verdad es que fue un éxito.

Después de otro reparador descanso en la habitación del hotel, huyendo del bochorno, cuando bajó el calor salimos de nuevo a recorrer el lago, donde habían montado una especie de mercadillo. No tardamos en sentirnos atraídos por los colores de los vestidos tradicionales vietnamitas, y no quedó más remedio que comprar el primero de ellos. A Adela le quedaba genial, y las señoras mayores que la veían cuando se lo probaba, le hacían gestos de asentimiento.

De aquí nos fuimos a la cercana catedral de St. Joseph, donde al ser domingo por la tarde, estaban celebrando misa. Era raro oírlos rezar en vietnamita. Si afuera había calor, no quiero imaginar el bochorno que tendrían que estar pasando los que estaban dentro.



Al rato ya nos fuimos a callejear. Todas estas calles cercanas al lago están llenas de tiendas de recuerdos y ropa. Además, al ser domingo, había mercadillo nocturno montado.

Agotados del calor y del jetlag, cuando el mercadillo recogió nosotros también lo hicimos.

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