10 mayo 2015

10-05-15 Erevan


Como el día anterior la llegada del aeropuerto fue tarde y entre pitos y flautas nos habíamos acostado a las tres de la mañana, decidimos levantarnos tarde y tomarnos el día con calma, así que tras un buen desayuno en el hotel, salimos a patear la ciudad.

Nuestro hotel es el República, del que había leído buenas críticas en Tripadvisor, y la verdad es que no está mal, aunque la habitación la esperábamos algo más grande. Está muy bien situado, a tres minutos de la plaza de la República.

La primera misión del día es cambiar dinero, y eso lo hacemos en un supermercado que hay en la esquina de nuestra calle (el cambio a 535). Después de esto ya estamos listos para lanzarnos a las calles de Erevan. El primer destino, por supuesto, es la plaza de la República.





Yo tenía intención de entrar en el Museo de Historia, pero decidimos seguir. Nos acercamos entonces a la catedral de San Gregorio el Iluminador. La catedral en sí no vale mucho, no tiene apenas decoración en su interior, pero estaban celebrando algún rito, parecido a nuestra misa, y además estaban tocando el órgano, y un coro cantando, y nos quedamos ahí tan a gusto un buen rato. 








Al salir había empezado a llover ligeramente, y nos dirigimos al Vernissage, el mercadillo más importante. La lluvia ligera había ido aumentando de intensidad, y para cuando quisimos llegar al mercadillo ya estaba con todas las ganas. Tanto es así que nos tuvimos que refugiar allí, esperando que escampara, de lo fuerte que caía. Imposible caminar con esa tormenta. Aprovechamos para recorrer los puestecillos, algunos de artesanías, otros de souvenirs, otros de música, cámaras de fotos antiguas… Cuando ya nos atrevimos a ponernos en marcha, aunque todavía llovía algo, tomamos dirección plaza de la República, de nuevo. Para ello atravesamos un parque con varias cruces de piedra restauradas, que a mí me gustaron. Pero como seguía lloviendo no me atreví a sacar mucho la cámara.
En esto ya se nos habían hecho las dos de la tarde, y aunque habíamos desayunado tarde, como desconocíamos los horarios de comida del país, pusimos rumbo a la ópera, y en el primer sitio que nos convenció, allí nos quedamos. Nos metimos en uno de los tantos sótanos que existen en Erevan, la mayor parte de ellos dedicados a los negocios.



Cuando repusimos fuerzas salimos hacia la ópera, pero antes pasamos por la Iglesia de San Katoghike. Es una iglesia pequeñísima, y han levantado otra detrás, totalmente nueva, que no sé si tendrá algo que ver con ella. En estos momentos el cielo estaba bastante despejado. 





Finalmente llegamos a la ópera, y en la plaza que hay en su parte posterior estaban vendiendo y arreglando bicis de segunda mano. El edificio en sí es un poco mamotreto. Delante de él hay una estatua del famoso compositor Katchaturian, armenio. 

Y ya que estábamos por la zona, nos acercamos a ver el complejo de la Cascada, que francamente, nos sorprendió muy en positivo. Y es que lo que habíamos visto hasta el momento no nos había gustado demasiado. Lo primero que se ve es el parque de Alexander Tamanyan, el arquitecto del pueblo de época soviética, y responsable, entre otros, del edificio de la ópera. Pero en este parque hay bastante más esculturas, de las que obviamente, me gustaron unas más que otras. Incluso hay tres de Botero. La más original, una que muestra el salto del impala.






En esto el cielo se había empezado a poner otra vez de color hormiga, y justo cuando entramos al edificio, en su parte izquierda, comenzaban a caer las primeras gotas. El complejo se puede subir por las escaleras de su parte exterior, o bien por las escaleras mecánicas de la parte interior. No hace falta decir cuál tomamos. Además en los distintos tramos de escalera mecánica hay salidas al exterior, así que subíamos un tramo, salíamos, tomábamos la foto, y de nuevo hacia dentro. De nuevo hacia dentro, corre que te corre, porque ahora sí que estaba cayendo con todas las ganas. Tuvimos suerte de que nos pillara bajo techo. Aprovechando el momento yo me quedé dormido, sentado en las escaleras. Pero solo fueron cinco minutos, eh!
 






Una vez que escampó de nuevo, nos pusimos de nuevo en marcha, en busca de la iglesia de San Zoravor, pero no fui capaz de encontrarla, así que seguimos camino, de vuelta al hotel, filosofando sobre lo bonita o fea que es la ciudad.
En general se notan los edificios de época soviética, y también se nota que están haciendo en el centro un montón de edificios nuevos. Pero no es una ciudad bonita. Nos ha llamado la atención la cantidad de patios, o partes traseras, o pasadizos que hay, como si detrás de una fachada bonita la realidad fuese distinta, con casas con tejados de uralita en condiciones un poco reguleras.
 





También nos ha llamado la atención la nariz de las mujeres armenias (en general). El año pasado en Irán nos comentaron (y vimos) que las mujeres se operaban mucho la nariz. Aquí parece que esa moda no ha llegado todavía. Y no es que yo sea un férreo defensor de la rinoplastia, precisamente, pero eso que nos ha llamado la atención.
Como mi madre ya empezaba a estar cansada, nos dirigimos al hotel a reposar un rato, tras lo cual salimos de nuevo es búsqueda de la cena. Al pasar por la plaza de la República estaban “echando” un espectáculo de luz y sonido en las fuentes de la plaza, y la verdad es que nos ha gustado mucho. Casi casi incluso hemos disfrutado con el chunda chunda infumable de Luís Cobos, que ha sido una de las canciones que han puesto. Y nada, tras una hamburguesa en una franquicia local (Queen Burger), de vuelta al hotel a reposar el día.

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