08 mayo 2015

02-05-15 Roma Imperial (y republicana).


El primer destino del día eran los foros romanos, donde llegamos callejeando desde el hotel.

Había cuatro personas delante de nosotros en la cola, y rápidamente entramos. Yo iba con la idea de comprar un libro sobre el que había leído en Los Viajeros, para poder entender mejor la visita, uno con reconstrucciones sobre las ruinas actuales de cómo debieron ser los edificios en su época, pero no lo vi. Así que únicamente con la ayuda de la audioguía (y con los apuntes de arqueología romana que me había repasado antes de ir) nos pudimos hacer una idea de la importancia histórica del lugar. Fuimos recorriendo la Via Sacra, deteniéndonos en los principales restos.








Una vez terminado con el Foro, allí mismo, subimos a ver la colina del Palatino, el lugar donde la tradición situaba el hogar de Rómulo, el mítico fundador de la ciudad. La cola de entrada en este punto era bastante grande, pero nosotros ya estábamos dentro y no tuvimos que hacerla. Vimos los jardines de Farnese y la casa de Augusto, junto con restos bastante más antiguos.


Habíamos reservado por Internet la visita guiada por el tercer nivel y los sótanos del Coliseo a la una, así que tras más de tres horas viendo los foros y el Palatino, nos fuimos acercando. Había una cola relativamente grande, pero como íbamos bien de tiempo y además llevábamos compradas las entradas en el foro, aprovechamos para tomar un café y un helado en la cafetería de la estación de metro, que está allí mismo.

Y cuando vamos a entrar, ¡sorpresa! nos dicen que nuestra cola es la larga. Yo, incrédulo, pregunto a varias personas, intentando entender por qué la cola larga es para los que tenemos entrada, mientras que la corta, que iba más rápido era para los que no se la habían sacado. Al final uno de los que se ofrece de guía me cuenta que nuestra cola es larga por fuera pero corta por dentro, mientras que la otra es corta por fuera pero bastante más larga y lenta por dentro. Desvelado ya el misterio, cruzando los dedos por llegar a tiempo, estuvimos cerca de veinte minutos en la cola, y finalmente llegamos justo cuando empezaba nuestro tour. De hecho acababa de empezar y nos tuvieron que acercar a la zona, puesto que se visitan áreas cerradas al público normal. Nuestro guía estuvo formidable, dando muy buenas explicaciones. Hizo que la visita mereciera totalmente la pena.





Salimos a las tres del Coliseo. Como nuestro siguiente destino era la iglesia de Santa María de Cosmedin, donde se encuentra la Boca de la Verdad, y pensando que a estas horas habría menos gente que si íbamos después de comer, nos fuimos derechos hacia allá. La verdad es que la cola no era muy larga, pero sí que estaba dando toda la solana, y se hizo un poco pesada pese a estar algo menos de media hora. Después de hacernos la foto de rigor visitamos la iglesia, que no está mal.




Subimos de nuevo hacia el monumento a Víctor Manuel II, pasando por la plaza del Campidoglio, donde estaban celebrando una boda.


Nos queríamos acercar al Panteón, que el día anterior estaba cerrado, pero a estas horas, y sin comer, yo desfallecía. Casualmente además, nos encontramos con los cuñados de mi hermano, justo frente a la iglesia del Gesú (que no es grande Roma como para encontrarte con gente), así que aprovechando la parada, allí mismo, cerca de las seis de la tarde, por fin comimos.


Una vez satisfechos nuestros instintos más primarios, continuamos ruta hacia el Panteón. Al llegar una muchedumbre se agolpaba en la puerta, sin moverse. Impacientándome me preguntaba el motivo. Y es que en el interior estaban con algún tipo de celebración, y como ahora es una iglesia no se permitía el paso al turista. Al rato ya nos dejaron pasar, pero éramos tantos y entramos tan de golpe que con el barullo me puse un poco nervioso y nos fuimos de allí sin dedicarle mucho tiempo.


A continuación nos acercamos un rato a descansar al hotel, porque teníamos pensado volver a esta zona a ver el ambiente nocturno, que el día anterior solamente habíamos estado por la tarde. Por el camino fuimos parando en distintas tiendas en busca del codiciado souvenir, y aprovechamos para ver la Fontana de cerca.


Tras el reposo del guerrero nos pusimos de nuevo en marcha, camino de la Plaza España, a ver el ambiente. Teníamos pensado cenar por allí, pero el ambiente de los restaurantes nos pareció demasiado chic para nuestro gusto, así que nos dirigimos de nuevo a la piazza Navonna, el panteón, el templo de Adriano, y todas esas callejuelas peatonales que son más de nuestro estilo. Allí cenamos en una mesita en la calle, porque la temperatura era muy agradable, y podíamos observar a la gente pasear. Estuvimos muy bien, aprovechando porque ya no nos quedaban muchas horas de estar en Roma.

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