06 marzo 2014

Atrapado en el tiempo en Tromso (V). Los trineos de perros y viaje a Helsinki. 10 de febrero de 2014.


Este día no nos quedó más remedio que madrugar. Tampoco con exceso, pero a las nueve teníamos que estar en el autobús que nos llevaría donde los perros... Y teníamos que dejar las maletas hechas, porque le habíamos hecho el favor a la nueva inquilina de que entrara antes. Solamente teníamos que pasar luego a recogerlas. 
Puntuales como siempre (es decir, diez minutos tarde) llegamos al autobús. Después de una hora y cuarto de trayecto llegamos a nuestro destino: la "granja de perros". Primero entramos en un sitio para cambiarnos de ropa y calzado. Si querías te daban unos monos para no pasar frío, y unas botas enormes, igualmente preparadas. Cuando llegó nuestro turno los compañeros preguntaron a la chica si podrían conducir los trineos, y les dijo que sí, pero no todos. Les dio unos brazaletes que les acreditaban como musher invitados y ya salimos fuera para la explicación. Nos habían dividido en dos grupos, y mientras a nosotros nos contaban, el primer grupo salió con los trineos. Luego les dieron a ellos la charla. Nos comentaron sobre la mezcla de razas, que si esta era más rápida, que si esta era más resistente, que si la otra era más fuerte... Me llamó la atención la dieta, les daban mucho pescado, salmón y ballena. También nos hablaron sobre la distribución de los perros en el trineo, las hembras delante porque obedecen mejor, los machos detrás, cerca del trineo, porque son más fuertes. Esto es lo que nos dijeron, pero yo creo que ponen a las hembras delante para que los machos tiren a por ellas. Si lo hicieran al revés, los machos estarían todo el rato dando la vuelta y mirando hacia atrás...





Como veis, estaban en casetas por parejas. Menos los cachorros, que les tenían a todos juntos en un cercado, al que nos dejaron entrar. Los cachorros, juguetones y graciosos, se encargaron de embadurnar la ropa de algunos de mis compañeros de excrementos, que luego se les olía venir... vaya pestazo...




Cuando ya nos cansamos de los perros nos metimos es una cabaña-choza enorme, con una buena hoguera en el centro, y allí nos dieron un café o té caliente mientras esperábamos nuestro turno. Finalmente llegó y se hicieron las parejas naturales para los trineos: Anu y Cris, Isa y Sebas, y Nacho y Mateo, un italiano que andaba colgado como yo. Mis compañeros iban a conducir por turnos, pero yo, como un señorito, iría sentado todo el rato, aprovechando para hacer fotos.
Era bien chulo ver cómo los perros se empezaban a poner nerviosos, deseando salir, aullando. La musher que me tocó a mí se ocupó de taparnos bien tapados con la manta y en seguida nos pusimos en marcha. Aquello era una gozada, el viento en la cara, y de no ser porque la mano se quedaba totalmente helada cuando te atrevías a sacarla un ratito, hubiera grabado algún video chulo.
El recorrido duró unos 50 minutos, con una pequeña parada en el medio para que los compañeros cambiaran, el que conducía a descansar y el que descansaba a conducir. La verdad es que disfruté como un enano, y el paisaje era espectacular.
Cuando llegamos de nuevo a la base vimos a gente que se preparaba para salir, cada uno conduciendo su propio trineo, y sin llevar a nadie. Preguntamos y nos dijeron que se iban dos días con los perros, durmiendo por la noche en una tienda en mitad de ningún sitio... alguno comentó que qué pena no haberlo sabido antes, pero la verdad es que en los folletos que habíamos cogido se leía bien claro, que se podían hacer estas excursiones. Claro, que si cogemos los folletos pero no leemos no vale para nada...







Aquí os pongo el enlace de dónde estuvimos con los trineos. Trineo de perros de Nachingo en Garmin Connect: Detalles

Después comimos en la misma cabaña-choza del té. Nos dieron caldo de reno y estofado de reno con verduras. Terminamos los últimos y ya estaba todo el mundo en el autocar esperando. Mereció mucho la pena la excursión. Luego, de vuelta a Tromso. No habíamos pensado llegar tan pronto, así que nos dedicamos a visitar la tienda de souvenirs, intentar cambiar las coronas que sobraban a euros, pero la comisión nos comía todo el cambio, así que nos las gastamos en unos yogures helados. Luego ya no nos quedó más remedio que ir a por las maletas, sobre las cinco y media de la tarde, a pesar de que habíamos quedado en pasar sobre las siete (pero claro, habíamos contado con la excursión larga). La chica no nos recibió de muy buenas maneras, bastante borde. Se ve que la habíamos interrumpido en algo interesante, porque salió cubierta por una toalla...
Nos quedaba irnos al aeropuerto, pero no podíamos antes dejar de pasar, una última vez, por la oficina de turismo. Allí mismo cogimos el autobús. Y ya en el aeropuerto lo de siempre, esperar al avión, mientras tomábamos unos bocatas de fiambre.
Una vez en Helsinki, que tiene una hora más, tuvimos que esperar un rato al bus que nos llevaría al centro de la ciudad. Mientras estábamos en la marquesina empezó a nevar con todas las ganas, y a cuajar la nieve. Luego el bus tardó una media hora, pero era la una de la mañana y no había nadie por las calles. Nosotros luego tuvimos que andar otro cuarto de hora hasta el apartamento, donde caí rendido en el sofá, a pesar de que la rubia me insistía en que me dejaba una cama.

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