05 marzo 2014

Atrapado en el tiempo en Tromso (IV). La carrera de renos. 9 de febrero de 2014


¿Por dónde íbamos? Ah, sí... Atrapado en el tiempo en Tromso...
Este día nuestra rutina, si cabe, adquirió aires de grandeza. Nos levantamos más tarde que nunca, desayunamos con más calma que nunca y salimos de casa con mayor tranquilidad que nunca. Y eso que era el día de las carreras de renos y que a la una menos cuarto abrían el acceso para coger sitio. Pues bien, a la una menos viente entrábamos, one more time, en la oficina de turismo para reservar los trineos de perros. Todavía no me explico por qué no lo hicimos el día anterior y lo dejamos para última hora. Asumo mi parte de culpa, autista perdido con la Torre Oscura. Y claro, pasó lo que tenía que pasar, que la excursión que habíamos escogido estaba completa. Y que nos tocó coger otra de menor duración y más cerca, en un sitio no tan chulo. Si a eso le unimos que tuvimos que esperar la consiguiente cola, y que cuando ya habíamos pagado Sebas se acordó de su descuento de estudiante y tuvimos que rehacer la reserva (después de anularla), salimos de turismo a la una y diez. 
Las carreras empezaban a la una y cuarto, y claro, cuando llegamos, todos los sitios estaban cogidos. Nos tocó en segunda fila, en un sitio más bien malo para hacer fotos. Tuve un momento de tensión, en el que casi estallo, pero por el bien de la comunidad me supe contener. Las primeras fotos salieron como un churro, pero poco a poco le fui cogiendo el truco. Además tuve la suerte que las personas que estaban delante de mí se marcharon y me dejaron vía libre en primera fila. Yo no pensé que los bichos estos cogieran tanta velocidad. Allí aguantamos hasta el final. Una vez que se me pasó el cabreo, estuvo entretenido, cuando ya me enfrasqué en las fotos.





Cuando terminaron las carreras nos dejaron entrar para ver a los renos, por turnos. Pasó lo que pasa siempre, que pedimos permiso para uno, luego a ese uno le siguió otro... otro más... al final el hombre ya saturado se cabreó y no dejó pasar a nadie más.



En esto se nos había hecho la hora de comer, y decidimos, por una vez, comer en un restaurante del pueblo. Nos habían dado un flyer el día anterior de un restaurante en la misma calle de las carreras, un poco más abajo, justo enfrente de la catedral luterana, que no tenía mala pinta. Era un buffet libre de pizzas con bebida por poco más de diez euros, muy barato para lo que es Tromso. Y teníamos el café gratis. La gente de allí a esas horas, algo más de las cuatro de la tarde, estaba cenando, así que yo creo que no dimos mucho el cante.
Cuando acabamos de comer nos acercamos al hotel donde al día siguiente iríamos con los perros, para pagar la parte de Sebas con su carnet de estudiante. También a hacer alguna compra. Y pasamos por la tienda de souvenirs. Desde aquí ya nos volvimos para casa. Una vez bien pertrechados, mis compañeros de viaje salieron de paseo, al lago del primer día. A mí no me apetecía volver a salir, estaba un poco cansado, así que me quedé leyendo y preparando la cena, que reconozco que no había contribuido demasiado a las tareas sociales. Además al día siguiente nos íbamos, así que también tuvimos que hacer las maletas.

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