02 marzo 2014

Atrapado en el tiempo en Tromso. Viaje y toma de contacto. 5 y 6 de frebrero de 2014.


Resumiendo. La casi semana pasada en Tromso ha sido como una mezcla de la película Atrapado en el tiempo (más conocida como el día de la marmota, aunque ese no es su título) y el sketch el peor día de mi vida, de Enjuto Mojamuto
En esta ocasión compartí viaje con Anu, Cris, Sebas e Isa. Me acoplé a ellos, a un viaje que tenían "organizado", ya que me quedó una semana de vacaciones que tenía que gastar. Y como buena gente que es, me acogieron en sus senos.
Primero nos juntamos en Barajas, Anu y Cris, que habían preferido madrugar un poquito más yendo en bus, Sebas, que había pasado la noche en Madrid en casa de unos familiares, y yo, que como buen señorito que soy había preferido ir en tren y no madrugar tanto. Ya en Helsinki nos juntamos con Isa, que había volado desde Barcelona. Y así se produzco el reencuentro de los tortolitos. Teníamos cerca de cinco horas de escala en Helsinki, y gracias a que este aeropuerto dispone de wifi gratuito en todo el recinto, pasamos el tiempo, cada uno con su móvil, o viendo Sherlock en el portatil de Sebas. Yo me dediqué a pasear, y acabé descubriendo una sala de relax, con literas y unas hamacas extrañas donde me eché una siestecita reparadora. El vuelo a Tromso se hizo igualmente tranquilo, y en hora y media habíamos llegado. En el mismo aeropuerto cogimos un bus que nos llevó al pueblo, situado a unos cinco kilómetros. Nos tocó un conductor muy simpático, que además de decirnos que pasaba las vacaciones en España y le gustaba mucho, nos dejó en la puerta del alojamiento, cuando no había allí parada. Así tomamos posesión del apartamento, encontrado a través de la página www.airbnb.es
Al día siguiente (jueves 6) marcaríamos de inicio la que sería nuestra rutina a lo largo de la semana. Poner la alarma absurdamente pronto (a las 9 de la mañana, hora en que empezaba a hacerse de día), apagarla, dejarla sonar a los diez minutos, apagarla, dejarla sonar otros díez minutos, apagarla del todo... hacer el remolón en la cama... acabarse levantando a las 10, desayunar con toda la calma del mundo mientras la gente iba desfilando por el baño...
Yo, mientras, leía, tengo que reconocer, que de modo un poco autista.
Esta vez, por ser el primer día, hicimos una lista con las preguntas que queríamos plantear en la oficina de turismo: Cambio de dinero, supermercado, auroras, perros, esquí... También hicimos una lista con las cosas a comprar en el supermercado. Finalmente conseguimos salir de casa con todo el entusiasmo del mundo.
En la oficina de turismo había cola, y mientras unos hacíamos cola, otros se entretenían (y nos entretenían) mostrándonos los diversos objetos que se vendían allí: que si un reno de peluche, que si una taza con la aurora, que si postales, que si llaveros... y sobre todo, muchos folletos de información.
Finalmente bombardeamos a la chica con nuestras preguntas. Para las preguntas cerradas obtuvimos información certera. Para las preguntas abiertas (qué día sería el mejor para ver las auroras, qué agencia recomendaba...) salimos con más dudas de las que teníamos al entrar.
Siguiente parada, cambio de dinero. Tras esperar otra cola la señora de correos (que es donde se cambia el dinero) nos informa de que con cada transacción te cargan con una comisión brutal de 75 coronas, casi diez euros, por lo que dimos marcha atrás para esperar a hacer cuentas, para cambiar todos juntos de una vez.
Como teníamos algo cambiado de España no nos hacía falta para el momento, así que fuimos a hacer la compra. El supermercado era bastante pequeño, no cabían dos personas en los pasillos. Yo con la mochila tenía problemas para dar la vuelta. Aquí compramos lo necesario: para el desayuno: leche. Qué leche. Desnatada. No desnatada no, que no sabe a nada, entera, que es la buena. No, la entera sabe demasiado a leche y no es recomendable.... Cual será cada una. Aquí sale un señor, y aquí una señora. Pues claro, la del señor es la entera y la de la señora la desnatada.
Pues no, resultó ser al revés...
Seguimos. Desayuno: Galletas. De cuales. De chocolate. No, que son muy caras. De avena. No, que son muy mazacotas... pero bueno, aquí no tienen galletas maría de las de toda la vida? Pues no. Al final, unas cualquiera. Seguimos. Yo café, yo cacao, yo nada...
Bueno, creo que os hacéis una idea... un caos de compra. Todo eso, claro, dando voces de un pasillo a otro, que en uno no entrábamos todos a la vez...
Luego nos dedicamos a pasear por el pueblo, que básicamente se reduce en calle arriba, calle abajo, con la variante de poder volver por una paralela.






Finalmente se nos hizo la hora de comer, y decidimos ir a casa a hacer pasta con tomate, base de una buena alimentación sana. El punto fue cuando al ir a echar el tomate en la pasta, se dan cuenta de que han comprado salsa agridulce... pero bien rica que estaba...
Una pequeña siesta y a preparar la tarde.
Hacemos el bosquejo del borrador del plan para los próximos días. Decidimos con qué agencia, de todas las muchas que hay, vamos a hacer la excursión de la aurora. Como somos optimistas escogemos una en la que si el primer día no la ves, el segundo te sale a mitad de precio...
Bien, después de hacer los bocatas, y con los presupuestos de gastos hechos, salimos a cambiar dinero.
Después nos acercamos a preguntar a la agencia, para reservar para el día siguiente. En esto, eran las seis y media de la tarde, ya noche cerrada, y cuando llegamos a preguntar nos empiezan a decir que para hoy hay unas previsiones excelentes, mejor que en muchos días y mejor que mañana, que nos animemos... Ahí ya empezamos a no saber qué hacer. Finalmente Anuar toma la responsabilidad y decide que no, que para mañana... No llevábamos ropa de abrigo suficiente. Bueno, nos quedamos algo intranquilos, pensando ya que al día siguiente no sería igual, que si nos vendían la moto, que si no... un poco nerviosos...
Con la decisión tomada, y como por la mañana habíamos preguntado en turismo que dónde podríamos ver las auroras por nuestra cuenta en Tromso, salimos de excursión a un lago que hay en la isla. La isla no es muy grande, pero tiene bastante cuestas. Si a eso le añadimos que las aceras estaban totalmente heladas, y que no sabíamos muy bien el camino... Menos mal que Anuar, previsor como solo él puede serlo, se había instalado una aplicación en el móvil con gps, y nos iba indicando el camino a seguir. Bien, resbalones, frío... todo totalmente nublado (lo que reduce las opciones de ver la aurora a algo que tiende a cero), finalmente, tras una hora o así, llegamos al lago.
Nos acercamos a la orilla y... ah, no, que esto no es la orilla, que ya estamos encima del lago que está helado... Bien, nos sentamos en la nieve, hacemos el tonto, pasa el rato, otro rato, y ya decidimos irnos al siguiente punto de posible observación, aun siendo conscientes de lo absurdo del intento, pero más que nada por hacer algo y conocer un poco la isla. La verdad es que si no hubiera sido por el mal tiempo, y por ser noche cerrada, hubiera podido disfrutar bastante más del paseo. Los caminos estaban todo nevados, los chalets eran preciosos y la niebla (sí, nos entró la niebla) daba un toque mágico al escenario. Ya digo que si te olvidabas del frío, y, sobre todo, de la humedad que ya empezaba a meterse en los huesos.



 Al cabo de poco más de media hora de camino, llegamos al embarcadero. Aquello era como el fin del mundo. Para colmo, aparte de la niebla, había empezado a nevar, y la nieve estaba cuajando... No se veía un clavel. Pero fue un momento muy chulo, los cinco debajo de la luz de una bombilla, al final de un embarcadero de madera, sin ver nada más.... decidimos celebrarlo tomando una sopa de fideos que habíamos llevado en el termo... y que nos supo a gloria bendita a todos. Y allí mismo tomamos los bocatas de salchichón, segundo elememto fundamental en cualquiera dieta que se precie. Aguantamos un rato, pero sin mucho más que hacer emprendimos el camino de vuelta, que nos llevó más de una hora. Así terminó nuestro primer día en Tromso.

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