04 marzo 2014

Atrapado en el tiempo en Tromso (III). Y ahora qué hacemos? 8 de febrero de 2014.


Como consecuencia de lo tarde que vimos la aurora el día anterior, que acabamos volviendo más allá de las dos de la mañana... para variar, no forzamos demasiado el madrugar. Pese a eso, el despertador sonó... Atrapado en el tiempo en Tromso. Como habíamos cubierto el objetivo del viaje el primer día, nos preguntábamos, y ahora, ¿qué hacemos? Bien, era demasiado tarde para plantearse los trineos de perros ese mismo día, así que decidimos visitar la isla de al lado, donde se ubicaba la catedral ártica y el teleférico. Nos habían dicho que con un poco de suerte, también veríamos la aurora desde arriba.
Según nos acercábamos al puente, calle arriba por Tromso, tras pasar por la tienda de souvenirs, nos acordamos del concurso de lazo de la semana Sami. Lo pillamos justo a tiempo, a la una, semifinales y final. Estuvo entretenido, sobre todo porque entre nosotros apostábamos quien creíamos que iba a ganar, lo cual le daba un poco más de interés.
En la plaza del pueblo habían montado una especie de mercado medieval con productos sami. Este mercado daba un poco de pena: eran dos puestos de artesanías. Pero dos puestos contandos. Y luego uno de comida, donde mis compañeros de viaje se zamparon una hamburguesa de carne de reno, que les costó casi 10€ la mierda de hamburguesa... También había una tienda típica, al estilo de los indios, un lavvu, donde te vendían café y té calientes.



Una simpática lugareña
Estos eran los objetivos de los lazos
Allí no había mucho que rascar, así que seguimos camino hacia la otra isla, cruzando sobre un puente cuyo suelo era de metal y estaba helado. También en cuesta. La mejor combinación. Tuvimos suerte con los patinazos y nadie acabó en el suelo (a diferencia del primer día).
Nada más acabar el puente, allí se encontraba la catedral nórdica. La entrada costaba como cinco euros, pero una vez dentro, con la calefacción puesta, estuvimos un buen rato descansando, tan a gusto. Además estaban ensayando para un concierto que daban por la noche, un barítono, una chica al piano y otra al cello, y la verdad, aprovechamos allí el rato. 




Una vez quitado el frío del cuerpo nos acercamos a la cabina del teleférico. Para llegar hasta allí de nuevo el gps de Anuar fue fundamental. Nuestro plan inicial era tratar de subir andando, siguiendo una ruta que habíamos visto. Pero al preguntar en la caseta del aparato, nos dijeron que en esta época no era posible, que era solo para verano, así que como queríamos estar arriba sobre las ocho y eran como las cuatro y media, nos adueñamos de una mesa que había y ahí nos dispusimos a comer. He de decir que este día la dieta sufrió un cambio considerable. En lugar de comer pasta y cenar bocatas de embutido, comimos bocatas de embutido y cenamos pasta. Entre charla y charla fue pasando el tiempo, para desesperación de alguno que no veía la hora de subir. Pero finalmente ya no pudimos retrasarlo más, y para arriba que fuimos. 
En cuanto salimos de la caseta de arriba nos dimos cuenta que soplaba de lo lindo, así que solamente el tiempo necesario para hacer las fotos al pueblo, y vuelta para adentro. Luego salimos por la parte de detrás, que daba a la montaña, y estuvimos intentando ver la aurora. Hemos de decir que algo salió, pero una vez más gracias a la cámara. 
Mientras los más aventureros se planteaban el asalto a la montaña, otros nos quedamos al abrigo de la caseta. Cuando volvieron al rato, pasamos a un restaurante que había en el interior y allí estuvimos otro buen rato de charla, acompañados de cerveza, coca cola, cacao caliente... devolviendo el calor al cuerpo. 



Finalmente hicimos un nuevo intento de salir al exterior, a ver si teníamos suerte y se veía en condiciones, pero la contaminación lumínica hizo que casi ni nos lo planteáramos. Funicular de vuelta, y a desandar el camino, que nos llevaría cerca de una hora de regreso al apartamento, donde terminaríamos el día degustando unas ricas pizzas.


No hay comentarios:

Publicar un comentario