04 agosto 2011

03-08-11 Excursión al valle del Colca, primera parte.


Tal como habíamos con la agencia, a las ocho de la mañana pasaron a buscarnos por nuestro hotel para hacer esta excursión organizada. Íbamos doce personas (más conductor y guía). Antes de salir de Arequipa nos pararon en una pequeña tienda a comprar hojas de coca y agua para mitigar el mal de altura. La siguiente parada, ya en el camino, fue en la reserva natural de las Salinas, donde observamos vicuñas salvajes. Un poco más adelante volvimos a parar a ver un rebaño de llamas y alpacas, que sí que estaban domesticadas.




Como a mitad de camino nos pararon en el típico sitio de carretera para ir a los servicios, tomar mate de coca e ir habituándonos a la altitud. Aquí estábamos a 3600 m. sobre el nivel del mar. La siguiente parada, un mirador de volcanes, ya fue el punto más alto de todo el recorrido: 4910 m. Afortunadamente no sufrimos de mal de altura, ni dolor de cabeza ni nada, pero sí es cierto que das dos pasos rápidos y te fatigas sin darte cuenta.


Total, tras un trayecto de cinco horas desde que salimos de Arequipa, llegamos al que creíamos que iba a ser nuestro destino, Chivay, capital del valle del Colca. La excursión tenía incluida la comida, así que todos juntos disfrutamos de los típicos guisos del valle. 


Cuando salimos y empezaron a llevar a la gente a sus hoteles nos dijeron que el nuestro no estaba allí, sino en otro pueblo más pequeño a 25 minutos de coche. Nosotros teníamos el hotel reservado aquí, pero al llegar a Perú Angie nos dijo que nos habían tenido que cambiar. No le dimos mayor importancia porque pensábamos que también estaría en el mismo pueblo. Yo quería ir a los baños termales de la Calera, y Adela a mirar tiendas de alpaca, así que el guía se portó y nos dejó quedarnos hasta después de los baños. Además nos enseñó el mercado, las tiendas y la iglesia en lo que la gente se ubicaba en sus hoteles y se preparaban para ir a los baños.
Los baños termales de la Calera son dos piscinas, una cubierta y otra al aire libre, con el agua a 38 grados. Finalmente solo fuimos dos personas, pero mereció la pena. Tras una hora en el agua, acabas totalmente relajado.
Tras recoger a Adela, nos llevaron a Yanque, el nuevo pueblo, donde se encuentra el Eco Inn, nuestro hotel, una chulada, y de donde ya no nos movimos en el resto de la tarde, porque, por un lado, teníamos la cena incluida, y por otro, no había absolutamente nada que hacer en el pueblo.

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