04 agosto 2011

02-08-11 Descubriendo Arequipa.

Arequipa, también conocida como la Ciudad Blanca, debido a que para la construcción de los principales edificios se utilizó sillar de este color, se encuentra custodiada por tres guardianes: los volcanes Chachani (novia, el más alto de todos), Misti (señor, el más importante por su perfecta forma cónica) y el más pequeño, Pichu Pichu (pico pico).
Después de un rico desayuno en el hotel nos zambullimos en la bulliciosa vida arequipeña. Nuestra primera parada importante (las anteriores habían sido para entrar en tiendas) nos llevó a la Catedral, en la plaza de Armas. Cuando fuimos a entrar nos dijeron que había que entrar por el museo, en visita guiada, con lo cual los postergamos, ya que uno de los vigilantes nos avisó que a partir de las cinco de la tarde la catedral estaba abierta para todos.. Nuestra siguiente parada nos llevó al museo Santuory, donde se expone la famosa momia Juanita. Aquí se repitió la jugada: había que tragarse obligatoriamente un audiovisual de 20 minutos sobre los ritos funerarios preincas, y luego otros 40 minutos de visita guiada. Además teníamos que esperar tres cuartos de hora para entrar.

Nos dirigimos entonces a la Iglesia de la Compañía, que nos pareció bastante bonita. Casi por azar descubrimos los Claustros de la Iglesia, adonde se accedía directamente por la calle. Fue de las cosas que más nos gustó. Ahora los soportales están llenos de tiendas de productos de baby alpaca. Aquí degustamos por dos soloes un rico queso helado, dulce típico arequipeño compuesto de leche, coco, vainilla y canela (no, no lleva queso). Tiene un sabor parecido a la leche merengada.


Seguimos callejeando hasta la iglesia de Santo Domingo, pero estaba cerrada, así que de vuelta sobre nuestros pasos a la plaza de Armas, y también por casualidad allí mismo descubrimos un mercado de artesanía donde hicimos nuestras primeras compras. A continuación nos dirigimos a la Iglesia de San Agustín, que sin estar del todo mal tampoco decía gran cosa. Prácticamente enfrente se encuentra la Casa del -Moral, una de las más importantes casonas coloniales. El nombre es debido a un moral centenario (y a por todas) que se encuentra en el patio principal. La casa (5 soles la entrada) está dispuesta a modo de museo. Su primer dueño, que además fue el primer alcalde de Arequipa, provenía de Valladolid. Esta visita nos gustó bastante.


Después de dejar las bolsas de las compras en el hotel (que estaba muy bien situado) cogimos el bus turístico, un recorrido de dos horas y media (25 soles), para hacer el tour por los alrededores de Arequipa. La primera parada importante fue el mirador de Carmen Alto, donde pudimos ver el valle del Chilina, llamado así porque es el cauce del río Chili. Es muy verde y se puede apreciar perfectamente la forma de aprovechar el terreno en terrazas para el cultivo. De ahí nos encaminamos al mirador de Yanahuara, uno de los municipios cercanos a Arequipa. Allí vimos la fachada de la iglesia de San Juan Bautista, por supuesto de sillar blanco, de estilo barroco mestizo. La siguiente parada fue un minizoo ubicado en una tienda de ropa de alpaca. Allí nos enseñaron a distinguir los cuatro camélidos de los Andes: la llama, la alpaca, la vicuña y el guanaco. Comprobamos que efectivamente escupen, si bien, no sobre nosotros. De ahí ya nos llevaron al centro. Nos acercamos a ver la Iglesia de San Francisco, en cuyos alrededores había otro mercado de artesanía (en este nos compramos).


De nuevo, de vuelta al hotel. Eran ya las cinco de la tarde y en cuanto se empieza a poner el sol baja la temperatura un montón. Durante el día yo iba incluso en manga corta, con protector solar total, gorro para la cabeza y gafas de sol (el índice de rayos UV de Arequipa es el más alto del planeta), pero por la noche no subiría de cinco grados.
A continuación, el plato fuerte del día, el Convento de Santa Catalina, una ciudad dentro de otra ciudad. Tuvimos la suerte de que los martes y jueves tienen sesión nocturna, donde iluminan el convento, así que decidimos ir a las cinco y media para poder verlo tanto de día como de noche. Nos encantó por la tranquilidad, lo a gusto que se estaba y por lo bonito que era.




Después de casi dos horas de visita nos acercamos de nuevo a la Iglesia de Santo Domingo, ya que nos habían dicho que abriría de 18 a 20. El paseo no mereció mucho la pena.
Después algunas compras en los mercados de la plaza de Armas, probamos el famoso chocolate La Ibérica (riquísimo), y de vuelta al hotel a coger más abrigo para prepararnos para cenar. Se nos hizo un poco tarde y descubrimos que las cocinas de los restaurantes a las 22:30 están cerradas. Menos mal que nuestra amiga Angie nos había recomendado uno que estaba abierto, el Chicha, un restaurante de postín, muy elegante y con precios a su nivel. Después de una rica cena a base de rocoto relleno (pimiento picante) y tañales de carne y queso, arroz con leche y suspiros de tres sabores nos dirigimos a nuestro bien merecido descanso sin que fuésemos capaces de tomar un pisco sour como habíamos previsto.

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