06 septiembre 2011

06-08-11 Cuatro Ruinas

Nuestro plan para este día era recorrer los alrededores del Cuzco. En la recepción del hotel alquilamos un taxi por cuatro horas que nos llevaría a las cuatro ruinas que rodean la ciudad. El primer día en la oficina de turismo nos dijeron que el recorrido se podía hacer andando, que mucha gente subía en taxi y bajaba a pie, y que eran unos 8 kilómetros. Como al día siguiente empezaba el camino inca decidimos no currarnos mucho y hacerlo todo en taxi. Por el camino vimos gente que iba andando y la verdad es que era una ruta agradable, entre un bosquecillo. El taxi nos costó 60 soles, unos 15 euros. Seguro que en la calle lo hubiéramos sacado por menos, pero bueno, teníamos la seguridad de que en el hotel sabían donde íbamos y con quien…
Las cuatro ruinas están a lo largo de una carretera. Subimos hacia la que está más arriba para posteriormente ir bajando.
La primera es Tambomachay, un santuario dedicado al agua. Sin madrugar mucho salimos relativamente prontito. Eso nos permitió ver los sitios con bastante tranquilidad, ya que no había prácticamente gente. Dimos una pequeña vuelta por el recinto, y no nos llevó mucho ya que no era muy grande. Por uno de los laterales corría un arroyuelo bucólico y cantarín… Como aquí no tuvimos guía no nos enteramos muy bien para qué servían las cosas, pero luego hablando con otros turistas nos dijeron no sé qué de si se adivinaba el sexo del niño por el manantial… Ya digo que no nos enteramos…


A la salida de este, a unos 500 m, justo en la siguiente curva de la carretera, se encontraba el siguiente punto, Pukapukara. Este ya era un poquito más grande. Yo creo que lo hicimos bien subiendo arriba al principio, ya que, además de ir bajando, las ruinas van ganando en tamaño y espectacularidad…
En Pukapukara tampoco cogimos guía… Leímos que era una especie de fortaleza o punto de control para una de las carreteras que salían del Cuzco. Aquí anduvimos deambulando a nuestro aire un ratillo un poco más largo, haciendo fotos y disfrutando del paisaje.

A continuación, y un poco más abajo, el siguiente punto era Qenko. Aquí se nos acercó un chico para ofrecerse de guía (bueno, en los otros lados también) y como yo quería coger uno para la última, y este nos dijo que nos hacía dos por el precio de uno, pues nada, ya teníamos guía. Nos estuvo explicando un montón de cosas, la mayor parte de las cuales cayó en el olvido. Qenko era una especie de observatorio astronómico. Por supuesto que había nichos donde colocaban las momias de los incas, pero que nada de sacrificios humanos. Solamente de llamas… La verdad es que estuvo entretenido.

En los solsticios la sombra de la roca tenía la forma de un puma.

Por último, para rematar las cuatro ruinas, nos dirigimos a Sacsayhuaman (que se puede ver escrito de un montón de maneras distintas: Saqsayhuaman, Saqsaywaman…). Este era para mi uno de los puntos fuertes de viaje, una de las cosas que más ilusión de hacía ver. Me acordaba de unas diapositivas que nos puso el profesor de Altas Culturas prehispánicas que me parecieron alucinantes.
La verdad es que no me decepcionó… Entre las explicaciones del chico y el entorno en sí, me gustó bastante… Impresiona ver las rocas ciclópeas e imaginar cómo pudieron llevarlas hasta allí… El guía nos contó que hay mucha gente que piensa que fue obra de los extraterrestres, pero que no, que aunque obviamente los extraterrestres existen (¿¿!!??), no fueron ellos los que edificaron Sacsayhuaman,  la llanura del llanto. Este nombre fue dado después de las derrotas ante los españoles. El nombre original no se conoce.





Después de esta excursión, totalmente recomendable, intentamos ir a una tienda de chompas (jerseys) que Adela había visto por Internet. Digo intentamos porque en la supuesta dirección ni existía tienda ni existía nada… Así que tras la decepción y de que el taxista nos dejara de vuelta, no nos quedó más remedio que ir de tiendas al mercado frente al hotel.
Por la tarde, según íbamos por el centro, nos encontramos con una curiosa procesión en honor de San Cristobal.



A continuación visitamos uno de los principales sitios de Cuzco que nos quedaba por ver: el Qoricancha, el antiguo Templo del Sol. Aquí, tras una ardua negociación (él pedía 20, nosotros ofrecíamos 15, finalmente nos lo acabó dejando en 20… ejem….) también cogimos un guía, y la verdad, aunque al principio no se le entendía nada, al final el relato mejoró un montón, y nos alegramos de haber hecho la visita con él. Nos explicó todo el recinto y la parte de afuera, los jardines y fuentes. Total, más de dos horas.





Después visitamos un centro de artesanía enorme que había enfrente de nuestro hotel donde Adela encargó un par de chaquetas de “ bayeta “, forradas. Las hacían en el color y con el dibujo que ella quería y nos las tendrían para el día que regresaramos a Cuzco después de hacer el camino Inca y visitar El valle Sagrado.
Este día tampoco dio para más. Nos queríamos acostar pronto por el madrugón del día siguiente, así que tras sacar unas fotos nocturnas en la plaza de Armas y alrededores fuimos a cenar. El restaurante elegido fue el Antojitos, por supuesto con comida peruana, y aunque nos hicieron esperar tres cuartos de hora para unos espaguittis miserables, los chicharrones de pollo y  las tartas del postre compensaron la espera.

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