13 junio 2011

El día que me saqué la espina del Cemberlitas.

Comenzamos el día viendo Chor Minor, la mezquita de los cuatro minaretes, ahora reconvertida en tienda, con unos precios prohibitivos. Nos acercamos en el coche, ya que pilla un poco a desmano.



Luego nos acercaron de nuevo con el coche al mausoleo de los samánidas, y a partir de ahí a pie.
El mausoleo es un lugar santo para ellos. Es de las construcciones más antiguas de la ciudad. Cuando llegó Gengis Khan, lo cubrieron con arena para evitar que lo viera y lo destruyera. Se encuentra en un parque muy agradable.
La visita continúa con una fuente que cuenta la leyenda que la hizo manar el profeta Job. Como en todas estas cosas, vete a saber... Está dentro del mausoleo de Chashma Ayub, donde también hay una especie de museo del agua.
Un poco más hacia el centro está una de las joyas de Bukhara, la mezquita de Bolo Houz,  de 20 columnas construida para rivalizar con otra de 40 columnas de Ïsphahan. Para no perder contra ellos mandaron construir un estanque enfrente de la mezquita, para que el agua reflejara sus columnas y así poder decir que ellos también tenían 40. 


A continuación visitamos el  Ark, la fortaleza de los emires. De aquí, poco que reseñar. Debía tener en su interior tres mezquitas, pero cuando llegaron los bolcheviques arrasaron con casi todo, salvo una de las mezquitas, los establos y el salón del trono (aunque ahora está reconstruido).
Luego nos acercamos al complejo de Poy Kalon (que significa a los pies del grande), espectacular, aunque por el camino hicimos una breve parada técnica en un mercado de oro y piedras semipreciosas. Merece la pena ver cómo están las señoras con sus puestos y cómo aseveran que es rubí, rubí, a pesar de que por el precio es obvio que no puede serlo.
El complejo de Poi Kalon se compone de tres elementos. La mezquita de Kalyan, la madraza de Miri Arab y el minarete de Kalian.



El minarete tiene 46 m de altura (frente a los 45 y 36 respectivamente de los dos que se conservan enteros en Khiva). Aparte de para llamar a la oración también servía como faro para que se orientaran las caravanas en el desierto. Y también para arrojar desde arriba a los condenados a muerte...
Dentro de la mezquita, de 212 cúpulas y 236 columnas (o algo así, aunque lo de las cúpulas no lo entendimos hasta que no fuimos a comer), y también hay una construcción, una especie de templete que conmemora la muerte de 600 o 700 niños pisoteados por los caballos de Gengis Khan (que siempre aparece en las historias truculentas del país).


La madraza que hay enfrente de la mezquita todavía funciona en la actualidad, y no es posible visitarla. Es uno de los centros de estudios coránicos más prestigiosos, no solo de Bukhara, sino nada más y nada menos que de todo Uzbekistán. Por cierto, que aquí, musulmanes son aproximadamente el 80% de la población, pero no se ve que las mujeres se tapen demasiado el pelo... Y de estos, son mayoría los sunnitas.
Es muy típico de Bukhara la forma esta de construir los edificios por parejas, uno enfrente del otro.
Luego nos fuimos a comer a un sitio que nos recomendó el guía, que hoy estaba bastante más de guía y no tanto de colega. Era una terraza justo al lado de la plaza del minarete. El sitio está fenomenal, las vistas desde la terraza merecen mucho la pena, la comida no está mal. Yo comí ensaladilla y brochetas, (sashllik, o algo así). Lo único malo es que a nosotros nos tardaron en servir ni sé el tiempo. Estábamos ya más aburridos que una mona. Solamente para el postre, para subir dos naranjas de la cocina (carísimas por cierto con respecto al resto de la comida), sin pelar y sin nada, solamente poner dos naranjas en un plato y subirlas, tardaron más de media hora, y en el restaurante solo había otra mesa de 4...
Eso sí, mi madre habla en francés con los belgas, en inglés con los holandeses, y hasta en catalán si hace falta con los catalanes...



Después de comer (que a mi casi me había hecho hasta la digestión) continuamos la visita con una de las cúpulas comerciales. En Bukhara hay tres, una de los joyeros, otra de los sombrereros y otra de los cambistas. Estos eran los oficios originales. Ahora en las tres hay de todo.
Como digo empezamos por la de los joyeros, aunque acabamos viendo las tres. Cuando estuvimos estaban de obras, y aunque el guía juraba y perjuraba que en una semana tenían que estar terminadas, no había manera humana de que fuera a ser así.
Luego continuamos por otros de esos pares de edificios, la madraza de Ulugbeg, por donde muy hábilmente te obligan a entrar por una tienda en la que se regatean ellos solos: vale 30 pero no 30, no 25, no 20, 15, solo 15... (en general, sin ser pesados ni agobiantes, los vendedores de Bukhara nos parecieron un poco más agresivos que en Khiva).
Seguimos lógicamente, por el edificio de enfrente, la madraza de Abdulaziz-Khan, recién restaurada. Ahora aprovechan las antiguas celdas de la madraza para las tiendas.



Después de pasar por la cúpula de los sombrereros nos acercamos a ver otros de los edificios antiguos, la mezquita de Magoki-Attari, que en su origen fue un templo del zoroastrismo hasta que llegaron los musulmanes y lo hicieron mezquita. En la base de este edificio se puede ver el nivel original de la ciudad. La mezquita está ahora reconvertida en un museo de las alfombras, tapadera en realidad de una tienda...
Por fin nos acercábamos al famoso Lyabi Khouse, la plaza del estanque... Como ya he dicho la zona
estaba de obras, así que no pudimos ver bien la plaza. Para confirmarme que las obras iban a estar a punto (tenían que estar porque el 30 de abril hay una fiesta muy importante, el sonido de los siglos, o algo así) el guía comentaba que la semana pasada había estado con otro grupo y que el estanque estaba vacío, y que ya esta semana lo habían llenado... Sí, lo debían haber llenado con el mismo agua que quitaron, porque tenía mierda, verdín y fango como para parar un tren...


En esta plaza, además del estanque hay otro par de madrazas, la de Nadir Divan-Beghi y la de Kukeldash.
En fin, que salimos de la plaza por la última cúpula que nos quedaba, la de los cambistas.
La visita ya tocó a su fin, y como habíamos sido muy buenos y nos habíamos portado muy bien, nos ganamos de premio el ir a un hamman. Yo estaba un poco receloso, en parte por la reciente operación del tobillo, y en parte porque estaba escaldado de cuando estuve en el famoso Cemberlitas turco, que fue una engañifla terrible.
Sin haberlo ni preparado (ya que de lo contrario hubiere cogido las chanclas del hotel y no las birriosas, pringosas y húmedas que mejor no pensar quien las utilizó antes que yo que me dieron allí, y un bañador para no tener que estar en pelota picada) pues para dentro que nos fuimos. Al guía le hacían los ojos chiribitas, ya que nos había dicho en un par de ocasiones ¿tenéis dinero? al ir a pagar para comer, o algo así. Claro, él nos había cambiado el primer día, pero luego sin decírselo habíamos cambiado nosotros por nuestra cuenta en el hotel... El nos decía que solo en los bancos o a él, que te podían engañar... ya, ya,.... Total, que al ir a pagar (50000 sums cada uno) nos decía, pero tenéis dinero?... jejeje. El que nos había cambiado él ya se nos había terminado. También nos había dicho que en las tiendas no se puede pagar en euros o dólares, que si te pillan te multan. Yo no sé si esto es verdad o solamente un truco para gastar más rápidamente los sums y tenerle que cambiar otra vez. Lo cierto es que en todas las tiendas nos pedían o dólares o euros, a todo el mundo, y si está tan prohibido no creo que se atrevan a hacerlo. Pero como no lo sé realmente, lo comento.
A lo que íbamos, que me lío. Después de quedarnos en pelota picada, con una toallita tipo terma romana (por no decir otra cosa, como sauna gay, por ejemplo), estuve un rato en el baño de vapor. Luego fue cuando llegó el tío de la vara, y aunque no lo dijo literalmente, la traducción fue algo así como:  Sus voy a crujir vivivivivooooooooooooooo. Y sin vara, pero vaya que si me crujió...
Luego aplicaron un ungüento en los hombros y la espalda, que después me enteré que era jengibre con miel, exfoliante... Exfoliar no sé si exfoliaba, pero quemaba y escocía que aquello era una cosa terrible.... Ahí lo tuve ni sé el tiempo, que pensaba yo que se habían olvidado de mí... Luego te echan un caldero de agua caliente por encima para quitártelo, luego otro caldero de agua caliente, y cuando más confiado estás, por el gustito del agua caliente y porque el picor ya se va pasando, te tiran el caldero de agua helada, ese que hace que des unos grititos como si fueses tonto...
Para terminar, un té verde, en la zona de relajo... En total 45-60 minutos.
A mi me mereció la pena, y sirvió para que me quitase la espina del hamman turco.
Nos quedaba cenar, así que nos acercamos a un restaurante del que había leído buenas críticas, y que nos recomendó el guía, muy cerca de Lyabi Khouse. Se llamaba Minzifa Restaurant. Está un poco difícil de encontrar. Nosotros tuvimos que preguntar en un hotel, y el chico que nos acercó nos dijo que si al Dolon. Le dijimos que ya habíamos estado el día anterior y que queríamos ir al otro. Nos acompañó. Al igual que el día anterior, cuando nos acompañaron de nuestro hotel al Dolon, el chico se encargó de remarcar que íbamos de parte del hotel tal. Yo no sé si tendrán algún acuerdo con los hoteles o no, ya que en nuestro hotel no daban comidas ni cenas.
Así que eso, que para ir al Minzifa, saliendo de la plaza del estanque hacia la cúpula de los cambistas, la última a la izquierda, subiendo por unas escaleras.
Cenamos muy bien, yo un plato llamado langhman o algo así, una especie de espaghetti autóctonos que medirían casi un metro cada uno, con patatas, carne y zanahoria. 



El postre de fruta con yoghourt estaba buenísimo. Aquí el servicio no está incluido (en el de por la mañana me dolió tener que pagar un 10% después de toda la espera, y en el Dolon, un 15%), así que se lo dejamos al camarero, que se aseguró que no nos habíamos equivocado al darle de más.


Después del día tan completo no nos quedaba sino volver al hotel a descansar, que al día siguiente tocaba de nuevo carretera.

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