Comenzaba la chicha. A las siete en el agua para hacer la primera de las cuatro inmersiones que tocarían hoy. Habíamos tenido bastante navegación, hasta el punto más alejado del recorrido, de manera que solo nos quedaba ir volviendo poco a poco durante los días del viaje.
En la primera inmersión vamos en busca del caballito pigmeo, pero no tenemos suerte. Aún así el paisaje es espectacular y lleno de vida.
Después de desayunar tenemos más suerte y vemos nuestro primer caballito, si bien el afotamiento no fue fructífero. También vemos más cosas, como gambas lady escarlata o peces payaso.
En la tercera, Julieta sí que nos dejó sacar al caballito, aparte de un banco enorme de barracudas y otro de peces murciélago. Espectacular.
Y Julieta no podía estar sin Romeo, donde hicimos la nocturna con la particularidad de que nos quedamos solos el guía y yo, y el resto del grupo se fue por su cuenta.
Ya estaba mereciendo la pena el viaje.
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