13 noviembre 2017

13-11-17. A esto es a lo que hemos venido.

Hoy me levanto una hora más tarde, y sí que estoy solo solo. Toca la inmersión con cebo y como el barco debe estar lleno, aunque al principio me iban a acompañar de mi centro, al final no pueden. Por aquí anda la manager, y antes de salir le digo que si podría recuperar hoy la inmersión que ayer no hice, ya que parece que va a ser el día que mejor haga en toda la semana. Me contesta que ya veremos luego. Así que con el mar en bastante mejor estado que ayer nos ponemos rumbo al primer punto de inmersión. Me dan el briefing de seguridad con los tiburones, que básicamente consiste en no sacar los brazos del cuerpo ni hacer movimientos raros. Y nos tiramos. Ya desde el momento cero, según vamos bajando nos rodean los primeros. Se ve que el efecto llamada del cebo es inmediato. Nos tenemos que situar verticales, para que los bichos nos vean grandes y no les entren tentaciones, a una profundidad entre ocho y diez metros, en medio de la nada, sin ninguna referencia. Los tiburones nos rodean y nos pasan por todos los lados, realmente cerca. Son tiburones oceánicos de punta negra. No tenemos la suerte de ver ningún tiburón tigre, pese a que ayer vieron uno. Tampoco hay toros. Es una experiencia interesante, pese a que por momentos te puedas sentir mareado por estar continuamente girando la cabeza a un lado y a otro. A la hora termina la inmersión, pero los guías me dicen que me quede yo un rato más con ellos, supongo que por tener la cámara. Se agradece.












Que el mar esté bastante más tranquilo que ayer no quiere decir que esté en calma. El tiempo entre inmersiones es duro por todo el movimiento del barco parado. La mitad de la gente está vomitando y yo también me mareo bastante. A la segunda solamente nos tiramos cuatro de nueve buceadores. Vamos a una oquedad donde hay reggies, otro tipo de tiburones. Vemos alguna cosilla, pero la visibilidad es regular. A la media hora mi compañero me dice que se sube, que está con la reserva. El resto aguantamos un rato más, pero poco, así que salgo con 90 bares, me sabe a poco.





De comida hay pollo al horno, con la rica ensalada de siempre y un guiso de verduras muy rico. También hay pan casero espectacular. No me queda más remedio que echarme la siesta un ratillo, media horita. Nadie me comenta nada de la tercera inmersión, y como sigo algo mareado lo dejo correr.
Por la tarde la rutina de siempre, leer, fotos. Salgo a comprar unas sidras a un spar que hay justo a la vuelta de la esquina.
Hoy para cenar toca braai, que es como una barbacoa pero en Sudáfrica. A última hora se levanta bastante aire, ya veremos cómo hace mañana.

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