12 noviembre 2017

12-11-17. Inmersión en medio de ningún sitio.

Por fin llegamos. Después de una paliza de viaje que empezó saliendo de casa a las dos de la tarde, pasando por Madrid, Roma, Adis Abeba, Johanesburgo (donde comí ensalada de salmón), Durban y finalmente Umkomaas, donde llegué a las ocho de la tarde del día siguiente. Allí me esperaba una rica cena de chuleta de cerdo y ensalada. Tras preparar el equipo de buceo y el fotográfico era hora de meterse en la cama, ya que aquí, como en casi todos los sitios, se madruga bastante.
A las seis de la mañana ya estaba desayunando, porque a las seis y media se sale. Nos montan en una furgoneta descubierta, de las de ir de safari, y para la playa. Estoy prácticamente solo. El chico que me ha ido a buscar al aeropuerto (que está como a una hora en coche) me ha contado que un grupo de 24 que iba a estar alojado conmigo, ha perdido el vuelo, todos, Así que estoy solo para cenar, desayunar, comer... Ha venido a bucear una chica que está de fin de semana por los alrededores y ya. Como somos tan poquitos nos juntan en una barca de otro centro de buceo. Hace un aire de miedo, tanto que yo pensaba que no bucearíamos. El mar está bastante revuelto, pero deciden salir. La primera parte es la peor, cuando tienes que atravesar las olas que rompen en la orilla. Nos dicen que nos quitemos los gorros y las gafas, por si salen volando. Vaya un exagerado, pienso. El gorro me lo quito por si se vuela, pero las gafas no, que no se me caen ni entrenando. Bueno, pues en una ola que me pega por detrás salen disparadas, junto con mi compañera de buceo, que acaba espanzarrada en medio de la lancha. Tras este pequeño percance (mis gafas aparecen por ahí tiradas, menos mal que me había llevado las gafas viejas por si acaso) y comprobar que todos hemos salido ilesos de la prueba enfilamos hacia el punto de buceo. Se me ha olvidado decir que también vamos con otro señor del centro de buceo, en principio pensaba que iba a ser nuestro guía en la inmersión, pero todavía no tengo claro si era otro cliente o un colega del jefe. Porque aunque iba pendiente de nosotros el guía era uno de los chavales del centro de buceo de la barca. 
El trayecto hasta la zona de buceo es, como decirlo, movidito. Olas de más de dos metros zarandean continuamente la lancha. Nunca había buceado con olas tan grandes (tan grandes que cuando más tarde estaba haciendo la parada de seguridad iba continuamente dos metros arriba y abajo sin poder estarme quieto). Una vez abajo la cosa está algo más tranquila, pero hay una mar de fondo que nos hace bailar el vals tres metros a un lado y a otro. Con estas condiciones el hacer fotos macro está bastante chungo. Cuando crees que has enfocado te mueves y adios fotos. Y la visibilidad tampoco es para tirar cohetes. En toda la inmersión vemos una raya y una morena enorme descansando en una grutilla. Nada más. Un poco decepcionante. Ya sabemos que el mar es así, pero cuando te toca te fastidia. Al terminar esta inmersión el capitán decide, yo creo que con buen criterio, cancelar la siguiente, así que volvemos a la playa y se acaba el buceo por hoy.





Como llegamos tan pronto de vuelta al centro nos toca esperar un buen rato antes de almorzar a las 12. Charlo un rato con nuestro guía, le pregunto por el punto de buceo, y me dice que lleva buceando aquí 25 años y que no tiene ni idea de donde nos han llevado. Le digo yo que si a mitad de ninguna parte y me contesta que posiblemente, y que además no ha entendido muy bien la planificación de la inmersión, ya que la hemos empezado en una zona de 12 metros y la hemos terminado a 23, cuando se suele hacer al revés, ir de lo profundo a lo menos hondo. Aprovecho para leer un rato. Durante la comida (atún y ensalada, con patatas y guarnición de zanahorias y guisantes riquísima) no se me puede olvidar que estamos en África, al ver a los perros del centro ladrar y perseguir a los monos que se pasean por los tejados de las casas. 
Al frente del centro hay un chaval (el que me fue a buscar al aeropuerto y nos ha llevado a la playa) y una chavala, que es la encargada de los postres, a la que con todo el dolor de mi corazón le tengo que decir que no me prepare bizcocho de merienda. Al dueño le veo dos minutos por la mañana y luego desaparece. Los chicos me preguntan que qué me apetece hacer por la tarde, y les digo que qué hay. Me dicen que si un paseo por la playa, pero según está el día de aire prefiero quedarme descansando, así que un ratito de siesta y de leer. También me preguntan si quiero salir a cenar fuera, así que me van a llevar a cenar a un restaurante italiano. La reserva es a las siente, salimos a las seis y media.
Cogemos el coche para acercarnos al siguiente pueblo, Scottburgh, que está a 9 km. El sitio está bien y es tranquilo, y estoy un rato charlando con los chicos. La chica me dice que mañana será mi guía, y que vamos a bucear con los mismos con los que hemos ido hoy, aunque las previsiones del mar son mejores. A ver si hay más suerte.
Sin más que hacer leo un rato y a la cama...

No hay comentarios:

Publicar un comentario