29 agosto 2017

13-08-17. Segundo día en Vientián.

A las cinco y media, y más por la manía que tienen en todos los países de no poner persianas, ya estábamos despiertos. Haciendo un esfuerzo aguantamos hasta las siete, y ya nos pusimos en marcha. Tras un buen desayuno en el buffet del hotel (New Rose Boutique Hotel, bastante bien ubicado) nuestro primer destino era el Buda Park. Para llegar allí hay que tomar el bus 14 que sale desde la estación de autobuses tras el mercado de Talat Sao. Pero no salen de la misma estación, sino de una esquina que hay en la otra acera, un poco más alejado del centro comercial. A pesar de haber leído que el bus te dejaba en el puente de la amistad, frontera con Tailandia, y que desde allí habría que tomar un tuc tuc, a nosotros la revisora nos dijo que no, que siguiéramos en el bus. Efectivamente, el propio autobús nos dejó en la puerta del Buda Park tras unos 45 minutos de trayecto. Pese al montón de opiniones dispares sobre el lugar, nos pareció un sitio chulo, y como fuimos a primera hora no hacía demasiado calor (aunque ya empezaba a apretar).



Estaríamos como una hora recorriendo el parque, que la verdad, no es muy grande. Yo me lo había imaginado más grande y con las estatuas más dispersas, pero está bastante junto. Tuvimos la suerte que fue salir, y al minuto pasar el autobús de vuelta. No tuvimos que esperar nada. Cuando nos dejó de nuevo en Vientián nos acercamos andando a la pagoda de Pha That Luang. Tardamos como media hora andando, pero el calor ya era casi insoportable, y sin una sombra... Al llegar allí vimos que la estaban restaurando, y pensábamos que no se iba a poder entrar, pero sí. Nos cobraron la entrada y vimos exactamente lo mismo que se veía desde fuera, así que casi mejor no entrar, no te dejan subir ni nada.



Dimos una vuelta por los alrededores y empezaron a sonar truenos, el cielo estaba negro, cayeron dos gotas y pensamos, vaya, la primera tormenta del viaje. Al final no cayó nada, pero nos hizo decidirnos por tomar un tuk tuk para ir al monumneto de Patuxay. Al principio solo subí yo, pero cuando bajé y le dije a Adela que dentro había tiendas, ella también se animó a subir, pero no tardó nada de nada... 




De camino al hotel intentamos encontrar un sitio para comer, pero no vimos nada interesante. Al final acabamos comiendo en el propio hotel, a las cuatro menos cuarto de la tarde, con buena calidad y buen precio. Tras un ratito de siesta, y aun saibendo que posiblemente estarían cerrados, nos acercamos a los templos Wat Mixay, Wat Ong Teu, Wat Haysok y Wat Inpeng, todos en la misma calle y al lado unos de otros. Alguno estaba cerrado, pero otros no. No obstante, sin estar mal, tampoco nos dijeron gran cosa. 





Después dimos una vuelta por las calles de los alrededores, en dirección al río, llenas de restaurantes, buscando un sitio para cenar a la noche. Tras el paseillo volvimos al hotel, a quitarnos la sudada de encima ya que íbamos a darnos nuestro primer masaje del viaje!! Justo al lado del hotel había un sitio por el que habíamos pasado antes de comer y habíamos quedado en volver a las siete para que Adela se diera un masaje facial. Cuando llegamos nos dice el dueño que solo masajes de cuerpo, que de cara nada, que se habían ido las masajistas a otro sitio y que si queríamos nos daba la dirección para que fuéramos allí... estaría bueno... Vientián es una ciudad llena de centros de masaje, así que tras decirle que no, nos fuimos al siguiente tramo de calle, donde encontramos uno mejor y que salimos encantados, Adela con su masaje facial y yo con mi masaje de pies. Ya me estaba yo temiendo verme en otra como la de Myanmar, que no se nos lograba...
Para cenar fuimos a un restaurante francés llamado Suzette, a comer una raclettes, muy ricas, junto con un crepe de postre, también estupendo. Mientras esperábamos se nos fue la luz un par de veces, pero sin mayor problema. 
Al final el día nos cundió un montón.

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