02 julio 2013

27-03-13. Parque Ueno, Akihabara y Onsen


Este día el entrenamiento era por la mañana, a primera hora, igual que el primer día. Así que a madrugar. Y también al igual que el primer día llegué bastante pronto y la clase comenzó antes de lo previsto. Y luego enseguida también terminó, aunque habían pasado más de dos horas. Rápido de vuelta a Ueno, a comer con Adela. Aunque no es de los mejores sitios por variedad ni por precio, a mí siempre me hace ilusión ir a un kaiten sushi, y ese día comimos en el que hay al lado de las vías. 

Luego nos acercamos a ver los famosos cerezos en flor del parque Ueno, según dicen uno de los mejores sitios para hacer hanami. Y como venía siendo la tónica habitual durante los días anteriores, el tiempo no acompañó mucho. Raro fue el día que no llovió. Además el cielo estaba super gris y las fotos no salían demasiado luminosas. 








Paseamos tranquilamente por el parque, y luego nos dirigimos andando a Akihabara, que tampoco está tan lejos. Fuimos paralelos a las vías y descubrimos alguna tiendecita interesante donde Adela se compró un par de camisetas.
Una vez en Akihabara pasamos por una tienda de muñecajos, y me acordé de Yiyo, así que le puse un mensajito para ver si quería alguno para su colección. Tuvo la suerte de que estaba despierto y me contestó rápido, así que encontramos lo que buscaba y para el siguiente destino, que ya era el onsen.


El onsen está situado en la isla artificial de Odaiba, así que para llegar allí tomamos el monorraíl de Yurikamome. Desde la parada al onsen hay tres minutos andando. Hacía bastante fresco. Este onsen es como un parque temático ambientado en la época Edo. Bueno, no es tan grande, pero tiene distintas zonas para los baños, comida, compras… Con la amabilidad que caracteriza a los japoneses nos indicaron el procedimiento: dejar el calzado en unas taquillas antes de pagar, luego pasas al mostrador donde reservas lo que quieres. Te dan una pulserita que te sirve para pagar los gastos que tengas dentro (comida, bebida, compras…) y luego pasas a elegir el yukata. Te metes a cambiar, sales otra vez a la recepción a medio vestir porque se te ha olvidado el cinto del yukata, y ya pasas al interior del onsen. Quitando que desde Ueno no está demasiado a mano, yo lo recomendaría. Es bastante asequible, y está abierto prácticamente todo el día.
A pesar del frío que hacía afuera, nos animamos a salir a una “piscina” exterior. Era más bien un camino de piedras, que te llegaba a medio gemelo. Unas piedras infernales, además, que decían que relajaba, pero lo que verdaderamente relajaba era cuando las dejabas de pisar. No pusimos unos “abrigos” y la verdad es que estuvimos tan a gusto.




Luego ya dentro otra vez, cada uno se fue a su zona, hombres con hombres y mujeres con mujeres, que ahí ya tenías que estar obligatoriamente en pelotas. Nos dimos un tiempo de hora y media para volver a juntarnos y ale, a remojo… Sauna, baño de vapor, piscina (ahora sí, piscina que te cubría entero) exterior… se pasa el tiempo volando.
Y después a cenar allí mismo. Para variar (y también por desconocimiento) nos despistamos de la hora, así que cuando quisimos cenar estaban ya cerrando todos los puestos. Solamente quedaban dos abiertos y así nos apañamos. Me quedé sin helado de postre porque en lo que pedimos, ese sitio también cerró.






Después de cenar estuvimos viendo algunas compritas, sobre todo unas camisetas chulísimas. Pero tanto me entretuve eligiendo y probando tallas que la tienda de al lado, donde Adela había visto una mochila bien chula, cerró. Así que por mis camisetas Adela se quedó sin mochila.
Como ya estaba todo cerrado (aunque lo que es el onsen, los baños, están abiertos toda la noche) nos fuimos a recoger a Ueno. A estas alturas me doy cuenta que el metro también cierra, y se nos había hecho bastante tarde, así que sin tiempo que perder, a por el monorraíl. Según llegamos a la parada Adela se da cuenta que se ha dejado en el onsen las camisetas que había comprado por la tarde, así que corre que corre de vuelta (estaba al lado) a ver si aparecían. A pesar de la amabilidad de una de las clientas que se estaba marchando en ese momento, que hablaba inglés perfectamente y me iba traduciendo a la chica de la recepción, no las encontraron, pero me dieron el número de teléfono para llamar al día siguiente. Así que corre que te corre de vuelta. Cogimos el último monorraíl, y una vez en la estación de Shinbashi, donde se hace el cambio al metro, corre que te corre, a coger el último, que además no nos llevó a nuestra parada, sino que se quedó una antes (en Ueno) porque ya estaban cerrando.

Total, que me levanté a las siete de la mañana y era más de la una cuando nos acostamos. Eso sin contar el disgustazo que tenía Adela por haberse despistado con las camisetas y haberse quedado sin mochila. 

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