01 julio 2013

26-03-13. Kawagoe y Cagadón


Este día tocaba excursión a un sitio nuevo y desconocido que me habían comentado los que estuvieron en verano del año anterior. Kawagoe. Después de buscar información en internet decidimos que podía ser igual de bueno que cualquier otro sitio, y como tenía el aliciente de la novedad, para allá que fuimos. Tardamos en llegar poco más de una hora, y en la misma estación de Kawagoe había una oficina de información turística donde nos dieron un planito que nos vino de perlas. El aliciente principal consiste en unas casas que sobrevivieron a los bombardeos norteamericanos de la segunda guerra mundial. Son unas casas con el tejado y las paredes muy oscuras y se pensaron que ya habían sido arrasadas, así que se salvaron. Como era lo más importante decidimos dejarlo para la vuelta, y comenzamos por una calle paralela donde se encontraban los templos. Tanto a Adela como a mí nos sorprendieron gratamente. Tenían bastante vida, pero a la vez eran tranquilos, y estuvimos bastante a gusto por aquellos andurriales.
En el primero de ellos, el Kitain, estaban preparando fiestas y había tenderetes montados, lo que contribuía a dar más vida al templo. Pagamos la entrada, y tampoco está muy allá, pero como la entrada no es muy cara yo creo que nos mereció la pena.







En la misma calle un poco más adelante había otro templo con un montón de imágenes de Fudo Myoo, pero estaba medio cerrado. Aun así algunas foticos sacamos.





Lo siguiente que aparecía en el plano, también en la misma calle, era un museo con restos del palacio de nosequé, y aquí decidimos no entrar. Más adelante había un canal que en el plano aparecía marcado como un camino de cerezos en flor y aunque nos alejábamos un rato me quise acercar a verlo. Fue un poco ful, realmente había dos o tres árboles, pero bueno, tampoco fue tanta la distancia.
Y ya emprendimos la vuelta por la calle principal, la de las famosas casas oscuras. Hoy en día son todo tiendas o restaurantes. En una de ellas compró Adela una chaqueta de kimono bien chulo de segunda mano por unos diez euros, pero no tenían de mi talla.
También me gustó una torre campanario, del siglo catapún, que sería para avisar de los incendios.



Comimos aquí mismo, en Kawagoe, y después, corre que te corre, de vuelta a Ueno. Yo andaba un poco pillado de tiempo y tras dejar a Adela en la estación me dirigí a Noda para el primer entrenamiento con el abuelo, que empezaba a las siete. Aunque llegaba un poco justo de tiempo ya al montar en el tren en Kashiwa me empecé a mosquear porque era el único occidental, y siempre, más o menos, coincides con algún otro que también va a entrenar. Al llegar a Atago mis sospechas se incrementaron. No había nadie en la estación. El tema ya adquirió tintes dramáticos cuando acercándome al dojo vi que no había luz. En un principio pensé que podía haberme equivocado de hora, que lo hubieran cambiado a las ocho en vez de a las siete, así que estuve deambulando por los alrededores, comprando tabis en la tienda de tabis, comprando rollos para escribir en la tienda de rollos para escribir… En definitiva, matando una hora más aburrido que ni sé. Aguanté hasta las ocho menos cuarto, y por supuesto allí no apareció ni el tato. Así que este fue el cagadón del viaje. Como después me enteraría al día siguiente, el entrenamiento había sido en Ayase, en el Tokyo Budokan. La culpa fue mía de no preguntar en el primer entrenamiento… En fin, solamente iba a ir a dos de sus entrenamientos y acababa de perder el primero. Así que otra hora y media de vuelta a Ueno, dando vueltas a lo que podía haber pasado. Allí me metí un ramen entre pecho y espalda para intentar olvidarlo, pero aunque estaba muy rico no fue suficiente. Al llegar al hotel Adela me contó su tarde, que también había sido entretenida.

Resulta que cuando le dejé yo en Ueno se acercó andando a Asakusa, siguiendo las referencias que tomamos el día anterior. Allí hizo alguna comprita, pero claro, las tiendas cerraban más o menos pronto, y cuando quiso volver al hotel, todas las referencias que había tomado, que eran de escaparates de tiendas, ya no existían al estar las rejas bajadas. Así que deambulando por aquí y por allí para tratar de orientarse hasta que se encontró con una parada de taxis y decidió coger uno para volver al hotel. Al principio el taxista (que por supuesto, ni papa de inglés) no sabía dónde se encontraba el hotel, así que Adela le dijo “Ueno Esteision”. Y claro, eso ya lo comprendió. Desde allí Adela se orientaba perfectamente, y cuando nos encontramos estaba tan contenta de haber sabido solventar el problema. Verla tan contenta hizo que se me pasara un poco el disgusto que yo tenía… Se perdió, pero eso sí, consiguió comprar los cuatro kimonos que le habían encargado sus amigas de la compañía de baile.

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